Francia, camino del caos

Salarios, retiros y pensiones, a expensas de déficits disparatados, representan la lacra de una sociedad incapaz de afrontar la crisis de su napoleónico sistema del Bienestar

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Protestas en Francia.jpg / TERESA SUAREZ

Carlos Domínguez

Carlos Domínguez

Desde tiempos de una Ilustración panfletaria, la Francia siempre con delirios de grandeur ha gozado de inmerecido predicamento como país asociado a la tradición liberal y democrática, peregrino legado de una Revolución sobre cuyas excelencias habría mucho que decir. Precisamente, las servidumbres de una política internacional ilusoria acabaron echando por tierra el mito de una sociedad ejemplar, respecto a sus esencias liberales. En el contexto europeo, Francia se convirtió subrepticiamente en sinónimo de estatismo e intervención, modelo depurado de burocracia, con aparatos estatales en manos de una oligarquía endogámica y corrupta, enquistada administrativamente desde el Elíseo hasta la más insignificante prefectura periférica. Ello pasando por la Universidad y las infatuadas élites marca École Normale y Hautes Études, con sus popes supremacistas en lo cultural y lo político. Hacia dentro y hacia fuera.

Francia se convirtió subrepticiamente en sinónimo de estatismo e intervención, modelo depurado de burocracia, con aparatos estatales en manos de una oligarquía endogámica y corrupta

Mas tal estructura conllevaba una sociedad sobreprotegida, dependiente del Estado gracias a subvenciones comunitarias para una agricultura arruinada, asimismo merced a la tutela presupuestaria de grandes empresas públicas o privadas sólo a medias. Ello sin olvidar un macrofuncionariado celoso de sus privilegios salariales y corporativos, que por la fuerza de las cosas acabaron extendiéndose al resto de la población, para sostener el inmenso y destartalado andamiaje. Naturalmente junto al servilismo de sindicatos que, como socios interesados, actuaron desde la mentalidad estatista-gaullista fomentada por una Administración omnipresente. Salarios, retiros y pensiones a expensas de déficits disparatados, representan la lacra de una sociedad incapaz de afrontar la crisis de su napoleónico y desmesurado sistema del Bienestar, en forma de burocracia y paternalismo a discreción. Paralelamente, aquella de un muy devaluado papel internacional, con ambiciones ridículas de gran potencia continental, cuando Europa nada cuenta va para un siglo en el tablero de la política mundial.

Disturbios, altercados lumpen de banlieue asolando el centro de París y grandes ciudades, según ocurriera ya con los desclasados chalecos amarillos, son síntoma de la degradación de una sociedad que tuvo a gala civismo, urbanidad y estilo, sumida en contradicciones de difícil solución. Afortunadamente de momento, África según propalan empieza en los Pirineos. Vaya y pase, salvando cual legitimo desquite el hecho de que hoy el Magreb bereber, fruto de un colonialismo supuestamente bienintencionado, se ha instalado en el corazón del país de los propagandistas de una hipócrita Declaración de Derechos del hombre y el ciudadano. ¡Salud!, ¡prost!… entrañables vecinos. Bienvenidos al club pordiosero PIGSsss...F, de vuestra/nuestra lazarilla trastienda mediterránea.

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