Yihadismo

Yihadismo a la francesa en España

Flores y velas en la plaza en la que ha sido asesinado un sacristán de la Iglesia de La Palma, en Algeciras (Cádiz)

Flores y velas en la plaza en la que ha sido asesinado un sacristán de la Iglesia de La Palma, en Algeciras (Cádiz) / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

Suena bizarro discutir la filiación yihadista del joven que desfigura imágenes de dos iglesias con un machete, además de apuñalar a sacerdotes y sacristanes, todo ello al grito revelador de «Alá es Grande». En principio, ni la refutación masiva del protagonista y de los tribunales eximiría de dicha asignación. Se mantiene el absurdo de que un periodista que hubiera presenciado los hechos tendría que adjuntar el «presunto» a su testimonio. Suerte que la policía adjuntó desde un primer momento la significación del terrorismo islamista, probablemente por la sorpresa ante el atentado de Algeciras, que no cuenta con tantos antecedentes en España como en otros países europeos.

El shock inicial obliga a recordar que el 11M de 2004 España sufrió con

192 muertos el mayor atentado de todos los tiempos en suelo europeo, superado en el cielo europeo por Lockerbie. La oleada yihadista masiva se abatió sobre Francia en 2015, que se inicia con Charlie Hebdo y se cierra con el Bataclan. Las grandes matanzas como Niza’16 han convivido en suelo francés con un terrorismo islámico de baja intensidad salvo para las víctimas, con el arma blanca utilizada en Algeciras como símbolo de los degollamientos individuales.

España acaba de inscribirse en la variante francesa o callejera del terrorismo islámico. Respetando todas las presunciones criminales sobre la autoría, convendría evitar la hipocresía encubridora vigente en Francia y sobre todo en Alemania. El ministro Acebes de «todas las vías de investigación están abiertas» debió vacunar sobre los riesgos de negarse a la evidencia. La táctica seguida en el resto de Europa o en Estado Unidos para minimizar el impacto consiste en negarse a una atribución inmediata, aparte de refugiarse en el evidente desequilibrio psicológico del asesino. La conclusión llegará diez días después, cuando el asunto ha desaparecido de las portadas. La ceguera voluntaria se refugia en el respeto a las incertidumbres, pero la ocultación de la naturaleza de los atentados yihadistas obedece a una escrupulosa matriz ideológica. La misma que ordena sibilinamente no conceder excesiva importancia a las revueltas feministas en Irán.