Opinión | Editorial

Combatir la violencia de género, una responsabilidad de todos

Tomemos este 25N para reafirmarnos en un compromiso tan obvio como crucial

Manifestación contra la violencia de género

Manifestación contra la violencia de género

Desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy 1.285 mujeres han muerto asesinadas por sus parejas o exparejas en España, 64 de ellas en Castilla y León, de las cuales dos eran de la provincia de Zamora. Una cifra alarmante en sí misma, y que sin embargo no refleja la realidad completa de lo que es la violencia de género, de la que el asesinato es solo la punta del iceberg. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer publicada en 2019 por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, más de la mitad de las residentes en España mayores de 16 años han sido víctimas de violencia en algún momento de sus vidas por ser mujeres.

La violencia de género tiene muchas formas de expresión y a distintos niveles: desde la violencia psicológica y emocional de la que sufre abusos verbales por parte de una pareja que mina su autoestima o que la aísla de su entorno social, o la violencia económica de quien vive bajo el yugo de un hombre que controla todos los recursos financieros de la casa, a la violencia sexual de quien se ve coaccionada a mantener relaciones no consentidas con alguien que se cree con derecho a disponer de su cuerpo, hasta llegar a la violencia física que, llevada a su última consecuencia, termina en el asesinato; sin olvidar otras formas de violencia como la trata de mujeres, la explotación sexual, la mutilación genital femenina o la violencia vicaria. Todas ellas tienen en común que son consecuencia de la desigualdad entre hombres y mujeres, un problema estructural de una sociedad hija de un sistema patriarcal que durante siglos ha sometido a la mitad de la población.

Es un problema estructural, pero también transversal. La violencia de género la pueden sufrir mujeres de toda clase con independencia de su condición socioeconómica, nivel educativo, lugar de nacimiento o edad, y tanto en el ámbito rural como en el urbano. Del mismo modo que no existe un perfil de víctima, tampoco de maltratador. Un hombre que parecía un padre y abuelo ejemplar, y que era respetado por los vecinos de su pueblo en Francia, drogaba y violaba a su esposa de forma sistemática durante al menos nueve años, e invitó a hacerlo a otros 72 hombres, aparentemente tan normales y respetables como cualquiera. En palabras de Gisèle Pelicot, el juicio que ha sentado en el banquillo a 52 de sus agresores es el "juicio de la cobardía". El sistema judicial francés pretendía que el proceso ocurriese a puerta cerrada para proteger el anonimato de Gisèle, pero ella quiso hacerlo público para que sus violadores queden retratados como lo que son, y transformar la vergüenza que históricamente sienten las víctimas cuando quieren denunciar poniendo el foco sobre los verdaderos culpables.

La valentía consiste en no ponerse de perfil, proteger a la víctima, reprobar al agresor y denunciar para evitar que quede impune. La solución a un problema de tal calado que atraviesa a toda la sociedad requiere también de concienciación y esfuerzo colectivo, en unidad y firmeza

El coraje supremo de esta mujer recuerda la única actitud que corresponde adoptar ante cualquier manifestación sexista soportada en primera persona o conocida de cerca. La valentía consiste en no ponerse de perfil, proteger a la víctima, reprobar al agresor y denunciar para evitar que quede impune. La solución a un problema de tal calado que atraviesa a toda la sociedad requiere también de concienciación y esfuerzo colectivo, en unidad y firmeza.

En la primera línea está el sistema educativo, que tiene el cometido de formar a los hombres y mujeres del futuro en valores igualitarios.

Los medios de comunicación tenemos nuestra cuota de responsabilidad a la hora de dar altavoz a las víctimas de violencia machista para que relaten su realidad y hacer pedagogía para evitar que se sigan reproduciendo las desigualdades. Algo que es una bandera de esta cabecera. LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA trata de reflejar estos valores en sus páginas cada día, y también con proyectos específicos como 8M Mujer, una serie de reportajes que cada día 8 retratan historias femeninas de superación personal, convirtiendo simbólicamente todo el año, no únicamente el mes de marzo, en una fecha para dar testimonio de manera permanente y extender la celebración del Día Internacional de la Mujer. La última entrega relata paso a paso cómo una mujer se ve envuelta por un maltratador que acaba atrapándola en un matrimonio en el que ella sufre abuso verbal, psicológico, sexual y físico, y cómo logra salir de esa relación para disfrutar de una vida mejor.

A jueces y policías les queda por delante una tarea abundante para que las víctimas se sientan verdaderamente seguras a la hora de denunciar a sus agresores. Aunque se ha avanzado mucho, con la creación de juzgados específicos de violencia de género y unidades de mujer y familia en los cuerpos policiales, la mayoría de los casos de violencia machista nunca trasciende ni llega a traducirse en causas judiciales. Las apabullantes cifras de la citada macroencuesta que revela que una de cada dos mujeres en España sufre o ha sufrido violencia machista en algún momento de su vida contrastan con otros informes del Ministerio de Igualdad que reflejan que desde 2007 hasta hoy se han registrado poco más de 6.000 denuncias por violencia de género en Castilla y León, algo más de 300 en la provincia de Zamora.

Al resto de instituciones corresponde igualmente intensificar el trabajo que ya realizan para combatir la violencia machista. Un informe publicado esta misma semana por la Fundación Adecco, del que se ha hecho eco este diario, concluye que el 80% de las mujeres desempleadas que sufrieron acoso, palizas o golpes de su compañero identifica la falta de trabajo y la dependencia económica como la mayor barrera para pedir ayuda. En un país que dice tener un Estado del Bienestar la falta de recursos económicos nunca debería ser un escollo para que una mujer víctima salga de su situación.

El miedo a represalias, la dependencia emocional y afectiva, la vergüenza y el temor a no ser creídas son otras dificultades citadas por más de la mitad de las mujeres que han padecido esta lacra. Es tarea de todos acompañar a las víctimas para que se sientan seguras de dar el primer paso hacia una vida plena, que es abandonar y denunciar a su agresor.

Combatir la violencia de género implica tanto medidas inmediatas como cambios estructurales a largo plazo. Tomemos este 25N para reafirmarnos en un compromiso tan obvio como crucial: urge unir sin fisura alguna a la sociedad en el reto de desafiar rancios hábitos –a veces sibilinos, tan naturalizados que pasan desapercibidos– y construir una cultura de equidad y respeto.

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