Dolor para comprender

Reflexiones surgidas en la última sesión del Filocafé, a partir de la excelente charla de Sebastián Salgado

Dolor, pena, tristeza, vacío.

Dolor, pena, tristeza, vacío. / Foto de Pixabay

Francisco Javier Hernández

Francisco Javier Hernández

En frontal oposición a otros tiempos oscuros, no se trata de reivindicar el dolor, no hace falta, se nos va a aparecer “él solito”, e inevitablemente. Pero también en oposición al imperante pensamiento naif (en realidad no-pensamiento), la cuestión de actualidad es entender lo que significa verdaderamente el dolor, y cómo afrontarlo.

“La mayoría de nosotros necesitamos momentos de dolor compartido para incluso darnos cuenta de que a nuestro alrededor hay gente necesitada” (Sapolsky). El dolor (junto con su contrapunto el placer) nos permite tomar conciencia de nuestro cuerpo y de nosotros mismos, del mundo y de los otros. La ausencia del dolor es la anestesia, que nos resulta muy útil para momentos puntuales, pero cuando se extiende a toda nuestra vida nos impide percibir y entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Etimológicamente “an-estesia” significa no percepción, ser incapaz de percibir por los sentidos; es decir no saber por dónde andamos. Y esta es una de las grandes amenazas para nuestras actuales sociedades donde muchos pensadores nos hablan del peligro de una “sociedad anestesiada”.

La ausencia del dolor es la anestesia, que nos resulta muy útil para momentos puntuales, pero cuando se extiende a toda nuestra vida nos impide percibir y entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea

En cuanto a cómo afrontar el dolor podemos distinguir dos modos:

1.- Afrontarlo con evitación y miedo de tal modo que nos paraliza y nos hace sufrir con mayor intensidad y con mayor duración, pues lo sufrimos no solo cuando aparece sino también por miedo anticipatorio cuando no está presente. Así surge un miedo que no nos permite desempeñar adecuadamente una enorme cantidad de tareas importantes para nuestra vida; este miedo es el arma más poderosa para paralizar y quitar la libertad a una persona y/o sociedad. Como dice Voltaire: “Cuando el miedo llama a la puerta, la libertad sale corriendo por la ventana”. El miedo nos hace individuos y/o sociedades más infantiles, débiles, sumisos, caprichosos y amedrentados. Con este modelo, no podremos prescindir nunca de la “an-estesia”

2.- La otra forma de afrontar el dolor es hacerlo con entereza y con conocimiento. Lo que no se conoce siempre da más miedo y además hace imposible un afrontamiento inteligente; el conocimiento implica tomar distancia, para considerar el tema en su globalidad, incluyendo la mayor cantidad posible de las múltiples perspectivas presentes en cada tema; de este modo tomamos distancia frente a nuestro ego individual. Por este camino, se ponen las condiciones para tratar de minimizar la intensidad y duración del dolor; y tendrá, también, mucha menor capacidad para paralizarnos, limitándose esta paralización, caso de producirse, a los aspectos más estrictamente físicos. Por otra parte, este afrontamiento también puede hacernos más fuertes y resilientes, con mayor capacidad para afrontar los problemas y para disfrutar los placeres de la vida. Seremos individuos más responsables y libres, mejores ciudadanos para construir una sociedad realmente libre. Con gran acierto se cantaba durante nuestra transición la canción de “Libertad sin ira y sin miedo”. Con este otro modelo el uso de la “an-estesia” se reducirá a momentos muy puntuales de la vida.

Aplicación a la educación: Alguien que se pasó su vida trabajando en el sistema educativo no puede menos que reflexionar sobre las implicaciones que esto supone para la práctica educativa: el actual modelo educativo “sobreproteccionista” y blandengue, está promocionando el modelo de una sociedad anestesiada. Si la reflexión aquí planteada tiene algún sentido debiéramos buscar también una educación que afronte el dolor y el miedo de acuerdo con el segundo modelo. Como dice el fantástico maestro don Gregorio en la película “La lengua de las mariposas”: “La libertad estimula el espíritu de los hombres fuertes”

(*) Profesor de lenguas clásicas y filosofía

Suscríbete para seguir leyendo