Ponga un Fromago en su vida

Del nuevo, y reciente, éxito de Fromago se pueden sacar muchas conclusiones. Y quizás convenga hacerlo en frío, una vez que pasen unos días y vaya bajando, como es lógico, el impacto emocional y la subida de la moral que Zamora y los zamoranos hemos experimentado desde el jueves. Lo primero sería gritar en alto algo así como "sí, se puede; sí se ha podido y sí se podrá". Es decir, aprovechar lo mucho y bueno de ahora para sentar las bases de un futuro, al menos tan positivo. Y lo digo porque, a mi juicio, Fromago corre dos peligros: morir de éxito, dormirse en los laureles, y que alguien piense que no va a ser posible repetir lo sucedido. A pesar de nuestro histórico temperamento de no sacar fuera lo que llevamos dentro, por estos pagos somos muy dados a creer que ya está todo casi hecho y, al contrario, caer en el pesimismo y tirar la toalla cuando aún no ha comenzado el combate. Conviene, por tanto, estar alerta para que los árboles del triunfo no nos impidan ver el bosque de la situación, de los problemas, que haberlos, haylos y los habrá.

Cuando hoy paseen por Santa Clara, la Plaza Mayor o la Catedral y degusten o compren queso, no solo adquirirán o degustarán un manjar. También estarán invirtiendo en esta tierra

Los datos del Fromago 2024 son apabullantes. Recuerden algunos: más de 300 puestos de queso a lo largo de dos kilómetros por el casco histórico de la ciudad; 1.200 clases de queso; decenas de catas, de pruebas; túneles del queso, expectativas de superar los 300.000 visitantes… ¿Hay quién dé más? Muchos escépticos (que también haberlos, haylos) se preguntarán cómo ha sido posible en una tierra tan amodorrada, tan más dada a las quejas y a los lamentos que a las iniciativas y a las innovaciones. La respuesta no es sencilla, pero no puede explicarse sin dos claves: energía y unión. Entremos en la utopía: ¿qué habría sucedido si Zamora hubiese dedicado a todas las facetas tanta energía, ahínco y empuje como ha hecho con Fromago? Misterio, pero no hay más que ver cómo están nuestros pueblos y muchos sectores para contestar. Hemos dejado ir tantas cosas, empezando por la gente, por nuestros paisanos, que la situación es la que es y el futuro, bueno, santigüémonos, que decía mi abuela cuando iban a pintar bastos. Por eso, Fromago es un milagro. Tanto en su plasmación concreta, en lo de estos días, como en su gestación, en su capacidad para poner detrás empujando a todo el mundo. Y retorna la interrogación: ¿cómo ha sido posible?, ¿de dónde ha salido ese orgullo, ese sacar pecho por Fromago, si algo similar sólo sucede aquí con la Semana Santa? Otro misterio más.

Fromago también parece haber roto otra maldición bíblica de esta tierra: la desunión perpetua, las zancadillas cainitas, el ir unas instituciones contra otras en lugar de remar todas en la misma dirección. Algún día tendrán que explicárnoslo y explicárselo a la sociedad zamorana para que sirva de ejemplo y se pueda aplicar en otros menesteres. O sea, lo que se llama matar dos pájaros de un tiro: unidad de acción institucional y volcar toda la energía en un fin que repercuta positivamente en el bien común. Ya sé que quizás esté pidiendo un imposible, pero ahí está Fromago para demostrar todo lo contrario, que sí es posible.

El día que los responsables de la feria del queso hagan balance no deberían centrarse solo en los aspectos económicos, gastronómicos y turísticos, sino poner asimismo el acento en lo que Fromago está suponiendo para el ánimo y el orgullo bien entendido de Zamora y de los zamoranos, tanto los de aquí como los de la diáspora. Y resaltar la unión y el esfuerzo conjunto por encima de peleas internas, de recelos y también de victimismos, de infravalorarnos, a la ciudad, a la provincia y a sus habitantes.

Cuando hoy paseen por Santa Clara, la Plaza Mayor o la Catedral y degusten o compren queso, no solo adquirirán o degustarán un manjar. También estarán invirtiendo en esta tierra. Falta le hace y nos hace.

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