La inaceptable política ferroviaria condena a Zamora al aislamiento

ZAMORA.TREN RENFE AVE

ZAMORA.TREN RENFE AVE / JOSE LUIS FERNANDEZ

Editorial

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El pasado mes de enero afirmábamos que 2023 podía ser el año del ferrocarril en Zamora y así iniciar la recuperación de la provincia en términos demográficos y económicos. Lo dejábamos en condicional, acostumbrados como están, los zamoranos, a los vaivenes y despropósitos que se suceden cuando se abordan cuestiones como la movilidad, en este caso, la del ferrocarril.

La flamante línea de alta velocidad que cubre ya todo el territorio zamorano conectando con Madrid, hacia la meseta, y con Orense, hacia Galicia, realiza el trayecto a la capital madrileña en poco más de una hora. El servicio, en ambas direcciones, ha sido declarado, desde el pasado 26 de diciembre, de obligada prestación, a través de la publicación de la correspondiente orden en el BOE, lo que supone descuentos para los viajeros recurrentes que alcanzan el 75% del billete ordinario sumadas las subvenciones de la Administración central y la Junta de Castilla y León.

Desde la teoría, hemos arribado a la Arcadia feliz: se abre la posibilidad de que Zamora se convierta, a falta de creación de empleo propio, en un extrarradio de la megaurbe donde ya es imposible encontrar una vivienda asequible a los salarios medios, incluso en los barrios más alejados del centro. En la práctica, el despropósito llega a tal extremo que bien puede tildarse de “tomadura de pelo” y no es de extrañar que la Asociación de Usuarios califique lo que viene ocurriendo como “falta de vergüenza y respeto”. Lo es, si a los hechos nos atenemos.

El despropósito llega a tal extremo que bien puede tildarse de “tomadura de pelo” y no es de extrañar que la Asociación de Usuarios califique lo que viene ocurriendo como “falta de vergüenza y respeto”

Existían, con anterioridad a la orden de diciembre, otros abonos que fueron suprimidos de un plumazo el último día de 2022. La compañía avisó a los interesados con un plazo de 48 horas, insuficiente para muchos viajeros para poder realizar el intercambio. Los nuevos abonos, ya con un 50% de descuento por parte de la Administración central, no llegarían hasta el 23 de enero. Cientos de usuarios se vieron obligados a asumir tarifas que podían superar los 100 euros ida y vuelta. Pocos sueldos aguantan el gasto en esos teóricos 23 días que finalmente se vieron alargados hasta esta misma semana, el primer día de febrero.

La explicación oficial es que el retraso, en palabras de Renfe, se produjo para poder incorporar el descuento adicional de la Junta, del 25%. A quien dio por bueno el sacrificio de esos siete días para beneficiarse de una rebaja mayor le esperaba una sorpresa final. Las tarifas nuevas no estaban disponibles ni a las 00.00 horas del 1 de febrero, ni a la 01.00. Hubo quien aguardó hasta bien entrada la madrugada y se fue a la cama con más frustración que dinero si quería asegurarse, horas más tarde, viajar a Madrid. Renfe apuró hasta casi la salida del primer tren la venta de los ansiados abonos. La compañía, esta vez, no ha aclarado qué tipo de beneficios reportaba el incumplimiento de la venta anunciada. Los usuarios resumían su indignación en una frase: “Renfe hace lo que le da la gana”.

El surrealista relato que salpica el funcionamiento del puntero medio de locomoción sostenible, por el cual se dice apostar desde todos los ministerios implicados, puede agravarse si el viajero reside fuera de la capital zamorana. A solo media hora de trayecto se encuentra la parada de Otero de Sanabria, donde se ubica la mal llamada estación que un político nacionalista catalán cuestionó como despilfarro.

El eurodiputado Ramon Tremosa, que entonces dejó ya patente su desconocimiento de la zona y no digamos ya de sus problemas, quedaría hoy plenamente satisfecho al ver el ahorro de la terminal que también podía pasar por simple apeadero, pues carece de ascensor o escalera mecánica y solo dispone de una rampa, una raquítica marquesina ideal para las temperaturas sanabresas en pleno invierno. Tampoco hay señalización que la identifique desde la cercana autovía ni dispone de transporte colectivo para acercar a una población dispersa por la comarca que necesita un medio para trasladarse hasta la capital para acudir al médico o a cualquier trámite administrativo.

Hay más de 1.700 abonados en Zamora como viajeros recurrentes. Con esta política de movilidad es probable que mengüen, a pesar de tener un potencial de crecimiento que los responsables de Transportes son incapaces de atender

En la estación tendrá que apañárselas con una máquina expendedora para un viaje de 35 minutos que le saldrá por más de 40 euros. Porque es más barato ir hasta Orense o hasta Madrid que la conexión para pueblos a más de cien kilómetros de la ciudad zamorana. La alternativa es un servicio regional con salida desde la antigua estación de Puebla a las siete de la mañana. La vuelta es otra invitación a la aventura. El tren, también de servicio obligatorio, que circula habitualmente sin interventor ni revisor, acumula denuncias de los pasajeros por incidencias varias, entre ellas la de no regresar a su parada de origen en Sanabria.

Visto cómo se las gasta el ferrocarril, habrá quien piense en la alternativa del autobús. Pero los enlaces entre los diversos núcleos de población de la dispersa y despoblada Zamora son casi imposibles, cuando no inexistentes, según las comarcas. El servicio de la capital zamorana a Madrid ha ido menguando paulatinamente. Y aunque el Ministerio de Transportes ha publicitado las nuevas líneas de bus gratuitas mediante abono, ninguna de ellas pasa por Zamora.

La “tomadura de pelo” a la que aluden los viajeros es tan evidente como vergonzosa. Hay más de 1.700 abonados en Zamora como viajeros recurrentes. Con esta política de movilidad es probable que mengüen, a pesar de tener un potencial de crecimiento que los responsables de Transportes son incapaces de atender. Salvo que hayan decidido abordar por las bravas el problema de la demografía por la vía del aislamiento definitivo.

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