Opinión | Siete días y un deseo
En boca cerrada sí entran moscas
Existen, claro que existen. Y son de dos patas, como habrán imaginado

ILUSTRACION. TELA DE ARAÑA. MOSCAS / ILUSTRACION. TELA DE ARAÑA. MOSCAS
Hoy voy a llevar la contraria a todo quisque. Quiero debatir sobre el famoso dicho popular: “En boca cerrada, no entran moscas”, que expresa la utilidad de estar callado, pues el silencio excusa muchas necedades. Quienes me conocen saben que yo no suelo callarme y que tal vez esa sea la razón por la que las moscas se cuelan con tanta facilidad en mi boca, donde residen plácidamente, es decir, viven a cuerpo de rey. Han encontrado una residencia confortable y se pelean por usarla, como si no hubiera más bocas que la mía. Bueno, que si las moscas entran en mi boca o en la suya es porque existen y, a renglón seguido, porque las dejamos entrar en nuestros aposentos. Pero aquí llega una pequeña sorpresa: en realidad no estoy hablando de insectos sino de esas otras “moscas” que son tan habituales en nuestra vida cotidiana: vivencias, circunstancias, etc., sobre las que hablamos, expresando nuestros comentarios y pareces, que a veces coinciden con los del vecino o no. Si concuerdan, es posible que toda vaya bien; pero si, por el contrario, las discrepancias salen a relucir, pues ya sabe: hágales frente o salga corriendo a toda pastilla.
Y eso es lo que me ha pasado durante los últimos días: unas moscas cojoneras se han colado en mi boca y me han producido algunos efectos secundarios que me han dejado inmovilizado. Yo pensaba que ya no quedan moscas de esas características, pero una vez más he vuelto a tropezar en las mismas piedras. Existen, claro que existen. Y son de dos patas, como habrán imaginado. Y es que visten y calzan como usted y yo. Salen a pasear por los mismos lugares que usted y yo. Se abastecen de alimentos en los mismos supermercados o tiendas que usted y yo. Se inflan a vinos, cervezas, tapas o cafés en los mismos bares y cafeterías que usted y yo. Compran palomitas, regalices, gominolas o piruletas en los mismos quioscos que usted y yo. Conducen por las mismas autovías o carreteras de segunda que usted y yo. Van a urgencias como usted y yo. Y, a veces, dicen tantas chorradas y sandeces como usted y yo. O sea, que hay moscas cojoneras que prácticamente hacen las mismas cosas que usted y yo, aunque ha de saber que en muchas ocasiones nos ganan por goleada en varias cosas: son insufribles y muy molestas.
Como hoy es domingo, le recomiendo que saque unos minutos de su tiempo libre para identificar las moscas cojoneras que le han hecho la vida imposible durante la última semana. Si no encuentra ninguna, dígame, por favor, cómo lo hace para que las moscas cojoneras huyan de su boca. Si encuentra algunas, no se preocupe en exceso: ya somos dos. Pero si, por el contrario, ha identificado a una legión de moscas cojoneras que le han hecho la vida imposible, entonces solo le quedan dos soluciones: dejar que las moscas sigan colándose en su boca o, cada vez que se acerque una, cerrarla herméticamente para que busque otros aposentos. Pero, en este caso, cerrar la boca tiene sus consecuencias: no puede expresar con palabras lo que siente. Y eso es muy jodido. Aunque tal vez lo peor sea confirmar que, aunque uno cierre la boca, las moscas siguen colándose por donde menos esperas o imaginas. Por tanto, habrá que estar muy atentos, por si las moscas.
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