DESDE LOS TRES ÁRBOLES

De autonomías, fiestas y aquelarres

Sobre el sentido de Villalar y el incumplimiento del Estatuto de aquellos que juraron defender

Eduardo Ríos

Eduardo Ríos

Cuando en aquel amanecer primaveral Padilla abandonó el castillo y salió de Torrelobatón al frente de su ejército soñaba para su tierra una gobernanza libre de injerencias extranjeras y parecía confiado. Poco podía imaginar que se dirigía al cadalso.

De autonomías, fiestas y aquelarres

De autonomías, fiestas y aquelarres / Eduardo Ríos

Lloviendo como estaba no parecía prudente aquel desplazamiento hacia Toro, sin embargo, las tropas del emperador Carlos aguardaban en Peñaflor de Hornija y urgía buscar refuerzos cuanto antes. No le dieron tiempo. El enfrentamiento con las fuerzas imperiales, perfectamente pertrechadas y muy superiores en número a las de la Junta Comunera, se produjo el día 23 de abril de 1521 en las campas de Villalar y fue una masacre. Duró toda la tarde y cuentan que, al ponerse el sol, sólo se oían los ayes y las plegarias de quienes pedían clemencia antes de ser rematados. Sus tres capitanes, Padilla, Bravo y Maldonado, fueron decapitados al día siguiente. Allí mismo y sin demora. El sueño había terminado...

Mucho tiempo después, en torno al año 1976, grupos de izquierdas se concentran en los mismos pagos donde sucedieran tales hechos reivindicando el espíritu comunero. En plena transición política se trataba de exteriorizar sus inquietudes autonómicas y apenas eran unos cientos, pero el Estatuto de Autonomía castellano y leonés aprobado en el año 1983 estableció que la fiesta oficial de la Comunidad fuese el 23 de abril a todos los efectos y, desde entonces, su número ha ido aumentando año tras año.

Así fue como lo que empezó siendo una concentración minúscula a la que las autoridades gubernativas miraban con recelo ha derivado en una fiesta popular que cada año reúne en las campas de Villalar de los Comuneros a miles de personas en una explosión de color con fondo de gaitas, tamboriles y dulzainas. Durante la mañana se recuperan coplas y a mediodía se almuerza arroz a la zamorana en un ambiente distendido y festivo. Se come queso de oveja, embutidos y pimientos de la tierra, se bebe ese vino rojo y con carácter que alegra el corazón y se bailan jotas durante toda la tarde. La gente juega a sentirse por unas horas comunera y se hacen ofrendas florales en la plaza del pueblo entre el ondear multicolor de los pendones y estandartes. Un día para el recuerdo, sin duda. Sin embargo, nuestros políticos no debieran olvidar el carácter simbólico de la fecha.

La fiesta nació para crear entre los castellanoleoneses el sentimiento autonómico del que otros hacen gala y que nuestra Comunidad nunca tuvo o, lo que es lo mismo, para fomentar el orgullo de pertenencia a un pueblo

Más allá de su carácter lúdico, la fiesta nació para crear entre los castellanoleoneses el sentimiento autonómico del que otros hacen gala y que nuestra Comunidad nunca tuvo o, lo que es lo mismo, para fomentar el orgullo de pertenencia a un pueblo. Lamentablemente, algunos de nuestros representantes públicos se empeñan en entorpecer tal pretensión.

Este año, una vez más, Vox no ha participado en la celebración de la fiesta de la autonomía de Castilla y León. Alegaron en su momento que la celebración había sido secuestrada por la izquierda y, en el colmo de la desfachatez, uno de sus miembros acaba de despacharse con unas declaraciones más propias de alguien con problemas mentales que de quien ostenta la vicepresidencia de la Junta. “La celebración en Villalar de los Comuneros del Día de la Comunidad es un aquelarre de extrema izquierda y un macrobotellón”, eso dijo el ínclito Juan García- Gallardo.

Sobran los comentarios. Sus palabras le descalifican, pero es bueno que se sepan por preservar el decoro y por denunciar a quienes faltan a sus obligaciones institucionales y no tienen reparo en incumplir el estatuto de autonomía que juraron defender cuando tomaron posesión de sus cargos.

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