Siete días y un deseo

Padres y padres

La paternidad responsable es mucho más que traer hijos al mundo

DÍA DEL PADRE

DÍA DEL PADRE / Gustavo Amador

José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

Hoy arranco con una felicitación: ¡Felicidades, padres! A las madres ya les llegará en su momento, ¿de acuerdo? Pero hoy, según el santoral cristiano, es San José, esposo de la Virgen María, padre putativo de Jesús. Y, por tanto, hoy los padres celebran su día. Y quien se llame José, su santo. Pero hoy toca hablar de los padres, ¿vale? Sí, de esa figura que no siempre ha sido suficientemente reconocida, como tampoco lo ha sido la figura de las madres, a quienes habría que levantar un monumento en cada esquina de nuestras calles, plazas y plazoletas. O, al menos, a esas madres que se lo merecen, claro. Porque al igual que los garbanzos negros, también encontramos madres que dejan mucho que desear. Pero hoy, repito, es el turno de los padres. Y los padres también se merecen que, de vez en cuando, alguien les diga que también se merecen un reconocimiento en cada esquina de nuestras calles, plazas y plazoletas. O, al menos, a esos padres que se lo merecen, claro. Porque, al igual que con los garbanzos negros, también encontramos una legión de padres que dejan mucho que desear.

Vivo rodeado de padres que se preocupan por hacer bien lo que traen entre manos, que padecen condiciones laborales desastrosas, que regresan a casa y colaboran en las tareas domésticas, prestan atención a sus hijos o cuidan de sus mayores

Los padres que admiro son muchísimos. Vivo rodeado de padres que son un ejemplo de muchas cosas: son atentos, cuidadosos, currantes, responsables, etc. Padres que se preocupan por hacer bien lo que traen entre manos, que salen a currar y regresan a casa agotados, incluso, en muchas ocasiones, de muy mala leche, porque en el trabajo no siempre se encuentran satisfacciones. Y es que en el curre también se sufre e incluso se padecen las consecuencias de unas condiciones laborales desastrosas: bajos salarios, contratos precarios, jefes insolentes, compañeros que te hacen la vida imposible, acoso laboral, etc. Y esto, claro, repercute en las relaciones sociales y en la salud mental de las personas, como se ha demostrado en el primer estudio a nivel mundial que hemos conocido esta semana sobre precariedad laboral y salud mental en España. Pues estos padres regresan a casa y colaboran en las tareas domésticas, prestan atención a sus hijos o cuidan de sus mayores, cuando conviven bajo el mismo techo. Estos padres son la leche y merecen nuestro reconocimiento. O, al menos, el mío.

Pero en el bosque de la paternidad también encontramos otros padres que en algún momento decidieron serlo y que, sin embargo, nunca aprendieron ni tuvieron interés en poner en práctica el significado de una palabra que es mucho más que cinco letras: p-a-d-r-e-. Conozco a una caterva de estos papis que pasan mucho más tiempo de bar en bar que en casa, con sus amigos que con sus parejas o hijos, disfrutando del ocio nocturno antes que de la compañía de la prole. Son personas que nunca debieron ser padres, porque serlo es mucho más que echar un polvo un buen día y que sea lo que Dios quiera. La paternidad (como la maternidad) responsable es mucho más que traer hijos al mundo. Eso debería penalizarse con una tarjeta muy roja. Pero no lo hacemos porque nadie se atreve a poner el cascabel al gato. ¡A ver quién coños es capaz de decirle a un impresentable que es un mal padre! Calla, calla, no siendo que se ofenda y te responda de muy malas maneras, como solo él sabe. Mejor no meterse en la vida privada de quienes nunca debieron serlo, porque, como he dicho, ser padre es la leche.

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