Crónicas de un paso de cebra

Un hogar con lumbre continua

A los seres humanos, lo que nos hace felices, es festejar la vida

Concha Ventura

Concha Ventura

Parece ser que, a los seres humanos lo que nos hace felices es festejar la vida, porque el origen de la felicidad en esta sociedad que nos ha tocado vivir, se cree que surge de la fiesta.

Ya desde época muy antigua, se mezcló la esencia religiosa con la del consumismo, en lo que nosotros conocemos como Navidades.

Sabemos que uno de los fundadores de Roma, Rómulo, propuso un día agasajar a la diosa Strenia, diosa de la salud, la fuerza y la purificación, y para ello llevaron a su santuario ofrendas o presentes, que se llamaban strenas o albricias, solían ser unas ramitas del bosque, de olivo o laurel, tarritos de miel, higos secos, dátiles y lucernas o lamparillas rebosantes de aceite, como presagio de suerte, abundancia y felicidad. Del nombre de la diosa se deriva el vocablo estrenar.

Por otra parte, Macrobio fue un escritor latino pagano, que vivió entre los siglos IV al V y, aunque se sabe poco de su origen, sí consta que fue considerado un varón clarísimo e ilustre, adjetivos atribuidos a los personajes con rasgo senatorial, perteneciente a las altas esferas del imperio.

Una de las obras más interesantes que escribió se titula Saturnalia, consta de siete libros, que tal como puede verse en el prólogo, dedicó a su hijo Eustacio, el cual ocupó el cargo de Prefecto de Roma en el año 461.

La obra discurre en casa de varios aristócratas, que fueron personajes históricos reales, los cuales debaten fundamentalmente sobre la religión romana, la filología, la historia y sobre otros aspectos muy diversos de la vida. Destaca entre todos ellos, la explicación de la influencia de La Iliada de Homero en La Eneida de Virgilio.

El grupo analiza con nostalgia la pérdida del esplendor del Imperio a raíz de las invasiones bárbaras y la fuerza que está alcanzando el cristianismo, frente al paganismo.

Las Saturnales o fiestas de diciembre, que duraban una semana, para festejar el renacer del sol, el Natalis solis invicti, que ellos identificaban con el renacimiento del año, cuando se cumplía el solsticio de invierno, que en el calendario juliano –que rigió al imperio y a Europa durante siglos– se celebraba, curiosamente, el 25 de diciembre.

El título del libro hace referencia a las Saturnales o fiestas de diciembre, que duraban una semana, para festejar el renacer del sol, el Natalis solis invicti, que ellos identificaban con el renacimiento del año, cuando se cumplía el solsticio de invierno, que en el calendario juliano (que rigió al imperio y a Europa durante siglos) se celebraba, curiosamente, el 25 de diciembre, las cuales no sólo entroncan con la celebración de la Navidad, de forma pagana, por ese nacimiento del sol invicto, cuando los días comenzaban a tener más tiempo de luz , también, con las siguientes fiestas de los Carnavales.

La figura central de esos festejos era el dios Saturno, y estaban más cerca del carnaval y de la irreverencia que de otra cosa. En esos días todo estaba permitido, los amos pasaban a ser criados, y los esclavos amos, los esclavos podían llevar hasta el pilleus, un gorro exclusivo de los libertos.

Saturno era el dios del tiempo, de las cosas sobrenaturales y de la agricultura, y se intentaba por ese motivo tener al dios contento, por lo que nunca faltaba el vino. Se hacían también grandes banquetes populares en las calles.

En dichas fiestas de diciembre, a imitación de los presentes a la diosa Strenia, se adornaban las casas con ramas de árboles y velas, se hacían regalos como monedas, comidas, dulces, frutos secos, higos, dátiles y también figuritas, que se vendían en el mercadillo de la fiesta de las Sigillarias, que en la antigua Roma se hacían días antes de la Saturnales. Las figuritas podían ser de oro, plata o arcilla, se ofrecían a Saturno y también se regalaban a los niños.

El mito de las Sigillarias, según Macrobio, se relaciona con el décimo trabajo de Hércules, el cual, después de matar al gigante Gerión y de regreso a su país, con sus bueyes, echó al río Tíber el mismo número de esas estatuillas que el de los compañeros perdidos en el viaje, para que llegaran al mar, y la corriente devolviese sus cuerpos a la tierra natal.

Macrobio se quejaba a veces en esa obra, a través de algunos epigramas o breves composiciones poéticas, en los que se expresaba un pensamiento satírico festivo, de recibir regalos ridículos, como caracoles, un trocito de queso, aceitunas, una servilleta o una cuchara, cuando él hubiera deseado joyas, obras de arte, más esclavos.

El amigo de Macrobio, Marcial publicó un tratado dedicado a los regalos que podían tocar en los banquetes o fiestas a los invitados, titulado Apophoreta. Y Petronio en la Cena de Trimalción, dentro del Satiricón, narra cómo se ofrecían esos regalos en los banquetes, por un sorteo, donde un niño esclavo cantaba los premios, escritos en unas papeletas, que iba sacando de una urna. La risa y la sátira eran la base de los mensajes.

Entre otros había: "Una almohada: trajeron un medallón para colgar del cuello. Puerros y melocotones: recibió un látigo y un cuchillo. (…) Canal y pedal: se trajo una liebre y una zapatilla. Murena y letra: un ratón atado a una rana y un manojo de algas. (…) Nos reímos mucho tiempo".

Los romanos también tomaron de los griegos la fabricación de las tortas con almendras y miel, que se ofrecían a los dioses. La liturgia cristiana adoptó estas celebraciones pascuales como panis martius, pan de marzo o "marzapane".

En las fiestas de enero en honor del dios Jano se solían comer unos pasteles con forma de rueda parecidos al roscón. Ya en el siglo tercero aparece documentada una torta de este estilo que llevaba un haba dentro y quien la encontraba se aseguraba un año de felicidad.

Todas estas costumbres se extendieron por todo el mundo y por ejemplo, Polidoro Virgilio, un comisionado papal en Inglaterra, a principios del siglo XVI, señaló la conexión entre la tradición predominantemente inglesa de "El señor del desgobierno", que ocurría el día de Navidad, y la costumbre equivalente que se llevaba a cabo durante las saturnales. Ponían al frente del estado esos días a un tipo, que no tenía ni idea de cómo dirigir nada. Toda esta historia sigue teniendo una vigencia excepcional.

Pero lo más importante del libro de Macrobio, es un manual de vida en verso que nos dejó el autor dentro de esos libros, dedicado a su amigo Marcial, donde trata de lo que verdaderamente puede hacernos felices y aquí lo transcribo, por si puede ayudar a algún despistado en estos tiempos que corren, de enfrentamientos, odios, guerras, divisiones provocadas por políticos, muchos de ellos ineptos, ególatras, consentidores, mentirosos y corruptos, que es donde radica el verdadero germen de todas las desdichas.

"Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra de cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con la suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día".

Desde aquí les deseo a todos feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.

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