Zamoreando

Cuando volvamos

Las salvas en honor al resucitado esparcirán el olor a pólvora por la Plaza Mayor de la ciudad

Momento del Encuentro en la Plaza Mayor.

Momento del Encuentro en la Plaza Mayor. / EMILIO FRAILE

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Cuando volvamos, porque como todos los Viernes Santos, el periódico descansará mañana, Cristo habrá resucitado. Todavía hoy, parece prematuro hablar de resurrección. Es verdad que no todo ha terminado pero sí podemos vivir adelantado un sueño: volver de esa pesadilla que era la muerte de Jesús. Hemos vivido con Él el paso de ser ensalzado por los hombres al grito de ¡Hosanna!, al sufrimiento que supone ser entregado, abandonado, torturado y crucificado. Por eso debemos estar preparados para vivir con El un hecho: ser resucitado y glorificado por el Padre.

La Pascua es el tiempo de sentir que no todo ha terminado. Que la vida no se termina en el dolor, en el sufrimiento, en la misma muerte porque la muerte no es el final. Cuando volvamos Cristo habrá resucitado, atrás quedará ese vacío que su muerte deja siempre en los creyentes. En la mañana del Domingo de Pascua, que bueno será descubrir a Dios vivo a nuestro lado y seguir luchando por hacer realidad el proyecto de vida que tiene para cada uno de nosotros.

Pero eso será cuando volvamos. Hoy, todavía hoy, Zamora tiene que asistir al entierro de Cristo y acompañarle con respeto, con devoción, con la esperanza de la resurrección que parece imposible viendo su cuerpo maltrecho, desfallecido, en brazos de la Madre que lo llora y lo cobija en su regazo. Todavía los cofrades tienen que seguir haciendo camino al andar, al amar y al esperar.

Hoy, todavía hoy, Zamora tiene que asistir al entierro de Cristo y acompañarle con respeto, con devoción, con la esperanza de la resurrección que parece imposible viendo su cuerpo maltrecho, desfallecido, en brazos de la Madre que lo llora

No sé qué me ha pasado esta Semana Santa que he sentido a Cristo muy cerca, muy en los adentros. Y he llorado con la Madre por Él y con Él, pero alzando la mirada al cielo que se me ha antojado más azul y más infinito que nunca, también he sonreído con El esperanzada. Porque creo, porque lo necesito, porque lo busco cuando pienso que me abandona cuando en realidad tengo la certeza que abandonarme nunca ha entrado en sus planes. Jesús es de los que permanece cuando los demás se van, cuando los demás desertan. Me niego, en estas horas de espera a vivir llena de miedo y confundida. Después de la muerte, viene la ausencia. Ya no vemos, ya no acariciamos a quien ha partido. Quizá por eso, la fe en la Resurrección es tan significativa.

Cuando volvamos, habrá vuelto la cercanía, la experiencia del perdón que nos ayudará a convivir de manera más humana y humilde. Cuando volvamos ya no habrá olor a incienso en el aire. Las salvas en honor al resucitado esparcirán el olor a pólvora por la Plaza Grande de nuestra Zamora del alma. Dos y pingada estará esperándonos, como cada domingo de Pascua, cuando volvamos.

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