Opinión

Adiós a Francisco, el papa comunicador

OPINIÓN | Francisco se empeñó en hacernos "vivir" y "sentir" los mensajes de una Biblia que no sólo es texto sagrado, sino, también, patrimonio moral e intelectual de la Humanidad

Fotografía de archivo del pasado 20 de noviembre de 2024 que muestra al papa Francisco durante una audiencia general en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

Fotografía de archivo del pasado 20 de noviembre de 2024 que muestra al papa Francisco durante una audiencia general en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. / Efe

Dijo Pablo VI en su primer discurso al Consilium, en 1964, que la liturgia "es como un árbol vigoroso que hunde en el suelo sus raíces y el tronco se recubre cada año de nuevas hojas y echa nuevas ramas". Pues bien, nadie como el papa Francisco encarnó esa metáfora arbórea.

El papa fallecido el 21 de abril de 2025 enraizó, renovó y actualizó la comunicación de la Iglesia católica, refrescando la tensión entre la esencia y la liturgia. Una liturgia que da pertenencia, que da identidad. Dos sensaciones, identidad y pertenencia, imprescindibles para la buena vida, para vivir una vida plena. Porque pertenencia e identidad dan seguridad, ese bien intangible tan preciado en un mundo lleno de vértigos, velocidades e incertidumbres.

Como dice el padre jesuita José María Rodríguez Olaizola "la tensión es parte de la vida, una parte necesaria, siempre que se produzca sin excesos y sin extremismos". Pues bien, el papa Francisco enarboló en vida esa necesaria e inevitable tensión que surge de garantizar la continuidad de lo esencial sin renunciar a cambiar y a evolucionar.

La religión católica es una celebración de gran carga simbólica y, por lo tanto, comunicativa. La religión se articula a través de ceremonias que usan significantes con significados conocidos por una sociedad (cruces, cristos, vírgenes, apóstoles) para compartir significados de formas tan complejas como sencillas, tan diferentes como idénticas, como puede comprobarse en las semanas santas de Zamora, de Sevilla, de Iztapalapa (México) o de Popayán (Colombia).

La religión es, por lo tanto y en gran medida, comunicación: es un ritual que busca explicar un milenario relato religioso dirigido al corazón de los creyentes, pero también al de los no creyentes. Porque su mensaje es universal.

Francisco no sólo entendió esto a la perfección: también lo hizo entender, aportando significados para la acción colectiva. Francisco se empeñó en hacernos "vivir" y "sentir" los mensajes de una Biblia que no sólo es texto sagrado, sino, también, patrimonio moral e intelectual de la Humanidad.

El papa Francisco fue consciente del poder de la Iglesia cuando comunica bien. Jorge Mario Bergoglio supo que, para ser eficaz, la comunicación eclesiástica no debe perder conexión con el contexto contemporáneo ni perder la coherencia de los significados. Algo especialmente importante en un universo social tan mediático como el actual, en el que las televisiones, las radios, los periódicos y las redes sociales dibujan o desdibujan el mundo.

En su mensaje a la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales de septiembre de 2013, el papa Francisco lanzó tres ideas fundamentales. Primera, el renovado interés de la iglesia por la comunicación y por sus instrumentos. Segunda, concebir la comunicación como un diálogo, no como mero suministro de información. Y, tercera, incorporar el cristianismo en los medios de comunicación social. Es decir, usar mediáticamente la narrativa de la iglesia católica para evangelizar y realizar su misión apostólica.

Es inteligente concebir así una iglesia moderna. El papa Francisco mantuvo el mensaje, renovando enormemente las formas de comunicarlo. Y predicó con el ejemplo.

El papa se quedó a vivir en la modesta Casa Santa Marta (un humilde hospedaje eclesiástico) y no se mudó al lujoso apartamento del Palacio Apostólico del Vaticano. El papa no utilizó el trono de oro, sino un sillón blanco. Francisco lavó los pies a los jóvenes y a los presos. Bergoglio se saltó protocolos para saludar directamente a los fieles. Francisco concedió numerosas entrevistas, permitió que los periodistas accedieran a él y no tuvo miedo a ser grabado riendo, llorando, sonriendo o, incluso, muy enfadado, mostrando sus emociones. El papa Francisco contó chistes y bromeó. Y también supo ponerse muy serio cuando la situación lo requería.

Quedará grabada en los anales de la historia su bendición Urbi et Orbi en soledad, desde una plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía en marzo de 2020, en plena pandemia provocada por el coronavirus. En aquella plaza desierta, a media luz, envuelto en silencio y bajo una fina lluvia, Jorge Bergoglio se convirtió en un símbolo mundial portador de fuerza y de esperanza.

El papa Francisco tuvo una fuerte presencia en las redes sociales, con cuentas en X (antes Twitter) 9 idiomas y casi 19 millones de seguidores (solo en castellano), siendo uno de los líderes internacionales más seguidos en esta red en Internet.

Francisco preparó discursos con mensajes directos, nítidos y potentes, como el que dirigió a miles de jóvenes reunidos en Río de Janeiro (Brasil) en julio de 2013, exhortándoles a que "hagan lío" fuera de las diócesis, es decir, a que procesionen humilde pero orgullosamente su catolicismo cada día, ante los demás.

En 2015 publicó una de las cartas encíclicas más valientes e importantes de las últimas décadas, Laudato Si’ (Alabado seas, en español), sobre el cuidado de la casa común, es decir, del planeta Tierra como nuestro único hogar posible. Su alegato en favor de una acción mundial rápida y unificada para combatir la degradación medioambiental y luchar contra el cambio climático no es sólo un planteamiento ecológico: es también un compromiso social. Porque si seguimos contaminando la Tierra sin entender que hemos entrado en una emergencia climática, destruiremos el planeta. Y con él nos destruiremos como especie. Es decir, en términos cristianos, destruiremos la obra de Dios. Por eso Francisco defendió "el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos".

Francisco, en definitiva, conectó con la gente. Francisco hizo que el mensaje fuera percibido de forma consistente y coherente. Resultó creíble. Y no solo desde un punto de vista racional, sino, y esto es lo más importante, también desde un plano emocional (algo fundamental cuando hablamos de cuestiones espirituales, que transcienden la razón).

En su último Urbi et Orbi, pronunciado el domingo 20 de abril de 2025, un día antes de morir, trasladó un mensaje absolutamente necesario y pertinente, que no puede dejar a nadie indiferente: "no ceder a la lógica del miedo que aísla". Pues bien, hagamos caso a la sabiduría del papa Francisco, evitando el miedo que incomunica.

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