La pescadilla que se destruye la cola

Desde que saltara la noticia de que Donald Trump imponía aranceles a prácticamente medio mundo (o más), la guerra comercial se ha vuelto el pan nuestro de cada día. Los mercados, los precios, las bolsas, los paquetes de ayudas, las relaciones con otros países… La guerra comercial no ha hecho más que empezar y habrá que ver hasta dónde nos lleva.

Sin embargo, hay un aspecto en todo este maremágnum de información que me llama la atención. ¿Qué opinan los consumidores estadounidenses de todo esto? Porque al final, son ellos los que están pagando esa subida de aranceles.

Es la gente de a pie la que a partir de ahora se va a encontrar en los supermercados con que algunos productos son más caros. Son ellos los que al final van a asumir el coste directo de la decisión del presidente de EE UU. Porque los aranceles los pagan las empresas americanas que importan los productos, y ese sobrecoste lo cargan posteriormente a los consumidores.

Se supone que lo que quiere Trump es beneficiar a los productos americanos, pero un vino de Toro siempre será un vino de Toro y no tendrá sustituto. Lo que al final ocurrirá es que si sube el precio, los estadounidenses comprarán menos vino de Toro y, con el tiempo, esa bajada de consumo provocará que lleguen menos botellas al gigante americano. Una caída de ventas que, entonces así, repercutirá negativamente en Zamora. Pero hasta entonces, y después, los primeros que van a sufrir las consecuencias de esta decisión son los estadounidenses que, precisamente, son a los que Trump quiere proteger.

Es decir, ¿con tanto arancel no está al final perjudicándose en cierto modo a sí mismo? Porque en cierto modo está encareciendo la vida de sus conciudadanos. Es como una pescadilla que se muerde la cola, pero que en este caso se pega tal mordisco que desestabiliza por completo la economía mundial.

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