Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible

El Gobierno trata de convencernos de que los datos del paro son buenos y responden a las acertadas políticas que aplica

Política

Política / PABLO GARCIA

Manuel Antón

Cada mes, cuando salen a la luz los datos del paro que elabora el Ministerio de Trabajo y Economía Social, gobierno y oposición se enzarzan en una lucha sin cuartel, que no es más que la puesta en escena de un problema que, como muchos otros que tenemos en España, mientras sigamos siendo gobernados por políticos cuyo único objetivo sea mantenerse en el poder, no habrá manera de resolver.

El Gobierno trata de convencernos de que los datos del paro son buenos y responden a las acertadas políticas que está aplicando, y los partidos de la oposición denuncian la falsedad de los mismos argumentando que no recogen la verdadera realidad del mercado laboral…: que si los fijos discontinuos en periodo de inactividad deberían figurar como parados, y no figuran; que si no se combate como se debería combatir el fraude y la economía sumergida; que si la carga impositiva que sufren los emprendedores está acabando con los autónomos; que si hay demasiada oferta de empleo sin cubrir, etc. Al final, todo se salda con unos cuantos enfrentamientos verbales en la cámara baja, y poco más, pues a medida que van surgiendo nuevos temas, los relacionados con la situación de la oferta y la demanda del trabajo en España van quedando en el olvido hasta el mes siguiente, y así sucesivamente…

Lo mismo sucede cuando, cada tres meses, salen los datos de la EPA -Encuesta de Población Activa- que elabora el Instituto Nacional de Estadística… “y vuelta la burra al trigo”.

Digan lo que digan periódicamente unos y otros, la realidad es que España sigue siendo el país de la UE y de la OCDE con mayor tasa de paro, y eso es algo que quienes nos gobiernan se deberían tomar mucho más en serio, pues el fondo del asunto, según opinan los expertos en economía, no subyace en razones coyunturales sino estructurales, y es por ello que, o se pone remedio a éstas, reorientando el modelo productivo y llegando a acuerdos al legislar en materia laboral, o las cifras del paro y/o del crecimiento del PIB no servirán más que para disfrazar una lacra social que en España, en parte, porque los españoles somos como somos, lleva ya demasiado tiempo instalada.

Reducir el desempleo al tiempo que se mitiga la precariedad del empleo, sin que esto suponga una carga exagerada para la deuda pública, ha de ser el objetivo a alcanzar

Según los que saben del tema, la principal causa del paro en España, y eso lo conocen todos los políticos, porque de asesores andan sobrados, tiene su origen en la estructura del mercado de trabajo y de nuestro modelo productivo, donde el sector servicios (comercio, transporte, hostelería…) aporta cerca del 75% del PIB; el industrial, poco más del 16%; la construcción, alrededor de un 6% y el sector agrícola y ganadero, no más del 3%. En consecuencia, que para poder mejorar la situación, hay que intentar transformar las estructuras económicas, enfocándolas más hacía la industria, la tecnología y los servicios de mayor valor añadido, al tiempo que reforzar la formación de quienes están en edad de trabajar, con el fin de prepararles para que poco a poco puedan ir enrolándose en los sectores con mejor futuro y en los que mayor oferta de empleo pueda haber.

Los entendidos en la materia, al tiempo que afirman que es necesario dejar a un lado las ideas políticas y dar una vuelta al modelo productivo y, de paso, al educativo, para intentar cambiar no solo la estructura económica del país, sino, además, la forma de ser y/o de pensar de gran parte de la población española, que no entiende, o no quiere entender que, o vamos todos a una en la lucha por erradicar el paro, o seguiremos en la cola de la economía europea, diga lo que diga el presidente Sánchez (aunque el PIB pueda subir, los datos del paro y los del endeudamiento público son los que son), apuntan que hay otras causas que también inciden de manera muy negativa en el mercado del trabajo, como son: la falta de más ayudas e incentivos reales a los sectores más productivos, que siempre van de la mano de los autónomos, los empresarios y las cooperativas (sin empresarios no hay empleo), y una legislación que propicie, entre otras cosas, dar mayor participación a los trabajadores en las empresas (cuando uno siente que trabaja por lo que de alguna manera, entiende, es suyo, trabaja más y mejor).

A mayores, dicen que: las condiciones, a veces no razonables, que ponen los que buscan empleo; la excesiva carta de subsidios a que se pueden acoger muchas personas que, sin presentar ningún tipo de discapacidad y estando en edad de trabajar, por diversos motivos no lo están haciendo; la poca o nula disposición a moverse del lugar de residencia, a trabajar en determinados sectores -el agrícola es uno de ellos-, a ser evaluados para permitir que parte de su salario vaya ligado a la producción o al rendimiento y, por supuesto, el excesivo fraude y la elevada economía sumergida que aún persisten, son también causas que impiden reducir el paro hasta tasas que pudieran ser asumibles.

Cuanto se ha referido, unido a las circunstancias que en muchos casos se dan, y que tienen no poco que ver con nuestra idiosincrasia, hacen que en España, siendo un país en el que, según mucha gente dice, no se vive mal, haya una tasa de paro que nada tiene que ver con la de los países que nos rodean.

Reducir el desempleo al tiempo que se mitiga la precariedad del empleo, sin que esto suponga una carga exagerada para la deuda pública, ha de ser el objetivo a alcanzar. Para lograrlo, insisto, según dicen los más versados en economía, es necesario que los políticos progresistas y los conservadores sean capaces de ponerse a trabajar juntos para atacar el problema de raíz, utilizando la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza (aunque en el Parlamento pesen más los votos, esto no significa que los que ostentan la mayoría tengan el conocimiento y la razón).

Si llegara un día en que los de uno y otro lado se pudieran poner de acuerdo para legislar sin pensar en clave electoral y, sobre todo, dejándose aconsejar por verdaderos expertos en economía, y, por qué no decirlo, por los empresarios de éxito, que en España los hay, como por ejemplo, Amancio Ortega, Juan Roig, etc., (que de crear riqueza y empleo saben muchísimo más que todos los políticos juntos), “otro gallo cantaría”.

Mientras que el objetivo sea la permanencia en el cargo, y para ello haya que anteponer la caza del voto a la resolución de los problemas reales, lo que no puede ser, no podrá ser y además será imposible.

¡País!

Suscríbete para seguir leyendo