Zamoreando

La desamortización de las vocaciones

No sé qué va a hacer el Obispado con tanto convento cerrado

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Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

No, no ha sido Mendizábal el que ahora, a golpe de decreto, ha cerrado los conventos de Zamora. Quiero pensar que esta vez la desamortización de palomarcicos de clausura que sufre Zamora viene de la mano de la falta de vocaciones. Las últimas en echar el cerrojo a su casa conventual han sido las clarisas del Convento de Santa Marina. Con la marcha de las Marinas perdemos todos los zamoranos que, en pocos años, hemos visto reducido el número de conventos de una forma alarmante.

Ignoro si se podría haber evitado el cierre. Me hago la misma pregunta con las Carmelitas, mis grandes amigas, y con las Concepcionistas con las que siempre me llevé a partir un piñón. Atesoro multitud de anécdotas de aquellas buenas mujeres como las tengo de otras grandes amigas que perdí hace años, las Siervas de María, Ministras de los Enfermos. Dentro de poco sólo nos quedarán las anécdotas porque los recuerdos son evanescentes.

Zamora está más vacía que nunca. Y esto parece el cuento de nunca acabar. No me voy a poner en plan erudito hablando de las distintas ubicaciones que ocuparon las Marinas en Zamora, de sus cinco siglos de historia en nuestra ciudad, de lo que su presencia ha supuesto para nosotros. Historiadores tiene, incluso la propia Iglesia, para que les hagan el homenaje histórico y literario que merecen. Una tiene la sensación de que se han ido por la puerta pequeña. Y me da pena, mucha pena. En los últimos tiempos, por el portón del Convento sólo vi entrar y salir al deán-presidente del Cabildo Catedralicio, Juan Luis Martín Barrios. ¡Que Dios les ilumine a la hora de dar destino al majestuoso edificio que ocupaban las monjas Marinas!

A veces una piensa que se pudo haber hecho algo para evitar la ‘desamortización’ de este y de cualquiera de los muchos conventos que se han ido cerrando paulatinamente. Había en Zamora una ruta única de monasterios que he seguido con infinidad de gentes llegadas de otras latitudes y a fe que todo el mundo se mostraba encantado. He pasado por la Plaza de Fray Diego de Deza, a la vuelta de mi paseo vespertino por la ruta de la Seo zamorana y se me ha caído el alma a los pies. ¡Quinientos años tirados por la borda!

No sé qué va a hacer el Obispado con tanto convento cerrado. Porque sobre esta realidad que no me gusta, se cierne ya otro cierre del que mucho se viene hablando. Iba a decir que en Zamora sólo quedan ya putiferios, mancebías de entreplanta y burdeles de toda clase y condición, pero es que ya ni eso.

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