Opinión

Aquellas fotos en blanco y negro

Aquellas fotos en blanco y negro

Aquellas fotos en blanco y negro

Hojeando un viejo álbum de fotos pudo darse cuenta, sin necesidad de poner a trabajar la memoria, cómo eran las cosas durante su infancia. Aquello de que "cualquier tiempo pasado fue mejor" era solo un decir, y salvo en mínimas ocasiones, poco susceptible de equipararse a algo cierto. Porque aquel álbum conservaba la huella indeleble de cómo era en realdad el marco por donde discurrieron los tempranos años de su vida. En una de aquellas fotos aparecía un niño en un cubo de zinc, donde su madre lo bañaba con delicadeza y amor. Porque en aquella casa solo se sabía lo que era una bañera a través de las películas. De manera que, con un caneco se extraía el agua caliente de la cocina económica, alimentada a base de carbón de piedra, para así paliar la frialdad del agua recién salida del grifo.

Así eran entonces las cosas y no de otra manera. Así que los que ahora suspiran por disponer en casa de un jacuzzi, con potentes chorros de agua a presión que acaricien sus cuerpos serranos, no debieron conocer aquello. Ni tan siquiera habrán tenido oportunidad de que alguien se lo haya contado. Porque de haber sido así, hoy darían gracias de poder asearse de manera gratificante, aunque sea sin chorros de agua a presión.

Otro tanto podría decirse de la calefacción, apenas inexistente en aquella época. Un simple brasero de carbón de cisco, bajo una mesa camilla, era todo con lo que podía contarse. De manera que podían tenerse las piernas calientes, pero la espalda muy fría, cosa que choca frontalmente con las calorías que ahora derrochamos. Una mesa cubierta con unas faldillas de tela lanosa, impedían que se escaparan en un pispás las escasas calorías que producía el brasero. En alguna de las fotos de aquel álbum, aparecía uno de ellos, con su correspondiente alambrera, así como la badila que servía para escarbar sobre el rescoldo de las brasas escondidas en las cenizas del carbón. En otras de ellas, naturalmente en blanco y negro, aparecía la inconfundible figura de la abuela, con su moño y su mandil de andar por casa, advirtiendo de que se tuviera cuidado con el brasero, no fuera a ser que alguien llegara a atufarse. Y es que aquella fuente de calor emitía monóxido de carbono a todo tiplén, comiéndose el oxígeno a toda velocidad, a poco que ajustaran bien puertas y ventanas.

Lo del brasero de cisco puede sonar a algo primitivo, pero, si se observara el cuadro de Julio Romero de Torres que tiene por título "La chiquita piñonera", se vería a una belleza de mujer sentada en una silla frente a un brasero, que llega a subyugar al espectador.

El paso del brasero de cisco al eléctrico, compuesto por resistencias sorteando los canales de una placa aislante de material cerámico, fue un apreciable avance, tanto por su limpieza y seguridad como por la comodidad que suponía ponerlo a funcionar, simplemente enchufándolo a la red eléctrica. También fue una solución para evitar que salieran "cabras" en las pantorrillas. No obstante, tenían el inconveniente de que se averiaban con demasiada frecuencia, cortándose o fundiéndose las resistencias. Pero ahí estaba una bella zamorana para recomponerlo. Lo hacía con rapidez en un pequeño local próximo a la iglesia de Santiago el Burgo. Miles de esas fuentes de calor resistieron el paso del tiempo, merced al buen trabajo de aquella eficiente electricista.

Del brasero eléctrico no había ninguna foto en aquel álbum, pero si otras, más o menos ajadas por el paso del tiempo, en las que podía verse un Nacimiento. Estaba compuesto de muy pocas figuras. Todas ellas de barro. A pesar de estar tomadas las fotos desde lejos, se supone que para que salieran en plano todas las figuras, podía observarse que a más de una le faltaba una pierna o un brazo, consecuencia del quita y pon de todos los años, lo que dejaba a la vista el alambre que le servía de esqueleto. Un camino cubierto de serrín, se abría paso entre tepes de musgo y yerba naturales. Y no faltaba el río y la estrella sobre el portal de Belén, ambos confeccionados con papel de aluminio, que por entonces era conocido como papel de plata. Porque, sin estrella, ni los pastores, ni los Reyes Magos eran capaces de orientarse.

Esa foto de haber sido tomada hoy, quizás hubiera captado la obesa figura de un hombre con la nariz roja, sugiriendo que "le había dado bien al morapio". En la foto actual, naturalmente en color, podría apreciarse que se trataría de un hombre disfrazado con un traje de color rojo y blanco calzando unas grandes botas. Un personaje importado del Polo Norte, que tienen como referencia en países más o menos lejanos, y que llaman Santa Claus, San Nicolás, o Papá Noel, según los casos. Aquí, a ese hombre barbudo de enorme barriga se le conoce por este último nombre, el de Papá Noel. Un personaje que practica una competencia desleal con respecto a los Reyes Magos a la hora de llevarles juguetes a los niños, ya que adelanta la entrega de los regalos al día de Navidad. Esa imagen foránea, creada por un conocido publicista, por encargo de la Coca-Cola, quizás pudiera ser la que justificara el poder decir, con cierta rotundidad, aquello de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". n

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