Zamoreando

En vida

A Ricardo se le hurtaron muchos reconocimientos que no tardaron en aflorar una vez que nos dejó

Ricardo Flecha en su taller de escultura

Ricardo Flecha en su taller de escultura / Emilio Fraile

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Los reconocimientos, ya sean galardones, condecoraciones o trofeos, no están pensados para otra vida, sino para disfrutar de ellos en esta vida. Es loable y absolutamente positivo brindar reconocimiento a quien se esfuerza, a quien se supera y logra destacarse por encima de los demás. Entiendo que, esto de los reconocimientos, es un mecanismo adoptado por la sociedad que, de alguna manera, busca beneficiarse del esfuerzo y de los logros de sus integrantes, y brinda como forma de estímulo su reconocimiento a través de los premios.

Solía decir Hugo Sánchez, goleador y figura del Real Madrid en la segunda mitad de la década de los 80 e integrante de la "Quinta del Buitre" que "Los homenajes se hacen en vida". Los títulos póstumos son una manera de tratar de cumplir, de justificarse, es una forma de llegar tarde a decir: gracias. No me extraña que en muchas instituciones como la que otorga el Premio Nobel este poco menos que prohibido. De todos es sabido que este prestigioso galardón premia los avances más notables en los campos de la química, la física, la medicina, literatura, además de resaltar el mayor aporte a la paz alrededor del mundo. Es una tradición que completa 120 años (los primeros premios fueron entregados en 1901) y que ha galardonado a 930 personas. Sólo tres veces fue entregado de manera póstuma. Pero eso ocurrió después de que se había establecido, a partir de 1974, que ya no se entregaría un premio Nobel a una persona que hubiera fallecido antes del anuncio. Sin embargo, para ser honestos, cuando se anunció ese premio, el Comité del Nobel no sabía que el galardonado había fallecido.

Habrá quien piense que el título más valioso que se puede conseguir en esta vida es el de buena persona y ese título no lo conceden las universidades, ni las instituciones, sólo lo otorgan los valores. No obstante los reconocimientos están a la orden del día y es una forma de gratitud válida pero, repito, hay que hacerlo en vida, cuando se puede disfrutar del reconocimiento, cuando se puede compartir con la familia y los amigos, cuando se reciben los parabienes en primera persona.

Obviamente, a estas alturas el lector ha tenido que darse cuenta de por dónde van estas líneas. Efectivamente, van por el lado de una decisión que muchos, muchísimos zamoranos hemos calificado de "lógica y coherente". La decisión de Gertrudis Arribas, viuda de Ricardo Flecha de rechazar el Barandales de Honor a título póstumo. En vida, a Ricardo se le hurtaron muchos reconocimientos que no tardaron en aflorar una vez que nos dejó. Los mismos que criticaban sus tallas fueron los primeros en dedicarle loas… a título póstumo. Y eso no vale. A todos nos agrada que nos digan las cosas buenas, eso, en vida. Sólo que, en vida, a veces solo nos dedican las cosas malas, entendiendo por tales las críticas.

Tiene su lógica el rechazo de Gertrudis. Con ello, tampoco crítico a los que avalaron la entrega del Barandales de Honor al artista, sólo que llegaron tarde. En este caso no vale decir aquello de: "más vale tarde que nunca". Porque ya es nunca. Ya Ricardo no está entre nosotros. Ya no puede hacernos llegar sus palabras de agradecimiento que en sus labios serían pura poesía. En vida, por favor, los reconocimientos, los galardones, los panegíricos, en vida. No esperen a que la vida se escape para hacer mañana lo que bien pudieron hacer hoy

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