Los retos que aguardan a la Semana Santa zamorana en un año crucial

Pasos en el interior de la carpa en Claudio Moyano

Pasos en el interior de la carpa en Claudio Moyano / ANA BURRIEZA

Editorial

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Zamora pudo vivir sin sobresaltos su Semana Santa. Habría que retroceder, al menos un lustro, para recordar una celebración de la Pasión en la que todas las cofradías han podido cumplir con su penitencia sin que la climatología desluciera o impidiera las procesiones desde el Jueves de Traslado al Domingo de Resurrección. La participación ha sido masiva, tanto por parte de los hermanos como de los zamoranos regresados y de los cientos de miles de turistas que estos días han disfrutado de una celebración simpar, que tenemos la obligación de conservar y transmitir a las generaciones que vienen detrás.

No será fácil, porque, como ocurre en cada Pascua, la marcha de los emigrantes, de vuelta a las grandes urbes donde trabajan, evidencia una caída demográfica que se convierte en mazazo a cada nueva estadística. En solo cuatro años, el censo electoral ha caído en 8.000 votantes con respecto a las últimas elecciones municipales. La despoblación es un perverso efecto transversal que daña tanto la vertiente económica como la del celo de las tradiciones más ancestrales.

Esos miles de retornados que regresan en fechas tan señaladas como la Semana Santa también padecen la carencia de infraestructuras y servicios básicos. Los accidentes de tráfico han puesto la nota más negra con varios heridos graves y tres fallecidos. El primer siniestro ha ocurrido en la reivindicada N-122. Justo ha sido al final de estos días cuando el Gobierno confirmaba el visto bueno a la construcción del primer kilómetro. Raquítica concesión a una petición de décadas que ya ha dejado demasiadas vidas sobre el asfalto. Y en el capítulo del debe permanece la vía donde dejó la vida otra víctima, la N-631, una carretera que se encuentra entre las más peligrosas de todo el país por la presencia de fauna, aunque en este caso la causa del accidente fuese una colisión entre un turismo y un camión. La vía que une Muga de Alba y Losacio ha dejado el último fallecido, un joven de18 años.

No será empresa fácil que el futuro Museo recoja la esencia que destila la Semana Santa zamorana y, por tanto, que vaya mucho más allá del mero almacén de pasos que fuera el anterior, ya desaparecido.

Con la Pascua de Resurrección y la vuelta a la rutina deben regresar las justas exigencias de una tierra que no puede resignarse a la bonanza de unas cuantas fechas en el calendario. Cierto es que la Pasión ha supuesto una buena inyección tanto de moral, por el aspecto inusual de las calles, como económica, que ya ha tenido su traducción en las contrataciones hasta el descenso del paro a cifras históricas. Por una vez, Zamora encabezó las contrataciones en comparación con el resto del país. La cuestión es si esos empleos resultarán tan efímeros como lo son estos diez días que transfiguran la ciudad y el conjunto de la provincia.

La transformación de un mercado laboral precario sigue siendo una asignatura pendiente. Es parte del conjunto de retos que debemos abordar ya mismo y de los que no escapa la propia organización de las cofradías semanasanteras.

La demolición del Museo de Semana Santa obligó a una solución que debió hacerse con mayor consenso y análisis pausado. La instalación de una carpa nunca puede suplir la seguridad para los grupos escultóricos que ofrecen lugares mucho mejor preparados. Afortunadamente, los escasos incidentes ocurrieron antes de que los pasos que allí han aguardado se hubieran trasladado.

Pero muchos se han preguntado sobre las consecuencias que hubieran tenido unas condiciones climatológicas adversas, como sucedió en años anteriores, e incluso las que pudieran derivar de las enormes oscilaciones de temperaturas que han soportado los grupos que allí han permanecido por espacio de quince días. No es de extrañar que haya cofradías molestas y que incluso hayan expresado su negativa a dejar su patrimonio bajo unas lonas que, además, han supuesto un gasto considerable: 50.000 euros incluido montaje y desmontaje. Las críticas han venido de la mano de auténticos expertos como Rafael García Lozano. Sus reflexiones reposadas y cargadas de historia, publicadas en las páginas de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, han demostrado cómo en otras latitudes de climas más benignos y de Semanas Santas de igual categoría, como Málaga, desecharon prácticas similares.

Es hora de pensar, porque la cuenta atrás para la Semana Santa de 2024 acaba de comenzar. Y la construcción del nuevo Museo aún se demorará, sobre todo tras los hallazgos arqueológicos producidos en vísperas de la celebración y que hacen presuponer un aumento del presupuesto, ya abultado, del nuevo centro que aspira a convertirse en referencia internacional.

No será empresa fácil que el futuro Museo recoja la esencia que destila la Semana Santa zamorana y, por tanto, que vaya mucho más allá del mero almacén de pasos que fuera el anterior, ya desaparecido. Los arquitectos responsables del proyecto aspiran, nada menos, a que el conjunto sea capaz de transmitir la espiritualidad que, por diversas causas, era misión imposible para el antiguo edificio en la plaza de Santa María la Nueva. Para ello, será clave la musealización y el desarrollo de un concepto que traspase cualquier convencionalismo conocido hasta ahora.

Y aún más difícil será la última y definitiva etapa: gestionar el Museo con un modelo profesional y mantenerlo de manera constante, con innovación y atendiendo a la difusión como parte esencial de las funciones a cumplir para que una inversión de más de 8,3 millones de euros tenga la rentabilidad exigible a toda inversión pública. La Junta pro Semana Santa ya baraja la creación de un Patronato o Fundación, una posibilidad más que sensata cuando se trata de un gasto al que contribuyen todos los ciudadanos al estar comprometidas aportaciones de la Junta, Diputación, Ayuntamiento y Caja Rural.

Los más de 300 días que transcurrirán hasta la Pasión de 2024 se antojan cruciales y exigirán el compromiso de todos para demostrar, una vez más, que la Semana Santa mantiene vigente su capacidad de vertebrar a la sociedad zamorana como ningún otro movimiento social ha sido capaz a lo largo de la historia.

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