Opinión | Siete días y un deseo

Gracias por tu tiempo

Al verlo, quedé impresionado por el hermoso detalle

Biblioteca del Campus Viriato.

Biblioteca del Campus Viriato.

Comparto una historia muy especial. Sucedió el miércoles 10 de abril. A media mañana, me dirijo a la cafetería del campus universitario Viriato, en Zamora capital, donde había quedado con una trabajadora social de Argentina que anda por estos lares recabando testimonios sobre la práctica profesional del Trabajo Social, especialmente en el ámbito sanitario. La única información que tenía sobre ella me había llegado a través de un correo electrónico reenviado desde el Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, donde se imparte el Grado de Trabajo Social. En dicho correo figuraba la petición o, más bien, el deseo de entablar una conversación sobre lo mencionado más arriba. Como era lógico, respondí y accedí a su petición. A la hora fijada, los dos aparecimos en la cafetería del campus. Tras los saludos de rigor, comenzamos a hablar sobre lo que le había traído a España. La conversación fue muy interesante, de una duración aproximada de dos horas, donde salieron a relucir reflexiones, críticas, sugerencias, etcétera, sobre lo que se hace o debería hacerse en este campo tan relevante del Trabajo Social. Pero lo más sorprendente llegó al final. Cuando nos íbamos a despedir, de su bolso sacó un obsequio, con una nota, que decía: ¡Gracias por tu tiempo! Al verlo, quedé impresionado por el hermoso detalle y, de manera muy especial, por el significado tan profundo de las cuatro palabras que acababa de leer.

Al recibirlo, no pude por menos que darle un abrazo y expresarle que ese pequeño regalo tenía muchísima relación con la gratitud. Y también le confesé que el día anterior había leído un artículo sobre la importancia de la gratitud en la vida cotidiana, sobre cómo se estaban perdiendo las viejas costumbres de dar las gracias y lo relevante que puede ser un gesto tan barato para fortalecer los vínculos sociales entre las personas que forman parte de nuestros entornos más habituales pero también con ese larguísimo listado de semejantes que son desconocidos y que un día se cruzan en nuestro camino. Pueden ser cajeras o reponedores en un supermercado, personal de la limpieza en un hotel, colegio, hospital o caja de ahorros, camareros diurnos y nocturnos, expendedores de billetes de viaje, profesionales de la administración que se encuentran del otro lado de una mesa de atención al público, las vendedoras de lechugas, tomates, puerros, cebollas y patatas en la marquesina del Mercado de Abastos, el conductor del bus urbano y ese larguísimo etcétera de actividades que usted conoce sobradamente y que son desempeñadas por personas que, en muchísimas ocasiones, no escuchan de nosotros algo tan simple como: "Hola, buenos días", "Hola, ¿qué tal está?", "Muchísimas gracias", "Que le vaya bien". No olvidemos, por favor, que las palabras son la música de la vida y que sin esta música tan especial es muchísimo menos llevadera la vida cotidiana.

Suscríbete para seguir leyendo