Opinión

Las parroquias resisten en la Zamora vaciada

Los 114 sacerdotes que recorren la provincia contribuyen a hacer comunidad en una tierra dispersa

Iglesia de Badilla de Sayago

Iglesia de Badilla de Sayago

Con 305 parroquias repartidas por toda la provincia, incluso en pueblos en los que apenas vive un puñado de vecinos, la labor de la Iglesia y del centenar de sacerdotes que se ocupan de varias localidades al mismo tiempo a fuerza de recorrer kilómetros en coche excede del campo exclusivamente religioso para cimentarse en lo social. Allá donde no llegan de forma presencial los consultorios médicos, los colegios o los centros culturales hay una iglesia en torno a la cual se articulan decenas de actividades, desde clases para los mayores a juegos didácticos para los más pequeños. Sacerdotes que viven en primera persona los frenéticos cambios de un mundo globalizado desde la Zamora vaciada, los mismos que dan misa y hacen de psicólogos, cuidadores de los vulnerables o consejeros de los más jóvenes. Católicos y también no católicos, porque en las parroquias zamoranas la fe es un pilar fundamental, pero no el único.

Dentro de las iniciativas de la Diócesis zamorana se enmarca el Premio San Atilano que acaba de otorgar a LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en la categoría social. La IV edición de los galardones reconocen a personas y entidades por su compromiso con la sociedad y la Iglesia. En el caso de este diario se quiere poner en valor sus 127 años de trayectoria que lo convierten en el decano de los medios de comunicación en la provincia. La distinción valora especialmente la labor de la cabecera en la "cobertura informativa de las zonas rurales zamoranas y su implicación en temas sociales y eclesiales", acercando la realidad de estos pueblos y sus comunidades a todos sus lectores. En la categoría eclesial, el galardón se concede a los coros parroquiales e interparroquiales del arciprestazgo de Sayago, destacando su compromiso y generosidad en el acompañamiento de las celebraciones litúrgicas. Estos coros representan "el esfuerzo de los fieles, en su mayoría mujeres", que mantienen viva la fe y la tradición en pequeñas comunidades rurales, marcadas por la despoblación y el envejecimiento. El Premio San Atilano refleja el compromiso de este diario por todos y cada uno de los pueblos que componen la comarca, con especial atención a las problemáticas sociales y al patrimonio, gran parte de él eclesiástico. Las iglesias, muchas de ellas necesitadas de rehabilitaciones urgentes, se convierten en centro de convivencia, un lugar donde encontrarse y organizar desde exposiciones a charlas.

Mientras en el Congreso de los Diputados los principales partidos políticos se enzarzan con el grave problema de acceso a la vivienda, el prelado de Zamora acaba anunciar que dejará de residir en el espléndido Palacio Episcopal para trasladarse a un piso de 75 metros cuadrados situado el casco antiguo de la ciudad. Se trata, ha asegurado, de modos de vida, "que lo que predicamos y hacemos tenga coherencia"

Que la Iglesia evoluciona es una realidad, aunque los cambios en ocasiones tarden más en acompasarse a la abrupta realidad. Los gestos, como el que acaba de protagonizar el obispo Fernando Valera, son inspiradores. Mientras en el Congreso de los Diputados los principales partidos políticos se enzarzan con el grave problema de acceso a la vivienda, el prelado de Zamora acaba anunciar que dejará de residir en el espléndido Palacio Episcopal para trasladarse a un piso de 75 metros cuadrados situado el casco antiguo de la ciudad. Se trata, ha asegurado, de modos de vida, "que lo que predicamos y hacemos tenga coherencia". Las dependencias del Palacio se convertirán en una casa comunitaria para los sacerdotes válidos. Frente a este siglo XXI cada vez más laico, con una Iglesia que sufre la pérdida de vocaciones, la labor social que desarrolla sobre todo en la Zamora rural es un nexo de unión con el conjunto a los habitantes que suscita un total consenso.

El reciente fallecimiento a los 90 años de Domingo Dacosta y la emotiva despedida de todos sus paisanos corrobora el sentir de la población hacia la labor social de la Iglesia, la que más allá de preocuparse salvar almas se vuelca en la protección a los más débiles, donde ni las poderosas administraciones pueden llegar, sin importar si se trata de la acogida de inmigrantes, la rehabilitación de toxicómanos o la atención de menores y familias necesitadas, sobre todo monoparentales. Desde el sacerdocio, dedicó su vida a luchar para ayudar a las personas más desfavorecidas, a quienes vivían en los márgenes de la sociedad, y fue el encargado de impulsar Cáritas, donde ejercicio como director durante más de 20 años. Toda una institución en Zamora, creador además de Proyecto Hombre y de la Comunidad de Rehabilitación de Alcohólicos de Cáritas para Castilla y León, donde trataba con los usuarios de tú a tú, también en la calle, cuando habían abandonado el centro.

Bajo la batuta de un obispo que ha traído a Zamora una concepción del papel de la Iglesia mucho más abierta, plural y comprometida, los 114 sacerdotes que recorren la provincia para ocuparse de las parroquias y preocuparse por sus vecinos contribuyen a hacer comunidad en una tierra dispersa. Que resistan para luchar contra las desigualdades y tratar de mitigar el sufrimiento de los más débiles es una buena noticia. Para todos.

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