Adiós, Sodeza, adiós

La sociedad ha sido ineficaz para el desarrollo de esta provincia, como reconocen los técnicos

Laura Rivera

Laura Rivera

El día en que se celebraba en ciudades y pueblos de Zamora el entierro de la sardina para finalizar el carnaval, rememorando de manera simbólica la protesta del pueblo contra el inicio de los cuarenta días de obligada Cuaresma de ayuno y abstinencia de comer carne (la iglesia lo prohibió antes que un tal Garzón, exministro de consumo, y con más éxito), en la Diputación zamorana se celebraba otro entierro anunciado: el entierro de Sodeza.

Como la sardina de la ciudad de Zamora, que se resistía a ser quemada definitivamente en la Plaza Mayor –hasta el punto que tuvieron que ser los bomberos los encargados de prender el fuego cuando su tarea era prevenirlo y apagarlo en caso de riesgo– Sodeza se había resistido durante cuatro años a desaparecer, pese a que se votó su disolución en un pleno de enero del año 2020.

Y es que las tradiciones históricas son difíciles de cambiar porque están arraigadas profundamente en la sociedad: la Cuaresma en los siglos de influencia eclesial del catolicismo en las distintas formas de gobierno del estado español; y el caciquismo en las formas de gobierno de la Diputación zamorana, que a través de entes como Sodeza y otras zetas ha eludido la gestión pública regulada por la ley.

Mientras la sardina municipal del entierro se consumía gracias a las manos de los bomberos, Sodeza iniciaba su liquidación a propuesta de los que levantaron sus manos para votar su nacimiento hace nada menos que diecisiete años.

Lo que es extraño es que nadie haya derramado ni una lágrima en el funeral de Sodeza, que se ha querido enterrar en silencio político, sólo acompañado por los demoledores informes de los técnicos que dan la cara: la sociedad se disuelve «por imposibilidad manifiesta de cumplir el fin social»

Y hasta aquí llega la similitud entre ambos funerales. Porque mientras la sardina municipal era acompañada por plañideras que lloraban desconsoladamente por la muerte del pescado, en la Diputación todo era colgarse medallas por haber acabado con un ente inservible para el objetivo que fue creado: el desarrollo de Zamora.

O tal vez sí se mantiene la similitud. Porque los dos funerales no eran más que una parodia: uno de lágrimas como corresponde a una representación popular y conocida que no engaña; y el otro de lavarse las manos como Pilatos ante el fracaso del partido popular, para parecer que los que fueron el problema son ahora la gran solución.

O quizás no hubiera tanta diferencia entre ambos entierros. La Cuaresma no ha conseguido que en estos tiempos se coma pescado en lugar de carne, aunque sea más por el elevado precio de las humildes sardinas que por las campañas de alimentación saludable del exministro. Pero Sodeza todavía ha conseguido menos objetivos, porque pese a todo el dinero público invertido en construir polígonos industriales en los pueblos, no ha conseguido que se instalen esas industrias que son más raras en Zamora que la gastronomía de la Cuaresma, donde al menos se han colado desde hace años las truchas de nuestros ríos, y el bacalao a la tranca y los boquerones gracias a la sal de nuestros cocineros y cocineras.

Y a todo esto, os preguntaréis: ¿qué es Sodeza? Pues son las siglas de Sociedad para el Desarrollo de Zamora. Un desarrollo que, como se sabe, lleva más de cuarenta años en declive, y ha seguido cayendo pese a la ilusión, la pompa y las grandilocuentes palabras con las que se creó este ente. Palabras similares a todas las que llevan la zeta de nuestra inicial del final del abecedario para parecer que hacen algo por esta provincia.

Lo que es extraño es que nadie haya derramado ni una lágrima en el funeral de Sodeza, que se ha querido enterrar en silencio político, sólo acompañado por los demoledores informes de los técnicos que dan la cara: la sociedad se disuelve «por imposibilidad manifiesta de cumplir el fin social», que abarca desde la situación de Zamora que ha ido a peor (despoblación, paro, cierre de empresas, indicadores sociales de pobreza), hasta la actividad concreta del Vivero (no ocupado al 100%, con prórrogas porque no hay nuevos emprendedores), de los polígonos desiertos de los pueblos, y de la falta de contratación de un gestor. Porque en Sodeza se contrató un gestor.

¿Por qué no se ha reconocido abiertamente el fracaso de Sodeza? Pues claramente porque es el fracaso de un modelo de gestión política que pretende crear entes y sociedades interpuestas que utilizan el dinero público de todos para poder actuar con el dedo del caciquismo y la clientela en las contrataciones, al margen de las leyes estrictas de la función pública. Eso sí, con la disculpa de los grandes discursos que defienden la gestión eficaz de lo privado.

Así sucedió en Sodeza, que ha sido ineficaz para el desarrollo de esta provincia como reconocen los técnicos, pero permitió contratar un gerente y un director general a dedo durante cinco años (algún conocido político del PP), y alguna contratación más. Y gestionó un presupuesto exclusivamente de dinero público de hasta medio millón de euros en gastos, con menos control que si los hubiera gastado la diputación.

El silencio en el entierro político de Sodeza se explica porque, como la sombra del ciprés que es alargada, la de Sodeza también lo es. Y se extiende más allá de este ente hasta otros donde se sigue haciendo lo mismo, zeta incluida.

Como en Ifeza, que probablemente herede algunas competencias que antes tenía la fracasada Sodeza, y que sigue heredando una forma de gestión que permite contratar a un gerente a dedo, pagado con el dinero de todos los zamoranos.

Y eso pese a las desaforadas críticas que el actual presidente de la diputación vertió públicamente contra la gestión anterior de Ifeza, acusando a los gestores de falta de transparencia, porque él como diputado no se había enterado de los gastos exagerados anteriores a la campaña electoral. Y donde se había hecho un contrato de alta dirección al gerente, al que hubo que indemnizar con el dinero de todos los zamoranos.

Por un momento llegamos a pensar que también se iba a disolver Ifeza, tras su nefasta gestión y falta de transparencia. Pero no, no hay peligro: la sombre del caciquismo es alargada en nuestra diputación.

Por eso y en pura coherencia, la diputación ha dicho «adiós, Sodeza, adiós», a la vez que «bienvenido, míster Ifeza».

O como se dice en las monarquías respecto al rey, «El rey ha muerto, viva el rey», en Zamora voces dan en el real de la Diputación: ¡Sodeza ha muerto! ¡Viva Ifeza!

(*) Portavoz de IU en la Diputación

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