Laporta consagra a Negreira

El presidente del Barcelona ni siquiera ha entendido que los más escandalizados por su interferencia arbitral bajo contrato han sido los auténticos barcelonistas

Joan Laporta.

Joan Laporta. / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

El atolladero en que se había metido el Barça con Enríquez Negreira no podía empeorar, pero entonces apareció Joan Laporta. Resulta que la Liga, el Madrid, una opinión pública contaminada y probablemente Donald Trump son los culpables de la típica campaña de denigración contra una entidad impoluta. El club catalán contrató a precio de goleador al número dos de los árbitros para paladear su prosa semianalfabeta, que casualmente perdió vigor literario en cuanto el sublime escritor abandonó el cargo, por lo que fue despedido ipso facto.

Laporta se encastilla en que el Barça no pagaba a un jerarca del arbitraje con la pretensión de "alterar la competición para extraer una ventaja deportiva", pese a que es el único objetivo racional imaginable.

Por lo visto, el club admira tan profundamente a Negreira que lo convirtió en el fichaje estrella por encima de Messi, si se mide lo que cobraba el árbitro letrado en proporción a su desempeño. Los directivos azulgrana leían arrobados los informes encarecidos ahora por Laporta, a quien solo le ha faltado proponer el Balón deOro para el insigne colegiado neutral.

No se necesitaban dos meses de preparación de una intervención para acabar copiándole a Rajoy, y desde Cataluña, el victimismo de que Negreira "no es una trama del Barça, es una trama contra el Barça".

Igual que la Gürtel. Laporta ni siquiera ha entendido que los más escandalizados por su interferencia arbitral bajo contrato han sido los auténticos barcelonistas, admitiendo que quizás se han humillado en exceso. La idea de arremeter contra el Madrid como supremo malefactor es tan disparatada que parece surgida del propio Negreira. El club blanco desea un pronto sobreseimiento de las actuaciones contra el Barça, no vaya a ser que la transparencia se contagie al palco de Florentino. El presidente barcelonista efectuó un llamamiento modelo coro de Nabucco, implorando "para que no nos desestabilicen". Sorprende, porque su discurso fue un modelo de inestabilidad.