Opinión

Efecto vampiro

En publicidad, el efecto vampiro hace que la marca que ha pagado el anuncio no obtenga los beneficios esperados; es decir, no aumente sus ventas. En política tiene un coste similar si el eslogan soltado no aumenta los votos.

Una imagen de archivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Una imagen de archivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / EFE

Muchos recordarán la película de 2003 donde colaboraba el actor Jackie Chan, aunque no voy a convertirme en crítico de cine por mucho que una amiga tenga especial devoción por las historias de vampiros. Pero para el mundo de la publicidad el llamado efecto vampiro es una auténtica pesadilla.

Este efecto consiste en que la forma de publicitar una marca acaba cobrando tal impacto en los receptores que estos olvidan el producto anunciado, lo que produce un resultado contradictorio. Por un lado, puede que la empresa encargada del anuncio obtenga más de un premio; a la par, también es probable que la marca que ha pagado el anuncio no note una mejora en su cuenta de resultados.

Quizá todos recordarán la frase "busque, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo", e incluso en alguna ocasión la hayan utilizado, aunque muy pocos recordemos que se refería al detergente Colón y al suavizante Flor. Y eso que aquí la marca no salió mal parada. Si ahora les digo a los lectores que piensen en "Mi vecino Jose…", tengo por seguro que la cancioncilla les va a taladrar la cabeza el resto del día, pero no sé si mientras la tararean sabrían qué es lo que se anuncia y ya veremos cuando pase el tiempo. Este es el efecto mariposa.

En un mundo donde la instantaneidad predomina y los mensajes breves y las imágenes se suceden de manera vertiginosa, el efecto mariposa ha de tenerse muy en cuenta, porque es el patrocinador el que paga las consecuencias. Esto deberían considerarlo los políticos, porque ellos son de manera simultánea el anuncio y el producto.

"No es no" se hartó de repetirle Sánchez a Rajoy; "asaltar el cielo" decía Pablo Iglesias Turrón; "no se negocia con quien tiene causas pendientes con la Justicia" dijo Feijóo sobre Puigdemont y este dijo que si no era presidente de la Generalidad "tiene poco sentido que yo me dedique a hacer de jefe de la oposición

Los políticos son muy dados a frases dedicadas a los electores que alcanzan gran popularidad. "No es no" se hartó de repetirle Sánchez a Rajoy; "asaltar el cielo" decía Pablo Iglesias Turrón; "no se negocia con quien tiene causas pendientes con la Justicia" dijo Feijóo sobre Puigdemont y este dijo que si no era presidente de la Generalidad "tiene poco sentido que yo me dedique a hacer de jefe de la oposición", como Abascal en la moción de censura dijo "nos salvará Móstoles, no Bruselas", o Yolanda Díaz expresó que "la política tiene que dejar de ser un problema para la gente común y corriente". Para cerrar, Felipe González dejaba hace unos días otra frase de antología: "Yo estoy más de acuerdo con Sánchez que él consigo mismo". Que el lector siga poniendo ejemplos del color que más le plazca y, si quiere ser justo, sobre todo de los de su color.

En publicidad, el efecto vampiro hace que la marca que ha pagado el anuncio no obtenga los beneficios esperados; es decir, no aumente sus ventas. En política tiene un coste similar si el eslogan soltado no aumenta los votos. Pero, a diferencia de la publicidad, en política se acarrean dos consecuencias más. La primera, que los ciudadanos se acuerdan de la frase y de quien la dijo, de manera que esa frase puede perseguir al personaje toda su carrera. La segunda es que esas palabras acaban poniendo en evidencia la incoherencia de quienes las dijeron y hasta su absoluta ridiculez.

En política se puede ser casi de todo, pero ser ridículo o hacerlo, sobre todo cuando se denuncia en otro lo que uno mismo hace, es un auto escarnio y un chuparse la sangre a sí mismo, cosa que no hacen ni los vampiros.

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