Opinión | Escalera hacia el cielo

Lluvia en el alma

OPINIÓN | Ni salimos mejores ni aprendimos un carajo del COVID-19. Entre el 60% y el 80% de los medicamentos esenciales se siguen fabricando en India y China

Lluvia en el alma

Lluvia en el alma

Ha dimitido la responsable de Sanidad Pública de la Junta, y voy a obviar que sea militante del PP, PACMA o de la Unificación Comunista de España, porque lo que importa es que juego en su equipo. Tiene razón en sus palabras: la pandemia de SARS-CoV-2 no fue de gran gravedad.

Y no me refiero a los miles de muertos, fueran estos jóvenes o ancianos, hipotensos o tuberculosos. También voy con el místico inglés John Donne, quien afirma que "ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta/ porque me encuentro unido a toda la humanidad".

La pandemia no fue de gran gravedad, porque "el bicho" es un virus del montón. Hay pululando por ahí microbacterias mucho más mortíferas que un síndrome respiratorio agudo grave. A los hechos me remito, la epidemia de SARS, entre 2002 y 2004, provocó casi ochocientas víctimas mortales en el mundo. Y la epidemia de MERS, entre 2012 y 2015, causó cuatrocientos muertos.

En ambas ocasiones, España tuvo casos positivos, pero ningún fallecido.

Sin olvidar que el estamento científico lleva años alertando, en vano, que el calentamiento global está provocando que se derrita el permafrost, los hielos perpetuos, que albergan en su interior patógenos hibernando desde eras prehistóricas, frente a los que nuestro sistema inmunitario no tiene defensas.

Y ningún Estado, corporación transnacional ni Mercado de valores vive especialmente preocupado al respecto. Al contrario, andan todos ellos como perros de Paulov, segregando jugos gástricos con el superlativo ahorro en costes para el comercio de larga distancia, que ya no tendrá que desviarse por el canal de Suez ni el cabo de Hornos.

Que el SARS-CoV-2 es un agente infeccioso de segunda división no lo digo yo, que soy una bióloga frustrada, obligada a decantarme por el periodismo porque aprobar matemáticas y física se me hacía bola. Lo evidencia un biólogo evolutivo, amén de declarado marxista, de la talla de Rob Wallace.

Quien además de filogeógrafo de salud pública, consultor para la FAO y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, es autor de títulos como "Grandes granjas, grandes gripes", "La Culpa es de nuestro SARS. El COVID-19 en la era Biden" y "Epidemiólogos muertos. Sobre los orígenes del COVID-19".

Insisto, no es tan fiero el virus como lo pintan, y la pandemia no hubiera sido tal, de no ser por la irresponsabilidad y negligencia de los gestores. La pandemia evidenció que nuestros políticos son unos rematados inútiles que han permitido que la producción de todo lo necesario para sobrevivir lleve la etiqueta "Made in China".

¿Cuántas víctimas mortales no lo hubieran sido, si las fábricas de respiradores, medicamentos o EPIs estuvieran ubicadas a lo largo de toda la Celtiberia vaciada? ¿Cuántas vidas se hubieran salvado, si nuestros políticos no hubieran promovido la privatización de la sanidad pública? ¿Cuántos muertos menos contabilizaríamos, sin los recortes en materia de sanidad que se han venido perpetrando por parte del Estado central y los distintos gobiernos regionales, desde la crisis sistémica de 2008?

Peor todavía. Porque no salimos mejores, tampoco hemos aprendido un carajo. Cinco años después, entre el sesenta y el ochenta por ciento de los medicamentos esenciales, esos que ayudan a que una sencilla enfermedad no se convierta en plaga bíblica, se siguen fabricando en India y China.

Por todo lo anterior, me cambio de equipo. Paso de defender los mismos colores que la dimitida representante de un Estado inoperante. Que no ha tenido la profesionalidad de hacer examen de conciencia, acto de contrición y propósito de enmienda.

Como cargo público colocado a dedo por su partido, vuelvo a obviar que sea el PP, Ciudadanos o la Comunión Tradicionalista Carlista, no se ha responsabilizado de los fallecidos. No ha asumido la culpa por una labor desastrosa. Con políticos de esta ralea, hasta una lumbalgia diezmará a la población.

Y lo que está por venir. De un biólogo evolutivo a un escritor y conservacionista medioambiental, Mike Davis. Autor del libro "Llega el Monstruo. COVID-19, gripe aviar, y las plagas del capitalismo". Que incide en la tesis de otro marxista confeso, el reputado académico sueco, Andreas Malm.

Todos ellos denuncian que es el actual sistema de producción de alimentos, basado en mega factorías con cientos de miles de cabezas de ganado hacinadas, el que está propagando las zoonosis y provocando que a una pandemia le siga otra.

En plena crisis por el COVID-19, los científicos ya alertaban de la peligrosidad de la gripe aviar, y de los riesgos que entrañan las continuas mutaciones del virus. Y es que el influenzavirus A subtipo H5N1 ataca directo al sistema inmunitario y neurológico del infectado, y lleva abonando la Tierra con cadáveres de aves y mamíferos desde 1997.

Pregunta: ¿Qué ha hecho la Junta desde marzo del 2020? Respuesta: Oponerse, de la mano de Vox, a una moratoria que prohíba la construcción de más macrogranjas. Y promulgar un ridículo estado de excepción que obliga a los paisanines a encerrar las pitas en casa. El problema de Europa no se llama Putin, ni Trump. El problema de Europa, España es Europa, es que nuestros políticos son del género lerdo. Y encima creen que sus súbditos también lo son…

Sigue lloviendo. Llueve fuera, en los campos, y llueve dentro, en el alma. Choiva no alma, lluvia en el alma, que es la manera poética que tiene el periodista y escritor gallego, Manuel Rivas, de describir esta descorazonadora sensación de profunda tristeza y derrota: la de vivir esperando la próxima pandemia, el Big One.

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