Escalera hacia el cielo

La venganza del campo

El libro del exministro Pimentel anticipa un futuro sin campesinos: alimentos más caros y made in Marruecos

Imagen cosecha

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Bárbara Palmero

Bárbara Palmero

Aún no es 22 de diciembre, el día de la lotería, tradicionalmente la fecha en que empieza la Navidad, el solsticio de invierno, festividad de Yule para los paganos del norte de Europa, y mis ovejas están ya a buen resguardo en sus cuarteles de invierno.

En el llano zamorano, con las tierras de labor sembradas, los barbechos amarillos por el glifosato y las alfalfas requetecomidas, no queda apenas comida en el campo que pastorear. Es la época de vacas flacas, cuando las ovejas llaneras hibernan, y hay que tirar del forraje segado.

No sucede lo mismo en la Zamora de montaña. Allí ahora es época de vacas gordas, con los montes cubiertos de bellotas y castañas y los rebaños engordando con el rebusco. Es lo fascinante de la vida en el campo, que, el manejo de las ovejas sea tan diferente, incluso en la misma provincia.

Cuando se trabaja en simbiosis perfecta con el medio natural, un país tan chico como España, pero tan diverso en orografía, vegetación, tipología de suelos, ecosistemas terrestres y acuáticos, climas, favorece que el oficio de pastor cambie de una estación a otra, de una región a otra.

Cambian las estaciones, cambian los tiempos. Y no siempre a mejor.

Leo la noticia del robo en la quesería familiar de El Beato de Tábara, y me inunda el desánimo y la impotencia. Tanto trabajo, energías empleadas, esfuerzo, tiempo dedicado, tanto sacrificio, para que venga el lobo de dos patas a hacer de las suyas.

Los campesinos no son hermanitas de la caridad, son profesionales que hacen su trabajo por dinero. Pero producir alimentos también implica una enorme responsabilidad

Si se deja la nave abierta para que entre el sol con dientes invernal, puede que venga el zorro y se lleve algún corderito. Es el peaje que hay que pagar por vivir en el rural. Se cierra la nave y asunto resuelto. Pero el lobo de dos patas no es la raposa. El lobo de dos patas no roba por hambre.

Sigo leyendo sobre robos de cosechas de fruta, huertos, partidas de corderos o queserías… Y lo pongo en relación con el futuro sin campesinos que prevé el escritor, editor, ganadero, y exministro, Manuel Pimentel, en su obra "La venganza del campo".

Un libro con el subtítulo: ¿Por qué el sector primario es pisoteado y perseguido por la misma sociedad a la que da de comer? Y que sentencia que: "El campo se vengará, al modo bíblico, con escasez y brutal encarecimiento de los alimentos, de la sociedad que lleva décadas despreciándolo.

Discrepo del análisis que realiza el autor. Pimentel es fiel defensor del capitalismo global cuando muestra su cara opulenta, pero cuando enseña los dientes y muerde ya no le gusta tanto. Y entonces, en lugar de criticar el sistema económico, culpa al factor humano que vive y trabaja en las ciudades.

No es el mundo urbano el que antepone el cuidado del medioambiente al buen funcionamiento del sector primario. Es el propio sistema económico el que lo hace. Mediante la torticera estrategia financiera de un capitalismo verde que reporta cuantiosos beneficios.

Es ese mismo liberalismo financiero, que defiende el exministro, quien crea las necesidades del mundo urbano. El capitalismo global ordena comer aguacates, y España se convierte en un país de 48 millones de comedores de aguacates, con un rural infestado de regadíos que produzcan aguacates para consumo propio. Y para exportar.

Pero, cuando ese gasto excesivo de agua para producir tomates en invierno, olivos en intensivo o Macpollos, agota los acuíferos y obliga a restringir el consumo de agua en las ciudades, el autor echa la culpa a los tontos de ciudad, que son tan ecologistas que eligen vivir de espaldas a la naturaleza.

Tampoco el rural son los buenos de esta película. Cierto que los campesinos, como cualquier otro profesional, no son hermanitas de la caridad, y desarrollan su labor no por amor al arte, sino para ganar dinero. Pero también es verdad, que producir alimentos supone una enorme responsabilidad.

Y el rural antepone ganar dinero a aceptar responsabilidad alguna.

Con respecto al vaticinio que hace Pimentel, de una próxima España con los alimentos a precio desorbitado, los estantes llenos de calabacines made in Marruecos o naranjas de Surafrica, y nuevas plagas de robos en el campo, me pronuncio como materialista empírica.

Me debo a las evidencias. Unas evidencias que demuestran que cinco grandes corporaciones están comprando tierras de labor en todo el mundo, para así acaparar alimentos y especular con el precio. Unas evidencias que demuestran que otras multinacionales están comprando tierras de labor para dejar de sembrarlas y ponerlas a producir energía ecocapitalista.

Así que discrepo, pero recomiendo "La venganza del campo" como lectura navideña. Imposible discrepar de la trilogía de "El señor de los anillos", muy recomendable como relectura siempre. Spoiler: Gandalf también prevé que una gran oscuridad se cierne sobre La Tierra Media...

(*) Ganadera y escritora

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