Opinión

Los 300 de las Termópilas y el Ateneo de Madrid

La batalla fue la prueba de que el espíritu humano puede elevarse por encima de sí mismo

Leonidas en las Termópilas

Leonidas en las Termópilas / Jacques-Louis David (1748-1825) Musée du Louvre

En lo profundo de la historia antigua se encuentra una gesta que ha resistido el paso implacable del tiempo, una gesta que ha dejado su marca en la memoria colectiva y ha inspirado a generaciones enteras. Hablo de la épica batalla de las Termópilas (año 480 a.C.), donde trescientos valientes soldados griegos se enfrentaron al poderoso ejército persa con un coraje y determinación inigualables.

El escenario era desafiante y adverso. Las Termópilas, un estrecho desfiladero entre las montañas y el mar, fue el lugar elegido por el rey Leónidas de Esparta para hacer frente a la invasión persa liderada por el temible rey Jerjes con sus 200.000 soldados. La superioridad numérica de los persas era abrumadora, pero Leónidas y sus hombres no se amilanaron ante tal desafío.

Los trescientos espartanos, acompañados por algunos aliados de otras ciudades-estado griegas, comprendieron que su misión no era solo proteger sus tierras, sino salvaguardar el espíritu de la libertad y la autonomía. Eran conscientes de que se enfrentaban a una lucha desigual, pero su espíritu guerrero y el compromiso con sus ideales les dieron una fuerza sobrehumana.

Día tras día, los espartanos se mantuvieron firmes en su posición, resistiendo los embates de las hordas persas. Con una disciplina implacable y un entrenamiento ejemplar los griegos lograron frenar el avance persa.

La fama de los trescientos comenzó a resonar en todo el mundo conocido. Sus hazañas y su feroz resistencia se convirtieron en leyenda, inspirando a aquellos que los escuchaban. Su sacrificio y coraje mostraron al mundo la grandeza del espíritu humano y la fuerza de la voluntad.

La batalla de las Termópilas se convirtió en un símbolo de resistencia y valentía, una prueba de que incluso en las circunstancias más adversas, el espíritu humano puede elevarse por encima de sí mismo. El eco de los trescientos resonaría a través de los siglos, recordándonos que el sacrificio y la dedicación a una causa justa pueden trascender el tiempo y dejar una huella indeleble en la historia. La gesta de las Termópilas se convirtió en un faro de esperanza y en una muestra de la grandeza del espíritu humano.

Hoy, su memoria perdura como un recordatorio de que, a veces, la grandeza no radica en la victoria, sino en el coraje de enfrentarse a la adversidad con honor y determinación.

Viene a colación esta página de la historia clásica con la nueva derrota sufrida por el actual presidente del Ateneo de Madrid en su intento de imponer un nuevo reglamento que fue rechazado en votación celebrada el pasado 30 de mayo y que contó con la desaprobación de 305 socios del Ateneo, es decir más de un 40% de los votantes, superior al tercio de minoría de bloqueo que exige el actual reglamento.

La fama de los trescientos comenzó a resonar en todo el mundo conocido. Sus hazañas y su feroz resistencia se convirtieron en leyenda, inspirando a aquellos que los escuchaban

Estamos muy satisfechos estos 305 "consocios de las Termópilas" por el hecho de haber conseguido frenar el segundo intento de asalto al vigente reglamento por parte de las "hordas de Jerjes".

Sí señor, somos "los de siempre", como despectivamente nos denomina el actual presidente, los que hemos conseguido defender y salvar el reglamento vigente que pensamos y creemos firmemente que representa y asegura los valores de esta "docta Casa" que unos recién llegados pretenden eliminar para sustituirlos por principios sectarios, interesados y mercantilistas.

Y para prueba de lo anterior basta ver en las últimas semanas al presidente del Ateneo de Madrid corriendo como pollo sin cabeza por los distintos platós de televisión y de radio para anunciar la conveniencia y ventajas para la ciudadanía de votar a determinada opción partidista (ver artículo publicado el 4 de mayo pasado en el diario "El País" con el título "Anatomía del antisanchismo"). Nunca se vio en la historia del Ateneo tamaña actitud y desvergüenza.

La utilización de la presidencia del Ateneo de Madrid para fines personales y peor aún partidistas es la peor de las noticias que nos ha deparado Luis Arroyo en sus dos años de caótica presidencia de esta bicentenaria institución: administración desleal, gestión opaca, violencia verbal en las juntas generales de socios con insultos y humillaciones a socios veteranos, que sonrojarían a cualquier ciudadano con el mínimo de sentido común.

Sus desatinos han llegado al extremo de que incluso uno de los consejeros de la cadena pública de televisión ha propuesto vetarle en los debates en los que interviene como tertuliano debido al contenido tóxico de las opiniones que vierte, sin olvidar que hace un par de meses fue descartado como asesor de comunicación de una de las candidatas al Ayuntamiento de Madrid.

A la vista de todo lo anterior estamos pues muy orgullosos de ser los "305 de las nuevas Termópilas del Ateneo de Madrid" y parar las iniciativas de Luis Arroyo, que como un Jerjes redivivo pretende llevar a esta noble y bicentenaria institución a unos niveles de sumisión y miseria intelectual que no merecemos.

(*) Presidente Liga Española Pro Derechos Humanos

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