Opinión | Religión

Javier Prieto Prieto

Aquí estoy, aquí tenemos que estar

"Es tiempo de levantarse, de tomarse la vida en serio y empezar a hacer pequeños cambios"

Ilustración

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La respuesta de Moisés en este tercer domingo de Cuaresma es tan conocida como significativa "aquí estoy". Estas dos palabras, que parecen una mera indicación de lugar reflejan, sin embargo, una actitud fundamental a la hora de enfrentar la vida: tomársela en serio. Decir "aquí estoy" es reconocerse como sujeto activo, tan insignificante ante la inmensidad del cosmos como insustituible. El viejo imperativo de David a Salomón: "sé un hombre" (1 Re 2,1), es decir, sé un hombre o una mujer consciente y responsable de sus actos, decisiones y omisiones.

Sin embargo, en nuestros días este adagio no resuena con demasiada frecuencia, por el contrario, el gran imperativo social es "sé joven", es decir, vive la vida como si siempre pudieses disponer de una madurez futura en la que ya serás responsable. Postergar la madurez, la responsabilidad, el compromiso y las decisiones convierte a la sociedad en un grupo de eternos adolescentes rompiendo el ciclo natural de las edades.

Queramos o no, nos hemos dejado llevar por esta adolescencia ambiental en la que preferimos que todo sea provisional e inmediato, que nuestras necesidades se satisfagan rápido, aunque la satisfacción sea banal y mutable. Esto, que es natural y pertenece al aprendizaje propio de la juventud, se vuelve problemático cuando se saca de su contexto. La insatisfacción, la fragilidad de los vínculos, la inestabilidad de las relaciones sentimentales, la desaparición de proyectos a largo plazo, o la renuncia a una sana perspectiva utópica, pueden ser algunos indicadores accesibles a cualquiera de nosotros.

Este quizás sea el clamor del pueblo que hoy ha escuchado Dios, el clamor de un pueblo que anhela un sentido a su vida, aunque no sepa como pedirlo o encontrarlo. El grito de los que quieren tener esperanza, cuando reciben un bombardeo de pesimismo global. La petición de ayuda de aquellos que quieren que el suelo deje de temblar bajo sus pies. Por eso, no podemos mirar hacia otro lado cuando descubrimos que nuestros contemporáneos, o incluso nosotros mismos, sufrimos esta inestabilidad que nos envuelve.

Es tiempo de decir en voz alta "aquí estoy", porque quizás hemos mirado para otro lado muchas veces esperando que otros digan que "ahí están", pero el cambio que podemos asegurar es el que pasa por nosotros, el que pasa por nuestro sí personal. Es tiempo de levantarse, de tomarse la vida en serio y empezar a hacer pequeños cambios que comienzan por nuestro sí a la responsabilidad de nuestra propia vida.

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