La escalada del precio de los alimentos empobrece a los zamoranos

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ALIMENTOS / JUSTIN LANE

Editorial

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Hubo un tiempo en el que el coste de la vida en Zamora y, en particular, el de los productos frescos de la cesta de la compra, como carne, fruta y verdura, compensaba, mínimamente, los bajos salarios y pensiones, muy distantes de la media regional y nacional. Asistimos ahora, en cambio, a la situación opuesta: los zamoranos, que siguen manteniendo, en términos generales, un bajo poder adquisitivo, en paralelo a sus rentas, tienen cada vez más difícil comer sano porque los precios de los alimentos básicos se han disparado más que en ninguna otra provincia, cuatro puntos por encima de lo marcado por la inflación en el conjunto de España.

La inflación general tiende a contenerse por el tope puesto en las energías, pero la escalada alimentaria continúa el galope y se coloca ya entre los principales problemas sociales. Crecen los usuarios de ayudas para comer dignamente. Es una de las peticiones, junto a los recibos ordinarios de las viviendas como la prohibitiva calefacción, más frecuentes, según revelan las distintas ONG’s, que dan reiteradamente la voz de alarma sobre una situación, la de la pobreza, que se extiende sobre una capa cada vez más amplia de población. Los nuevos pobres ya no son seres marginales, ni siquiera están en el desempleo. Pero sus sueldos, o sus pensiones, ya no dan para cubrir los gastos de una familia.

El salario medio en la provincia apenas rebasa los 18.000 euros anuales. Los jubilados han logrado ser mileuristas solo después de la última subida aplicada del 8,5% en enero. Y la cesta de la compra se aleja a medida que mengua el poder adquisitivo de los ciudadanos.

Los zamoranos tienen cada vez más difícil comer sano porque los precios de los alimentos básicos se han disparado más que en ninguna otra provincia, cuatro puntos por encima de lo marcado por la inflación en el conjunto de España

No deja de ser paradójico observar subidas de, por ejemplo, el 50% en el azúcar, en una provincia que es productora en origen. Casos similares podemos encontrarlos en frescos como la leche, las hortalizas y la carne. El problema no está en el origen, pese a que a menudo se use el argumento del encarecimiento de las materias primas y de los costes de producción debido a la guerra de Ucrania. Cereales, leguminosas, que hace unos meses se disparaban en lonjas como la zamorana, han conseguido frenar los precios.

Los agricultores y ganaderos se quejan de márgenes tan estrechos que les obligan a replantearse la continuidad de las explotaciones, incluso de venta a pérdidas, legalmente prohibidas pero que siguen vigentes según denuncian las organizaciones agrarias por un insuficiente funcionamiento de la Ley de Cadena Alimentaria.

Los consumidores se quejan de la subida continuada y el resto de agentes de la cadena que acaba en los puntos de venta asegura que los márgenes que manejan apenas les llegan para cubrir costes de producción y pagar a sus empleados.

Cierto es que el Índice de Precios en Origen y Destino marca incrementos desde el productor al comprador que multiplican hasta por diez el precio inicial. La rebaja del IVA, aplicada a productos frescos a principios de año por el Gobierno, ha sido engullida por la oleada inflacionista que parece no tener fin. Los propios productores reconocen que, una vez al alza, es muy difícil que un alimento encuentre la senda del descenso. Los responsables gubernamentales reclaman calma para notar esas medidas adoptadas en enero, pero la inflación subyacente, la que descuenta los costes energéticos, mantiene una curva ascendente mucho más acusada que el combustible y la electricidad. Para las rentas más bajas, esa espera puede resultar letal.

Si nadie de quienes integran la cadena alimentaria está satisfecho, se deduce que existe un problema que sigue sin ser diagnosticado certeramente, el primer paso para corregirlo, aunque resulte una complicación mayúscula embridar la situación en medio de la incertidumbre generada por la guerra y los últimos sobresaltos bancarios. Pero la corrección urge, sobre todo, cuando los agricultores y ganaderos anuncian un panorama aún más negro para los próximos meses.

Si la inflación descabalga las cuentas particulares y públicas, una sociedad con problemas de salud derivados de hábitos inadecuados tendría un efecto aún más pernicioso y de solución todavía más cara para todos

La aplicación de normas vinculadas a la nueva PAC y la recién aprobada Ley de Bienestar Animal supondrán, según los productores, un incremento más en fitosanitarios y otros productos. La normativa asfixia al campo más que ordenar y estimular su desarrollo, se quejan las organizaciones zamoranas al ser preguntadas. En todo caso, la salida debe cuidar, por igual, a todos los agentes de la cadena y, en particular, a los eslabones más débiles.

Si la anunciada espiral de sobrecostes en producción se intentara paliar con importaciones, podríamos llegar a vivir situaciones kafkianas, como comprar a otros países los huevos que antes ponían las gallinas en las jaulas que fueron prohibidas años atrás en las granjas de la UE. La indiscutible observación de normas de bienestar animal debe completarse con una estricta exigencia sociosanitaria. Y, dentro de lo que permiten las leyes de la libre competencia, los productores locales deben contar con armas a su alcance para no ver reducidas sus ventas por culpa de los costes añadidos de forma obligatoria, al quedar en desventaja frente a quienes, en otros países, carecen de una regulación tan estricta.

De no detenerse la escalada de precios en los alimentos se consolidará algo que ya sucede: la modificación de hábitos saludables por parte de una capa de la población. La famosa dieta mediterránea de la que tanto se alardea como modelo correcto de nutrición se va al traste en pro de ultraprocesados y productos de menor calidad.

La consecuencia, a medio plazo, añadiría un problema de salud sobre el que ya ha comenzado a alertar el sector sanitario. Y si la inflación descabalga las cuentas particulares y públicas, una sociedad con problemas de salud derivados de hábitos inadecuados tendría un efecto aún más pernicioso y de solución todavía más cara para todos.

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