Opinión
"Llegaremos cuando lleguemos"
OPINIÓN | Parece ser que la burocracia por un lado y no poner en juego el suficiente interés por otro, multiplican las dificultades haciendo que los proyectos públicos en Zamora se vayan diluyendo en la incógnita del tiempo

Recreación de la nueva calle de la trasera de la Catedral de Zamora / Cedida
"Llegaremos cuando lleguemos". Esa, parece ser que fue la respuesta que dio el alcalde Guarido a la pregunta que le formularon hace unos días a propósito de las fechas en las que concluirán los trabajos del acceso perimetral a la catedral y del ascensor que permitirá acceder a lo más alto de la seo zamorana. Dos obras que permitirán gozar de nuevas vistas de la ciudad. Al menos eso es lo que publicó el pasado día 18 de marzo un periódico digital local.
Siempre pasan cosas. De mayor o menor importancia. Algunas pueden pasar desapercibidas. Otras no tanto. Una de ellas ha podido ser ésta: la de la respuesta del alcalde a la pregunta de algún informador. Respuesta que a no ser que haya sido sacada de contexto, de manera intencionada o no, no parece la mejor que hubiera cabido esperar de boca del primer edil de la ciudad. Porque eso de "Llegaremos cuando lleguemos", además de ser una inconcreción, puede sonar a prepotencia, o a un regalo que alguien hace graciosamente sobre el que no cabe exigírsele explicación alguna. Incluso, para quien peque de cicatero, podría llegar a sonarle a despotismo; ilustrado o no.
De no haber sido esa su intención debería hacerlo hecho notar, saliendo al paso del diario en cuestión; porque no parece de recibo que quien gestiona los destinos de una ciudad pueda tener una salida de pata de banco de ese porte. De hecho, no se recuerda ninguna otra respuesta del alcalde, en relación con la gestión municipal, que llegue a parecérsele.
Asegurar un plazo concreto parece tarea difícil de precisar en Zamora. Al menos en lo que se refiere a obras de carácter público. Pero estar en condiciones de adelantar una previsión al respecto no parece que sea demasiado pedir. Admitir como inevitables, retrasos en las obras públicas, no debería ser un dogma. Porque el hecho de que alguien pudiera creerlo le llevaría a que pudiera brotarle esa u otra intempestiva respuesta.
No obstante, y salvando las distancias, cosas parecidas han sucedido a lo largo de la historia. "¿Y cuándo acabarás?" le preguntaba insistentemente el Papa Julio II a Miguel Ángel a propósito del fresco con las nueve escenas del Génesis que pintaba en aquel momento en la bóveda de La Capilla Sixtina. "Cuando termine", le contestaba siempre el genial artista.
Pero aquello se trataba de un mural con cuatrocientas figuras ejecutado a doce metros de altura. Y aquél era un artista insustituible, de categoría universal. El toscano tardó la friolera de cuatro años en acabarlo, trabajando él solo, a razón de dieciocho horas al día. Obtuvo por ello la cifra de tres mil ducados, que podría ser el equivalente a seiscientos mil euros de ahora, o sea, un chollo para el Papa, que era quien le apremiaba para que terminara aquella excepcional obra de arte.
En el caso que nos ocupa, solo se trata de ejecutar unas obras poco complejas por empresas del sector. Pero parece ser que la burocracia por un lado y no poner en juego el suficiente interés por otro, multiplican las dificultades haciendo que los proyectos públicos en Zamora se vayan diluyendo en la incógnita del tiempo.
Aquí no está Julio II, aquel Papa irascible y guerrero, para que exija acortar los plazos, ni tampoco un artista del Renacimiento de carácter fuerte y personalidad intensa, como Miguel Ángel, empeñado en trabajar en libertad el tiempo que sea necesario. La ausencia de ambos personajes, debería simplificar el avance de los proyectos. Pero parece ser que el problema no va por ahí; que se trata de algo más complejo que cuesta dar con él. Así que habrá que remitirse a aquello de "eso no me lo preguntéis a mí que soy ignorante, doctors tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder", que decía el catecismo del Padre Astete.
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