Opinión | La palabra

P. Santiago Martín Cañizares

Armas, fe y evangelios

"El Espíritu del Señor está sobre mí" Lc 1

Libros antiguos.

Libros antiguos.

Los libros son un arma poderosa. Que se lo digan a quienes quieren adoctrinar a los pueblos: suelen tener una larga lista de libros prohibidos. Sí, también la Iglesia cayó en ese error de querer educar desde la censura intelectual; por eso sabe como nadie que no es el camino para el pensamiento. Aprendemos de los errores. O mejor, de la experiencia, porque nadie como nosotros sabemos también la fuerza que puede tener un libro: las persecuciones religiosas no han hecho otra cosa que quemar biblias, misales y catecismos con la pretensión de eliminar aquello que amenazaba al poder civil de uno u otro régimen, de tal o cual época, porque estaban convencidos –acaso más que nosotros– que los libros de los evangelios son un arma poderosa.

Por desgracia existe, ha existido y, Dios quiera que cada vez menos, existirá la represión intelectual. Y por desgracia algunos no pueden por menos que usar las armas físicas para defenderse de ella. La represión crea injusticia, y esta, en mayor o menor medida, violencia: ora verbal, ora física. También en el ámbito de la persecución religiosa ha ocurrido así: unos han sido mártires –algunos los estamos celebrando en estas semanas– otros guerrilleros. San Paulino de Nola advertía que "las armas siempre han tenido necesidad de la fe; en cambio la fe nunca ha necesitado de las armas". Quien tiene fe, no lucha contra el mal, lo vence con la fuerza de sus buenas obras (cf. Rm 12, 21).

El inicio del evangelio que hoy escuchamos nos presenta a Lucas escribiendo a un tal Teófilo sobre la vida de Jesús "para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido" (Lc 1, 4). Otro evangelista, Juan, aclara que ha hecho una selección de acontecimientos porque si escribiera todo sería inabarcable. Selección que, como el resto de evangelistas, tiene como destinatarios a los cristianos de ciertas comunidades a los que se dirige. A estas comunidades es a los que envían estas armas poderosas.

Se confunde el lector si cree que estoy animando a tomar biblias y códices para tirárselos a los enemigos de la fe. Ni siquiera considero que sea un arma intelectual contra nadie más que contra el propio cristiano. La lectura del evangelio –y por extensión de la biblia, el catecismo o los libros de oración– son el arma contra nuestra falta de fe y nuestro estancamiento en el camino de la santidad. Es el único combate válido para nosotros porque "la fe nunca ha necesitado de las armas". Esta fe sostenida en el evangelio, no solo da una perspectiva nueva a la vida, sino al sufrimiento y a la muerte por Cristo. Quizá por eso los libros de los evangelios son un arma poderosa. n

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