Zamoreando

La cola del roscón

Que se estiren un poco más con la sorpresita

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Ignoro si en el resto de ciudades españolas se ha producido el fenómeno vivido en Zamora las vísperas de Reyes y aún el propio día de la Epifanía del Señor. De haberse grabado en vídeo se hubiera hecho viral. En ningún medio, especialmente en las televisiones patrias, he visto referencia alguna al hecho. Por estos lares tampoco hemos estado muy atentos al fenómeno que podemos considerar como tal. Estoy hablando de las colas del roscón de Reyes, el dulce típico de ese día que a buen seguro no ha faltado en la mayoría de hogares zamoranos. Hablar de roscón y colesterol es prácticamente lo mismo, sobre todo si el relleno es de nata. Poco importa adquirir una o dos lorzas más o ensanchar las que ya se tienen, si el propósito de enmienda nos guía a todos. A partir del lunes, gimnasio y dieta. Ya lo veremos.

Las colas del roscón han sido, dependiendo de la pastelería de que se tratase, kilométricas. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. No recuerdo si, con respecto al año pasado, el roscón ha subido de precio, con la demanda que hay, no me extrañaría que los distintos obradores quisieran hacer el agosto en enero. Lo que es una vergüenza es que, por ahorrar, en un roscón grande entre una sorpresa tan diminuta, que a punto ha estado de causar un accidente por ahogamiento. Los pasteleros no pueden ser tan rácanos. No pretendo que coloquen billetes de veinte euros o más, como hacen por algunas latitudes, creo que en León, pero, ¡coñe!, que se estiren un poco más con la sorpresita. La han dejado reducida a la nada. Además, la alubia que este año han introducido, el que así lo hace que se apunte el comentario, parecía una pequeña pipa de girasol. El roscón va a menos en todos los órdenes y sentidos.

En algunos casos, incluso, la calidad del "bollo" ha bajado considerablemente y se ha adornado menos con frutas escarchadas que en años anteriores. ¿Para eso tanta espera? Menudo chasco se han llevado los clientes de cierto establecimiento. Luego está esa especie de ‘empoderamiento’ que, ante la demanda, sufren las vendedoras, que descuidan el trato y o se ponen bordes o directamente maleducadas. Que decepción y que fiasco a la vez.

No me extraña que los supermercados, cuyos roscones nada tienen que ver con los auténticos roscones, hayan incrementado sus ventas. Aquella máxima que recordaba: "El cliente tiene siempre la razón", ha debido quedar obsoleta ya que por menos que una protesta, es decir, por una objeción o un comentario, hay que ver cómo se ponen según quienes. Y no lo digo yo, que también, ha habido unanimidad en la consideración. La gente ha salido un poco escamada. Pero como la memoria es flaca y tienen que pasar muchos meses hasta el siguiente roscón, el próximo año seguiremos haciendo cola (quien la haya hecho), para poder rematar el Día de Reyes, con su típico dulce. Ese día no valen turrones, ni bombones, ni helados, ni pastas, ni cualquier otra golosina, ese día reina esa especie de atolón de dulce que provoca un entusiasmo sin igual.

Visto lo visto no sé si tanta espera merece la pena. El año que viene saldremos de dudas. Lo que sí sé, es que algún establecimiento en concreto, por lo de la sorpresa, la alubia y el carácter de alguna dependienta, ha perdido algún que otro cliente. Sólo la cola del roscón permanece.

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