Opinión

Monte la Reina: de clavo ardiendo a echar raíces

Lo que quiere el Ejército de Tierra es que sus efectivos se conviertan en un elemento más de la vida cotidiana de la zona

La ministra de Defensa, Margarita Robles, visita Monte la Reina

La ministra de Defensa, Margarita Robles, visita Monte la Reina / José Luis Fernández

Hubo un tiempo en el que el cuartel de Monte la Reina era uno de los mejores embajadores de la provincia. Una etapa de servicio militar obligatorio que todavía recuerdan con nostalgia los empresarios zamoranos, especialmente en el sector servicios, merced a la dinamización de la actividad que ofrecían los jóvenes llegados desde todos los puntos del país y, por extensión, las familias que los visitaban en días de permiso. La vida se expandía más allá del campamento y de las maniobras; los soldados formaban parte del ecosistema de Toro, de su alfoz y también de la capital. Una población flotante que se desvaneció un mal día de 1997, cuando el Gobierno de España apostó por el cierre de las instalaciones poco antes de decretarse el fin de la mili. Este mal sueño podría terminar dentro de muy poco, en 2027, cuando se cumplan treinta años del desmantelamiento. Esa es la fecha que el pasado miércoles fijaba la ministra Margarita Robles para el regreso de los uniformados a orillas del Duero. La fecha del clavo ardiendo.

La titular de Defensa ha querido pisar el terreno para que nosotros, los recelosos zamoranos, como el apóstol Tomás, veamos y creamos. Entre tantas promesas en saco roto que esta provincia ha tenido que tragarse sin pan ni agua, es de justicia reconocer que Margarita Robles siempre ha creído en el proyecto de reapertura de Monte la Reina, se ha erigido como principal impulsora y ha cumplido con reiteradas visitas para dar cuenta a los ciudadanos de los avances, todavía a paso de tortuga, de una actuación llamada a convertirse en piedra angular del repoblamiento.

La tarde del pasado miércoles, con un tiempo de perros, la dirigente socialista se acercó una vez más al acuartelamiento, aunque en esta ocasión con un plan bajo el brazo: inicio de obras en 2026, edificios imprescindibles terminados antes de 2027, llegada de los primeros militares ese mismo año y conclusión de las dotaciones accesorias en 2029. Cuando este cronograma se cumpla, la provincia de Zamora contará con un cuartel militar de referencia para el Ejército de Tierra, en una situación estratégica dentro del corredor de la industria armamentística a través de la Ruta de la Plata y con un cultivo de empresas tecnológicas asociadas a la Universidad de Salamanca diseñando nuevas herramientas aplicadas a la actividad castrense.

Pero, además, Robles dio un dato que habla de las intenciones de este proyecto para permear en la provincia: se construirán unas instalaciones deportivas coronadas por un gran campo de hierba natural que Defensa pondrá a disposición de la sociedad civil de Toro y su alfoz para un uso compartido. Lejos de encerrarse, trabajar y volver a su lugar de origen, lo que quiere el Ejército de Tierra es que sus efectivos se conviertan en un elemento más de la vida cotidiana de la zona. Que los zamoranos vean su presencia como algo propio. Que los soldados formen parte de la comunidad, que traigan a sus familias, que sus niños se escolaricen y que su tiempo libre, de algún modo, recuerde al de aquellos mozos de la mili de antaño.

La alcaldesa de Toro, Ángeles Medina, reconocía en su entrevista de fin de año para este diario que uno de sus principales desvelos es el de encontrar un buen lugar para alojar a las familias de esos 1.500 efectivos que se instalarán en la provincia. Pero, con el mismo esfuerzo que la regidora demuestra en este empeño, debe la Junta de Castilla y León prepararse para un más que presumible traslado de cartillas sanitarias y un incremento de la matriculación escolar. Y facilitar el Gobierno de España el desplazamiento de toda esta gente a través de un servicio ferroviario reforzado y una buena conexión con la autovía A-11.

El Ministerio de Defensa ha conseguido lo más difícil, que era aterrizar un proyecto que en 2018 parecía otro bote de humo más. Ahora es necesario el empuje de todos por igual para enfriar ese clavo ardiendo y fijarlo bien sobre la tierra de Monte la Reina para que eche raíces.

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