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La tumba del Padornelo

CARTAS

"Túnel doce, túnel doce,/ túnel de mucha largura,/ que a más de cuatro mil hombres/ tú les has dado sepultura./ Túnel doce, túnel doce,/ túnel de la boca negra,/ la perdición de los hombres/ de la juventud gallega" (Copla popular entre los carrilanos).

Aquellos hombres que con sudor, y muchos de ellos con su propia vida, que trabajaron en la construcción de la vía férrea de Puebla de Sanabria a la provincia de Ourense, se les han conocido como "carrilanos".

Tal vía fue una descomunal obra de ingeniería civil en los primeros años del siglo XX. Durante la Dictadura de Primo de Rivera se decidió buscar una comunicación más corta desde la meseta castellana al puerto de Vigo, para el transporte del pescado. Y se eligió un camino de difícil acceso orográfico. Las dificultades comenzaron al llegar a Puebla de Sanabria: salvar las portillas del Padornelo y la Canda. Había que horadar 80 túneles, a pico y pala, y barrenos de dinamita.

La ingente cantidad de recursos económicos llevó a ralentizarse la obra durante la II República, que no la consideraba prioritaria. Luego vendría la paralización del proyecto ferroviario por mor de la Guerra Civil. No solamente había escasez de recursos económicos, sino, también de mano de obra, al movilizarse los hombres para la contienda bélica.

Terminada la guerra el proyecto alcanzaría un nuevo impulso, al incorporar a los trabajos a prisioneros republicanos, por la llamada redención de penas por el trabajo. Pero los medios mecánicos seguían siendo los mismos: pico, pala y dinamita. Se habla de 15.000 trabajadores empleados en la obra y calculándose en 12.000 los muertos, debido a las malas condiciones de trabajo. La mayoría víctimas de la silicosis, y sin olvidar que muchos de los prisioneros eran profesionales liberales, que no habían visto siquiera un azadón en su vida.

La fase más dura de la construcción fue la horadación del túnel del Padornelo, entre Requejo y Lubián. Se llegó a hablar de 4.000 muertos en el citado túnel, llamado túnel doce, con una longitud de 6 kilómetros.

Hoy aquel viejo túnel es ya recuerdo. Un recuerdo que me obliga a rendirle un homenaje a aquellos carrilanos hercúleos, que nos abrieron una puerta para comunicarnos con nuestros hermanos zamoranos. Una vía que trajo mi mayor regalo de boda y mi vida: mi compañera zamorana Carmen, hija de un ex ferrocarrilero de esa vía. Vía que me permite caminar por una meseta infinita ir en búsqueda del horizonte, como en la utopía de Eduardo Galeano.

Abelardo Lorenzo

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