Opinión

Volver al cenáculo

Es la hora de regresar de corazón al Espíritu que Jesús nos envía

La realidad virtual permite entrar dentro de La Última Cena de Leonardo Da Vinci.

La realidad virtual permite entrar dentro de La Última Cena de Leonardo Da Vinci. / Ars Electronica Festival 2023

La historia de la Iglesia, desde comienzos del siglo pasado, ha estado caracterizada por la necesidad de volver a las raíces, a los inicios, a las vivencias de las primeras comunidades donde el Espíritu Santo actuaba de manera prodigiosa en el corazón de los creyentes. Desde Pentecostés, hombres y mujeres de barro como nosotros, saboreaban la frescura del Evangelio que salía al paso de dificultades, persecuciones y de la propia debilidad de los cristianos, haciendo presente al Resucitado que atraía a los lejanos por el entusiasmo que se respiraba en los recién nacidos a la fe, por la que muchos de ellos incluso daban testimonio del Señor con el derramamiento de su sangre. Algo que hoy sigue ocurriendo en el mundo.

¿Cuál es el secreto de toda esa Vida? El protagonismo absoluto del Espíritu Santo con el que Jesús nutre el corazón de la Iglesia. Una Iglesia naciente que respondía a la llamada de seguir al Maestro, no desde sus propios medios o sus solas fuerzas, sino desde la pobreza que acoge al Espíritu y se deja llevar por Él sin reservas. El Concilio Vaticano II plasmó la llamada a volver a los orígenes, como expresó directamente el Papa San Juan XXIII pidiendo a Dios "un nuevo Pentecostés" en la misma sesión inaugural. Pero, ¿por qué este retorno al cenáculo donde vino el Espíritu de Dios sobre María y los Apóstoles? Porque con el paso de los siglos, la santidad primera que Jesús regalaba se ha ido olvidando para convertirla en una especie de "conquista", haciendo de la vida cristiana un conjunto de normas y cargas. Lo que antes era un Don gratuito para todos (los Sacramentos, la oración, el amor fraterno, las virtudes, etc.) se cambió por un precepto que hay que cumplir. Solo los santos (los canonizados o aquellos otros más desconocidos "de la puerta de al lado") son los que conservaron la vitalidad original dejándose hacer por Dios, guiados por su Espíritu Santo y llenándose de Él. Sin Espíritu Santo, el cristianismo pierde su fuerza seductora para convertirse en un modo de vida rancio. Es más, Jesús queda como una reliquia del pasado y sus enseñanzas como un código ético insoportable.

Por todo ello es hora de volver al cenáculo; es la hora de volver de corazón al Espíritu que Jesús nos envía. Esto no es magia, sino la decisión de dejar atrás muchas adherencias que poco o nada tienen que ver con el Evangelio, que han hecho perder su frescura y han oscurecido a la Iglesia. Por tanto, se trata de "volver a nacer" dejando que el Espíritu visibilice a un Jesús vivo que sana, que libera, que hace nuevas todas las cosas. Solo desde el Espíritu no caeremos en el riesgo del formalismo, el intelectualismo, el inmovilismo, la ideología y la autorreferencialidad denunciadas por el Papa Francisco.

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