La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

Con la muerte en los talones

El veneno no viene del cielo en forma de avionetas, vive en nuestra cocina y lo ingerimos con la comida

Supuesto 'chemtrail' LA OPINION

Mayo mojado, del barbecho hace prado, o hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, reza el refranero. Esa inagotable fuente de sabiduría popular, que no se basa en algoritmos majaras, perros robóticos a los que dan ganas de enterrar en un montón de estiércol, o empresas tecnológicas que son megatendencia en bolsa, si no en la pura observación y el buen juicio.

Ese buen juicio que hemos perdido con tanto Telegram, TikTok y autotune.

El buen juicio, y la memoria. Porque casi nadie se acuerda ya de la trama corrupta de los regionalistas catalanes y la famiglia Pujol. Veintitrés años decidiendo quien puede gobernar o no en La Moncloa es lo que tiene. Que uno de los hijos de la saga evade cuatro millones de euros en un año, y aquí paz y después gloria.

La clase política, la justicia, los empresarios, la banca, la prensa, todos menos el pueblo soberano, sabían lo que se estaba cociendo, y nadie dijo ni hizo nada al respecto. Miraron para otro lado, y se taparon la nariz para evitar la peste a cloaca. Normal, se jugaban la paguita.

Ya lo dejó claro, cristalino, el patriarca en su declaración ante el Parlament: "Si tocan una rama del árbol, caerán todas las demás", también los nidos, los pájaros, las hormigas, y hasta los pulgones. Verbigracia, si él caía, se iba p’al carajo el sistema entero. Y efectivamente, no cayó.

Luego le tocó el turno al anterior jefe del Estado, el del living la vida loca. Era bien conocido por todos los poderes de la nación, que era un vivalavirgen, un zangolotino que iba de español y muy español, cuando en realidad se limitaba a trabajar exclusivamente en beneficio propio. Otro que tampoco cayó. Y no sólo eso, sino que además de seguir manteniendo el dinero en Suiza, disfruta de unas vacaciones perpetuas en Dubái.

Ahora les ha llegado el turno a los regionalistas euskaldunes. Son muchos y variados los libros de investigación que destapan el tremendo entramado corrupto de los del cupo vasco. Los mismos a quienes tanto gusta compararse con kurdos, palestinos y demás pueblos sin estado. Y sin privilegios forales.

El proceso será el mismo. Cuando alguno deje de cobrar su sobre lleno de billetes, denunciará, y se destapará el escándalo. Y descubriremos otra vez, que todos lo sabían, y nadie hizo nada por remediarlo. Porque cada nueva legislatura, el PNV es quien entrega las llaves del palacio presidencial. Así que, no conviene que se enojen.

Antes de 2030 la industria agroalimentaria, como también tuvo que hacer la tabaquera, estará pidiendo perdón a la población por las enfermedades que está causando

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Algo parecido sucede con la polémica de las chemtrails. Esas estelas que deja todo lo que vuela gracias a la combustión de queroseno, y que tienen dividida a la población. Unos creen que son responsables de la pertinaz sequía, mientras que otros defienden que nos están fumigando con agentes bioquímicos, y de ahí el alarmante ascenso de patologías graves.

Cada leyenda urbana, cada paranoia conspiratoria contiene una parte de realidad. El conde Drácula tenía su origen en Vlad Tepes, un ser insaciable a la hora de derramar la sangre ajena. Las chemtrails tienen su parte real en el drama de los sojaleros suramericanos.

En el continente americano prevalece el latifundio. Fincas inmensas que se labran a tractor pero se fumigan con avioneta. Desde el siglo pasado, hay pruebas concluyentes de que los peligrosos pesticidas con los que se fumigan los campos de soja son responsables directos del aumento de cánceres, abortos, muertes prematuras y malformaciones en fetos.

El drama de los sojaleros es real. Las chemtrails son reales. Lo que resulta inexplicable es que la población crea que el peligro viene del cielo en forma de avionetas, como le sucedía a Cary Grant en Con la Muerte en los Talones, antes que reconocer que el veneno convive con nosotros en nuestras cocinas y lo ingerimos a diario en forma de comida.

Según un último estudio, uno de cada tres alemanes tiene glifosato en sangre. El glifosato deprime el sistema inmunitario e interfiere con diferentes medicamentos, impidiendo por ejemplo que se asimilen los antibióticos. Así y con todo, seguimos usando y abusando de pesticidas, herbicidas e insecticidas que se acumulan en el aire, los suelos, las fuentes de agua externas e internas, y en los alimentos que metabolizamos y que van a parar a nuestro torrente sanguíneo.

Todo ello cuenta con el beneplácito de nuestros políticos, empresarios de la alimentación, sindicatos y cooperativas agrarias. Y de la sacrosanta Unión Europea, que sigue anteponiendo los benéficos económicos de Bayer-Monsanto, Corteva, Syngenta y BASF por encima de la salud de los europeos. Por ello ha prorrogado nuevamente el uso de glifosato hasta el 2024.

La clase política y la prensa eran buenos conocedores de las tramas corruptas de los catalanes, y del rey. Como tienen constancia de la trama corrupta de los vascos. Del mismo modo, agricultores y ganaderos, el sector agrario al completo sabe las terribles consecuencias para la población y los ecosistemas que acarrea el uso y abuso de semillas mejoradas en laboratorio, toda la gama de agrotóxicos y fertilizantes químicos.

Basta con leer el envase de cualquiera de estos productos para comprender por qué los científicos han dictaminado que hemos superado el Antropoceno, y nos encontramos en la era de la extinción

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Basta con leer el envase de cualquiera de estos productos para comprender por qué los científicos han dictaminado que hemos superado el Antropoceno, y nos encontramos en la era de la extinción. Y si no, ahí está de nuevo la sabiduría popular basada en la pura observación y el buen juicio.

Los agricultores y ganaderos llevan años comprobando que el contacto directo con pesticidas provoca más casos de cáncer y otras patologías severas en la población rural que en la población urbana. Pero el dinero mueve el mundo. El dinero es lo único que importa.

Y será el dinero el que lleve a abogados intrépidos a interponer demandas multimillonarias contra las empresas del sector alimentario. Por lo que antes de 2030, como sucedió en su momento con la tabaquera, la industria alimentaria estará pidiendo perdón a la población por las enfermedades que está causando.

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