Opinión

Con la fama no basta: la Semana Santa de Zamora tiene que ir a por la excelencia

Todas las piezas deben funcionar en equilibrio perfecto para ascender ese escalón que mantenga la distancia

Procesión de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte

Procesión de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte / Emilio Fraile

Zamora se ha ganado por derecho propio el lugar que tomará a partir de este domingo. Referencia nacional de una de las representaciones populares más importantes de cuantas se celebran en este país, la provincia aparta durante algo más de una semana los problemas que sacuden toda su estructura sociodemográfica los otros 355 días del curso. A nivel económico, el mantra sigue siendo que la Pasión sirve para salvar el déficit del resto de la temporada, entendiendo ese resto como el periodo de tiempo existente entre el Domingo de Resurrección de un año y el Jueves de Pasión del siguiente. Hoteles llenos, bares a rebosar, restaurantes sin mesa, venta de palmas, puestos de garrapiñadas, pipas en todos los quioscos y muchos refrescos para sobrellevar la espera a pie de acera. Todo gira en torno a una celebración que no tiene parangón y que arrincona a otras fechas clave del calendario como San Pedro o Navidad. Y, pese a todo, hay una pieza del engranaje que no termina de funcionar. Todo avanza alrededor, mientras aquí nada se mueve.

En 1982, la Semana Santa de Zamora entró en el olimpo de las celebraciones religiosas al recibir la declaración de Fiesta de Interés Turístico Internacional. Dos años antes, prácticamente inaugurando la categoría establecida por el Gobierno de España para distinguir manifestaciones de valores culturales y de tradición popular, consiguieron tal marchamo Sevilla, Málaga, Cuenca y Valladolid. Estas cinco ciudades se habían asegurado, por derecho propio, un sello que las catalogaba como algo diferencial, que merecía la pena ser visto y por lo cual era preceptivo hacer una visita. Lo más alto. Y, por lo tanto, se antojaba necesario devolver el esfuerzo para ofrecer un "servicio" de excelencia.

No hay mejor embajadora de esta provincia que su Pasión y sería difícil de perdonar que, en algún momento, pudiera abandonar ese lugar en el podio que tan solo ha de compartir con Sevilla

El pasado año 2023, la ciudad murciana de Cieza recibió el distintivo de Fiesta de Interés Turístico Internacional y se convirtió así en la trigésimo cuarta localidad española en obtener tal reconocimiento. La existencia de 34 representaciones de la Pasión con este distintivo de calidad habla muy bien de la riqueza cultural que atesora este país, aunque irremediablemente abarata lo que nació para ser exclusivo. El club de los cinco en el que un día estuvo Zamora es hoy mucho más numeroso y eso obliga dar un paso más para volver al lugar que nuestra Semana Santa debe ocupar.

A lo largo de los últimos años, ciudades próximas como Salamanca, León, Palencia o Ávila han comido terreno a la Pasión zamorana. También localidades de menor entidad demográfica como Medina de Rioseco o Medina del Campo. Si se amplía el mapa fuera de Castilla y León, se puede observar la progresión de las representaciones de Cáceres, Murcia, Ferrol, Cartagena o Hellín. El denominador común de todas ellas es que, año tras año, han ido incorporando novedades a sus hermandades, a sus desfiles procesionales y a todo el envoltorio que rodea, desde un punto de vista seglar, las distintas celebraciones.

Mientras miles de zamoranos vuelven estos días a su tierra esperando ver lo mismo que el año pasado, y que el anterior, y que hace cuatro décadas, la vecina charra no hace más que ganar adeptos merced a su cada vez más cuidada puesta en escena, León bate récords de hermanos en sus cofradías y Ávila, por ejemplo, incorpora elementos de la tradición andaluza para hacerse un hueco en el sobrio panorama castellano. Incluso Sevilla está introduciendo cambios en sus carreras oficiales para mover el árbol y buscar nuevas virtudes. Si bien hay que evitar tocar lo que funciona, por si acaso se rompe, también es cierto que nuevos puntos de vista siempre enriquecen.

El cacareado conformismo zamorano debe hacerse a un lado cuando se habla de la Semana Santa. Resulta preceptivo dar un paso adelante y convertir lo superior en excelencia. No hay mejor embajadora de esta provincia que su Pasión y sería difícil de perdonar que, en algún momento, pudiera abandonar ese lugar en el podio que tan solo ha de compartir con Sevilla. Para que tal cosa no ocurra, conviene agitar las listas de espera, dar voz a los más jóvenes, incorporar savia nueva en las directivas, trabajar mano a mano con la Diócesis y apostar por una entrada real y efectiva de las mujeres en todos los estratos de las cofradías. Todas las piezas deben funcionar en equilibrio perfecto para ascender ese escalón que mantenga la distancia conseguida a lo largo de décadas respecto a otras celebraciones. Y no hay otra forma de hacerlo que con la unidad.