Las Marinas: se van con pena, pero sin pesadumbre

Dejan en la ciudad una huella imborrable por su sencillez, disponibilidad y también generosidad

Sor María de los Ángeles

Sor María de los Ángeles

Gerardo González Calvo

Gerardo González Calvo

Sor María de los Ángeles Carretero González, natural de Pajares de la Lampreana, es una de las tres religiosas que en breve saldrán del convento de Santa Marina para trasladarse al convento de clarisas de León, en las inmediaciones de la catedral. Las tres son zamoranas: sor María de los Ángeles de Pajares de la Lampreana y sor Mercedes y sor María de Manzanal del Barco. Las tres llevan en este monasterio desde mediados del siglo pasado.

Las Marinas han sido expertas en elaborar unas exquisitas rosquillas de almendras, en bordar casullas y otros ornamentos litúrgicos, vestidos de imágenes de santos y grandes mantos de la Virgen, entre ellos el que posee la Virgen del Templo, patrona de Pajares de la Lampreana y de la Tierra del Pan, en poner a punto los vestidos de los cofrades de la Semana Santa Zamorana, en hacer unos primorosos escapularios del Sagrado Corazón y hasta una sandalia del Niño Jesús que calzó cuando huyó a Egipto con sus padres, según se detalla con una esmerada caligrafía en la planta de la sandalia, que mide 12 centímetros. Muchas familias zamoranas conocían estas habilidades y acudían al convento para que arreglaran algún roto en una chaqueta o pantalón recién estrenados, que ellas recomponían y los dejaban impecables.

Sor María de los Ángeles tenía 20 años cuando entró en el convento en 1959; con ella había 26 monjas. Es un torbellino, tiene unos ojos vivarachos y una sonrisa franca

Estas religiosas se irán con algo de nostalgia por muchos motivos, y no será la menor no poder contemplar desde el huerto el fluir del Duero a su paso bajo el Puente de piedra, ese Duero que glosaron en elevados poemas algunos poetas, entre otros Gerardo Diego y el zamorano Claudio Rodríguez. Encaramado junto a la muralla, el espectáculo es grandioso. Al estar en la Plaza Fray Diego de Deza, muy cerca de la catedral, le da un valor añadido.

Sor María de los Ángeles tenía 20 años cuando entró en el convento en 1959; con ella había 26 monjas. Es un torbellino, tiene unos ojos vivarachos y una sonrisa franca. Me asegura que les consuela que el convento formará parte del patrimonio del Obispado de Zamora, porque así está escrito en la escritura de compra-venta a su propietario, el marqués de Villagodio, a finales del siglo XIX. El Obispado lo dedicará a organizar ejercicios espirituales y otros eventos. No cabe duda que queda en muy buenas manos.

Conozco muy bien este convento, porque cada vez que voy a mi pueblo de Pajares recalo en él para saludar a mi prima Sor María de los Ángeles -su madre y mi padre eran hermanos- y a las otras religiosas. Les regalé hace algunos años un tambor africano, cuando estuvo allí la monja ugandesa Juliet Akongo, que ahora se encuentra en las clarisas de Marchena, en donde hay varias religiosas africanas que han revitalizado este monasterio.

Las Marinas quizá se vayan a León con nostalgia y algo de pena, pero no con pesadumbre. Conocen a varias monjas de aquel convento, y algunas de ellas han estado en Zamora De todos modos, dejan en la ciudad una huella imborrable por su sencillez, disponibilidad y también generosidad. Zamora ha sido muy caritativa con ellas y ellas con Zamora. Desde hace siglo y medio han restaurado y cuidado con esmero este gran monasterio y la iglesia aledaña. Se merecen, antes de ir a León, un homenaje.

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