Opinión

Todo cambia a cada momento

Parece siempre el mismo, pero lo cierto es que, en cada momento, de cada día, es diferente

Bob Dylan, en su concierto de Newport en 1965.

Bob Dylan, en su concierto de Newport en 1965. / ARCHIVO

Parece siempre el mismo. Pero lo cierto es que, en cada momento, de cada día, es diferente. Porque lo que hoy vemos en Zamora, ayer estaba en Tordesillas y días antes en Soria. Es lo que tiene aprovechar la diferencia de cota entre unos puntos y otros de la geografía física. El hecho de que Soria tenga una altitud de 1.063 metros, Tordesillas 701 metros y Zamora 652 metros, hace que las inquietas aguas del Duero se encuentren siempre en movimiento, avanzando en una misma dirección y en un único sentido. De manera que la imagen que vemos aquí, en un momento determinado, es totalmente efímera, casi fugaz. Justo llega a durar el tiempo que nos lleva abrir y cerrar los ojos. Así que, nos pongamos como nos pongamos, esa imagen que llegamos a ver en un determinado instante, desaparece en un pispás para siempre, porque las aguas del rio se han ido con la música a otra parte, para terminar desembocando en silencio en el océano Atlántico, allá en Oporto, ya en tierras portuguesas.

Algo parecido ocurre con el cuerpo humano. Lo que hoy es de una determinada manera, mañana será diferente y dentro de unos años no tendrá nada que ver con el presente actual. Porque resulta que nuestras células se reemplazan, por término medio, cada siete años, aunque haya algunas que cambien a diario, y otras cada mes, incluso alguna más remolona lo haga una sola vez a lo largo de nuestra existencia. Así que, cuando decimos que parecemos otro, no lo decimos porque sí, sino porque realmente somos otros, por mucha regeneración celular que hayamos administrado a nuestro cuerpo serrano. Y si cambia tan drásticamente nuestra composición física y química no digamos nuestra estructura mental, ya que nuestros conocimientos, nuestros sentimientos y nuestra mala leche cambian aún más rápidamente, en función de la experiencia vital de cada cual. Así que quien nos vuelva a ver hoy, tras unos cuantos años de ausencia, lo más probable es que le cueste trabajo identificarnos.

Al que más y al que menos le ha pasado alguna vez que, tras haber cerrado un acuerdo un par de minutos antes, ha llegado a comprobar, un par de minutos después, que el compromiso sellado por obra y gracia de la palabra ya no existía, porque la otra parte había cambiado de opinión. Y es que todo cambia. Nada es igual. Todo depende de cada circunstancia, de cada instante.

Por qué suceden esas y otras cosas, nos lo podemos preguntar cuantas veces queramos, como hacía el premio Nobel de literatura Bob Dylan, cuando cantaba "Blowin in the wind", pero siempre tendrán difícil contestación. Muchas preguntas, pero pocas o ninguna respuesta, porque las respuestas están en el viento, y el viento no se mueve por sí mismo, sino por la diferencia de presión, consecuencia de la diferente de temperatura. Por si no fuera suficiente, no todos los vientos son iguales. De hecho, cada uno tiene un nombre diferente, según su lugar de procedencia, así pueden llamarse de levante, de poniente, siroco, tramontana y otros cuantos más.

Y es que lo que hoy es blanco mañana puede ser de color de rosa o, tristemente, de color negro, y no sirve de nada hacerse a la idea de que hubiera podido ser de otra manera, porque las cosas son como son y no de otra forma. Porque la vida es como una película en la que en cada fotograma sucede algo distinto al anterior, y muy probablemente al siguiente. Y como las secuencias discurren muy deprisa, cuando la película toca a su fin más de una vez se nos ha olvidado lo que había pasado en determinada escena.

Menos mal que el disco duro que tenemos en el cerebro tiene una memoria que permite que visualicemos gran número de cosas que con anterioridad hayamos vivido, sin necesidad de tener que echar mano de la imaginación, ni de resignarnos a haberlas olvidado. A veces con tal nitidez que llegan a parecernos reales, tal y como eran, tal como éramos nosotros, con independencia de donde el viento haya soplado o dejado de soplar. Tal como éramos, como dice la canción "The way we were", compuesta por Marilyn Bergman (De la que siempre recordaré su nombre, Marilyn por la Monroe, y Bergman por Ingmar, el excelente cineasta del cine sueco) e interpretada por la gran Barbra Streisand.

Pues eso, que como el que no hace la cosa hemos pasado en un pispás de evocar el rio Duero a recordar a Ingmar Bergman, autor de la famosa trilogía "El séptimo sello", "Fresas salvajes" y "El manantial de la doncella". Habrá sido cosa del viento o vaya usted a saber de qué, o de quién. Quizás de Bob Dylan o de Barbra Streisand.

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