La generosidad, magnífica aliada del realismo

Por un entendimiento obligado

Feijóo, ayer, en el comité de Dirección del Partido Popular

Feijóo, ayer, en el comité de Dirección del Partido Popular / Chema Moya

Carlos Domínguez

Carlos Domínguez

El papelón que tiene por delante la derecha a la espera de las generales es de cuidado. Por una parte, no cabe dilapidar el triunfo arrollador en las autonómicas y municipales, desde iniciativas a nivel regional y local que pudieran decepcionar a la ciudadanía convocada de nuevo a las urnas. Por otra, es imprescindible un elevado, diríase elevadísimo grado de responsabilidad, a la hora no ya de llegar a acuerdos puntuales para facilitar mayorías y gobiernos, sino de sentar las bases de un programa común, a pergeñar durante las próximas semanas por las dos fuerzas con posibilidad de desalojar del poder a un socialcomunismo hermanado con el separatismo. Tiempo, pues, crucial a todos los efectos.

Sería una calamidad que por intereses egoístas, bien personales o de organización, unos y otros malograran el rotundo e inequívoco aval de la ciudadanía

La dificultad radicará sin duda en lo segundo, como se ha demostrado allí donde Vox participa del gobierno hasta ahora en papel de comparsa del PP, al frente de ejecutivos más o menos coaligados dentro del ámbito regional. Castilla y León es un lamentable ejemplo de inanidad y falta de pulso político. Visto lo cual, la derecha conservadora a raíz de las elecciones celebradas y las por venir tiene ante sí un reto decisivo, al margen de tácticas e intereses partidarios. Abordarlo requiere habilidad junto a una clara fijación de la posición de ambas formaciones, con el entendimiento de Feijóo y Abascal en calidad de figuras llamadas a liderar el rumbo de la política española. Pero exige también actitud generosa, en aras de una altura de miras que, atendiendo a la presente coyuntura, sobrepasa la dimensión tanto personal como de aparato que suele prevalecer en el día a día de la política práctica.

Generosidad que se tendrá por la mejor aliada de un sano realismo, permitiendo la convergencia de la derecha de cara a un sólido proyecto democrático y nacional, capaz de trascender más allá de los futuros comicios lo que pudiera juzgarse mera alternancia, simple cambio de cromos de la partitocracia en sus habituales y nada ejemplares actuaciones. Sería una calamidad que por intereses egoístas, bien personales o de organización, unos y otros malograran el rotundo e inequívoco aval de la ciudadanía, en la línea de lo que no ha mucho sucedió con la mayoría absoluta de Rajoy, arrojada por la borda a causa de la conducta cobarde de un PP ejerciendo de fuerza hegemónica. Confiemos, aunque tratándose de política y políticos, probablemente sea esperar demasiado. Se verá a no tardar el 23-J.

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