Un gallego en la tierra y nosotros en la luna, o no

Hay gente a la que en política parece que hay que perdonarles todo sencillamente porque suelen alardear de ocurrencias que parecen graciosas. Bufonadas para despistar al pueblo y a los rivales. Abel Caballero es ese alcalde de Vigo que un día demasiado iluminado, adquirió fama gracias a las luces navideñas que se iban a ver desde la luna. Pero ¡ay!, que cuando le interesa vaya de tonto, no significa que lo sea ni de lejos. Ahí están sus resultados electorales, con mayorías aplastantes en la ciudad más poblada de Galicia.

Por tontos nos quieren tomar a nosotros sus correligionarios del PSOE de Castilla y León y Zamora tachándolo de anécdota, mera ocurrencia o pidiendo desde aquí, que se amplíe el número de trenes para único beneficio de los de allí, como ha hecho el nuevo líder socialista regional, quien como siga en esta línea, va a hacer que Mañueco salga elegido presidente por unanimidad por incomparecencia del rival.

Abel Caballero ha sido muy consciente de lo que decía y así se lo ha transmitido a su compañero de partido y ministro de Transportes Óscar Puente. Quiere arañar unos pocos minutos eliminando paradas en Castilla y León porque la alternativa que Vigo merece y necesita supone un coste de inversión que sabe que el gobierno Sánchez no va a afrontar y claro, a eso no se va a enfrentar. Esto es, unir directamente Orense y Vigo, ubicadas en la misma latitud, atajando frente a la uve invertida actual que llega a Vigo solo después de irse muy al norte hasta Santiago de Compostela y desde allí bifurcarse hacia La Coruña, aún más al norte y hacia Pontevedra y Vigo al sur. Trazado actual, razonable inicialmente, para que tanto La Coruña como Vigo permanezcan unidas a Madrid en el rango de las cuatro horas que hacen al tren competitivo frente al avión.

Caballero sabe lo que hace y los de aquí también, por eso cuando el dedo del alcalde señala a la luna de que los trenes dejen de parar en Zamora, Segovia, Medina o Sanabria, a otros les interesa que miremos al dedo, solo que, a veces, no cuela, señores Antidio Fagúndez y Carlos Martínez.

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