Opinión
Carta a Sayago
OPINIÓN | Puedo decir que soy lo que soy por haber desembarcado en Bermillo, y no soy lo que no soy por haber crecido aquí.

Velas Sayago / Cedida / LZA
Hola Sayago.
Tras 20 años desde que vi mi vida ligada a esta tierra es momento de despedirme de ti. Movida por el afán de acoger todas las muestras de respeto y cariño hacia mi trabajo, de uno a otro de los confines de Sayago, desde los límites con Zamora hasta mi querida Fermoselle, me dirijo en esta carta a tu gente, para que uno a uno sean receptores de recíprocas muestras de afecto.
Por oficio o por ocio no he dejado de recorrer palmo a palmo esta comarca, impregnándome de tu saber hacer, de la fuerza interior de tu gente para reponerse, de tus infinitos paisajes que han llenado mi memoria de historia, y del eterno recuerdo de cada persona que decidió caminar junto a nosotros para ver crear lo que a día de hoy es Sayago.
Ha sido un orgullo el ver pasar por delante de mis ojos a tres generaciones de sayagueses.
Desembarqué en Bermillo con la inconsciencia, energía y sentido de la responsabilidad que sólo la juventud otorga, con la fortuna que a veces el azar ha puesto de mi lado y con la voluntad de conseguir tenderos una mano firme, segura y cercana a la que acudir.
Me voy con la conciencia de haber dado todo de mi porque así fuera, dejando mi impronta en cada paso que he dado, y conmovida por la multitud de mensajes de agradecimiento y cariño que hemos recibido estos meses de gente que hacen que tu tierra, esa que habitan, trabajan y aman, sea un puesto mejor donde habitar, trabajar y amar.
No puedo dejar de mencionar uno de los momentos más difíciles que nos tocó vivir juntos: la pandemia. Fueron tiempos de incertidumbre, de preocupación y de grandes retos para todos. Sin embargo, también fueron tiempos en los que la fortaleza y la solidaridad de esta comarca brillaron con más fuerza que nunca. Vi cómo vecinos se ayudaban unos a otros, cómo el espíritu de comunidad se hizo aún más fuerte y cómo, a pesar de las dificultades, nunca faltó la esperanza. Fue un honor seguir ejerciendo mi labor en aquellos días, contribuyendo en la medida de lo posible a dar estabilidad y seguridad jurídica cuando más se necesitaba.
Hoy, Sayago, con la voz entrecortada, primero, te digo adiós. A partir de aquí me convierto en una más de tus emigrantes, que a pesar de no tener mis raíces en ti me has hecho florecer de estación en estación y prometo presumirte para que sea cada vez más el número de afortunados que consigan acercarse a tus maravillas.
Y después, te doy las gracias.
Puedo decir que soy lo que soy por haber desembarcado en Bermillo, y no soy lo que no soy por haber crecido aquí.
María Jesús Cascón Pérez-Teijón
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