Opinión
El indomable Will Hunting

Ilustración
Dicen que Mozart lo tuvo, y mucho.
También Lorca o José Ángel Valente, Marie Curie, Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel; también Isaac Newton, Setephen Hawking, Margarita Salas, Jane Austen, Rosalind Franklin, Hedy Lamarr...Me refiero al talento. Con él se nace, de naturaleza innata e incuestionable, pero si no se ejercita ni se desarrolla sirve de bien poco.
Tengo la sensación de que el talento molesta como nunca. Los acomplejados necesitan que la vida descienda hasta su nivel de inteligencia para sentirse cómodos. Destruyen a través del menosprecio a otras personas y ensalzan su mediocridad hasta límites insospechados.
Por suerte existen personas muy perspicaces que saben usar sus capacidades sacando lo mejor de sí mismas. Pero, también nos encontramos con individuos muy inteligentes que por no aprovechar sus aptitudes se ven abocados al fracaso. La inteligencia hay que ejercitarla y nuestro entorno es el motor que facilita su desarrollo o su bloqueo.
Hoy, sabemos que nuestros lóbulos frontales son los directores de orquesta del cerebro, los que establecen conexiones con la parte de las emociones. La mayoría de estas conexiones se producen entre los doce y los veinticuatro meses de edad; una primera etapa importantísima del aprendizaje. La segunda, aparece en la adolescencia. Aquí el cerebro se comporta como un Ferrari en manos de una persona sin carnet de conducir; tiene muchas posibilidades, pero hace falta que aprenda a manejarlas.
La vida es el resultado de trayectorias; las que se eligen y las que no. Escogiendo unas y descartando otras las personas se van configurando para convertirse en lo que finalmente son
El talento depende de cómo se use la inteligencia. Esto implica enfrentarse a los problemas como pueden ser la búsqueda de información, la capacidad de generar medidas, la virtud de la acción o la valentía de atreverse a poner en práctica la solución elegida. En definitiva, cada persona tiene unas determinadas singularidades que le permiten sobresalir en un grupo.
El ingenio se puede desarrollar con la educación y, de esta manera, formar la inteligencia emocional y la inteligencia ejecutiva.
El talento natural, ha podido acompañar a una persona durante toda su vida o ser descubierto en algún instante de su existencia. Si se reconoce y se desarrolla, llevará al hombre a su crecimiento personal y le permitirá fusionar sus capacidades al quehacer diario, para alcanzar mejores niveles de soltura en un contexto determinado.
La vida es el resultado de trayectorias; las que se eligen y las que no. Escogiendo unas y descartando otras las personas se van configurando para convertirse en lo que finalmente son.
Actualmente, vivimos en una época bisagra de crisis y cambios, donde retener el juicio se ha convertido en un desafío crucial. Estamos ante una precariedad democrática donde las personas talentosas se convierten directamente en sospechosas. Hoy en día, nuestra sociedad se empeña en destruir a los mejores aplastando sus iniciativas y su coraje, a través de los reproches, para convertirlos en parte del rebaño.
Solo nos libraremos de esta estrechez de miras a través de una revolución intelectual.
Vicepresidenta tercera de la Diputación
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