Opinión
Acción coral frente a la tiranía de la despoblación
Zamora ha perdido en el último año 534 habitantes y nunca antes un dato negativo fue recibido con tanto entusiasmo

Una mujer camina en un pueblo de la provincia. / Archivo
Zamora ha perdido en el último año 534 habitantes y nunca antes un dato negativo fue recibido con tanto entusiasmo. La merma del padrón en un millar de efectivos de media por cada actualización se había cronificado, de manera que esta reducción a la mitad es un soplo de aire fresco que inyecta moral en quienes trabajan para ofrecer soluciones al mayor lastre de este territorio. Hasta 81 municipios repartidos por toda la provincia han conseguido incrementar sus censos, con la capital a la cabeza, que ha ganado 247 vecinos. Es la primera vez que algo así ocurre desde 2008. Catorce largas anualidades en las que se han probado remedios de todo tipo: refuerzo de las infraestructuras, planes de retorno, subvenciones, alianzas e incluso la creación de un Ministerio para el Reto Demográfico. Y, pasado todo este tiempo, los brotes verdes de esta política coral comienzan a florecer.
Muchos pocos hacen un mucho. Por ejemplo, una decena de autónomos de otras comunidades han contribuido a reducir esta sangría demográfica en el último año al empadronarse en otras tantas localidades zamoranas, todas ellas en el medio rural, gracias al incentivo autonómico de entre 6.000 y 10.000 euros de subvención. Esta estrategia impulsada por la Junta de Castilla y León está enfocada a trabajadores por cuenta propia de fuera de la región que decidan trasladar su negocio con el compromiso de cambiar la sede social y también su condición de vecinos. El triunfo es por partida doble para los municipios, dado que engrosan sus censos y también reciben parte de esa riqueza generada.
Mantener vivos los pueblos es la clave principal para evitar que la provincia de Zamora caiga en una crisis poblacional sin retorno. Y, para ello, es fundamental la pervivencia de servicios básicos como son las comunicaciones, la sanidad y también el comercio. El área de Emprendimiento y Fondos Europeos de la Diputación Provincial de Zamora ha anunciado esta semana la creación de una ayuda directa para el mantenimiento de los bares de los pequeños municipios y la apertura de tiendas de alimentación en los mismos establecimientos. Esta medida está destinada a localidades de menos de mil habitantes, lo que beneficia a la práctica totalidad del territorio. Poder comprar un cartón de leche, un paquete de pasta o una lata de atún no es algo que entraría dentro de las grandes estrategias para el reto demográfico, pero sin duda resulta más efectiva para el ciudadano que debe conducir 20 kilómetros hasta el supermercado más cercano o tiene que pedir el favor por carecer de vehículo.
La provincia se apoya cada vez más en la inmigración como motor económico y social de una porción del oeste que se niega a languidecer
Menos sensibilidad demuestra, por el momento, un Gobierno central incapaz de atender las demandas de regiones que, como Castilla y León, necesitan un trato especial para llegar a todos sus ciudadanos en igualdad de condiciones. La Conferencia de Presidentes ha concluido sin consenso alguno y con la sensación, por parte de Alfonso Fernández Mañueco, de volver "con las manos vacías" en cuestiones clave como la sanidad. La propuesta de Moncloa apunta hacia una inyección de 323 millones de euros para mejor el sistema sanitario mediante herramientas de inteligencia artificial. Pero, resulta difícil pensar en robots que atiendan a una población eminentemente envejecida y dispersa en el territorio zamorano. Por el contrario, sí que existe una certeza que dicta que hacen falta 31 médicos de Atención Primaria a los que hay que pagar e incentivar para que trabajen en el medio rural y a los que los vecinos puedan consultar de manera presencial. La Junta de Castilla y León calcula que sufre una infrafinanciación de 395 millones al año para cubrir esta y otras demandas. Y todo apunta a que continuará padeciéndola.
Permitir que la gente viva donde quiera vivir, y no donde se vea obligada a vivir, es otra de las máximas del Ministerio para el Reto Demográfico. Sin embargo, el enunciado no casa con la última maniobra de Renfe. Mientras los zamoranos que residen la provincia pero trabajan en Madrid reclaman un verdadero tren madrugador para poder compaginar este modus vivendi, la operadora anuncia ese convoy tempranero, pero en sentido contrario. A partir de esta semana, un servicio partirá de la capital de España a las 6.15 horas en dirección noroeste, mientras que de la estación zamorana seguirá saliendo el primer coche con destino Madrid a las 7.41. La broma, además de ser de muy mal gusto, choca de manera frontal con esa cacareada "política transversal" para la lucha contra la despoblación en la que se iba a implicar a todos los ministerios.
Si Transportes no quiere saber nada de este problema, quien de verdad ha adquirido el compromiso es Defensa, que este pasado viernes ha adjudicado ya los trabajos para perimetrar y vallar el campamento militar de Monte la Reina como primer paso para su reapertura. La llegada de esos 1.200 efectivos con sus familias se espera como agua de mayo y este sí que puede ser el peso que decante la balanza del Padrón hacia el lado de la ganancia de habitantes de una vez por todas.
A ello debe contribuir también la industria, con los polígonos de Monfarracinos y Puerta del Noroeste a la cabeza. El primero tiene ya dieciséis empresas interesadas para su construcción, mientras que el segundo ha conseguido el visto bueno del Pleno de Benavente para iniciar los trabajos. La ciudad de los Pimentel es la que ha salido peor parada de la actualización de las cifras de habitantes. Lejos quedaron los tiempos del programa "BenaventeMil", cuando el sueño de alcanzar ese número de vecinos se tocaba con la palma de la mano. A día de hoy, son 17.246 los residentes. Dato menguante que este importante proyecto puede ayudar a voltear.
La provincia se apoya cada vez más en la inmigración como motor económico y social de una porción del oeste que se niega a languidecer. El saldo migratorio, que es la gente que llega menos la que se marcha, es hoy más positivo que nunca. Solo el pasado año se incorporaron al censo 1.329 personas desde el extranjero, con perfiles mayoritarios entre los 15 y los 49 años. Ciudadanos que llegan con aspiraciones de formarse y trabajar a una tierra que necesita quién la trabaje.
La incorporación de todos estos elementos en la misma coctelera ha dejado ver, por primera vez en mucho tiempo, unas estadísticas de población menos malas. Es el resultado de la acción de varios frentes contra un mismo objetivo. Una hoja de ruta a seguir en el futuro para conseguir dar la vuelta a la tiranía de las estadísticas demográficas.
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