Viaje a la tierra del abuelo Domingo

Recordando las montañas, bosques y la belleza inigualable de Sanabria

Ángel Tomás Fernández Bellini

Domingo Fernández Rodríguez nació en San Juan de la Cuesta, un hermoso pueblo sanabrés, el 28 de diciembre de 1888, y era hijo de José Fernández Gómez y Juana Rodríguez Sotillo. En el año 1906, cumplidos los 18 años de edad, decide emigrar a Argentina junto a casi todos sus hermanos (Miguel, Francisco y Carmen). Con la ilusión de hacer “las Américas”, como se decía en aquellos tiempos, llega al puerto de Buenos Aires e inmediatamente parte hacia el oeste de la región pampeana, a una localidad llamada Parera en la que ya había una importante colonia sanabresa. Un pequeño pueblo que hacía muy poco había sido fundado, dado que estas tierras habían sido conquistadas a los pueblos originarios, un lugar donde había todo por hacer, tierras totalmente vírgenes, alejadas de centros poblados importantes.

La vida en sus comienzos no fue nada fácil, con su familia se dedicaban al transporte de cereales y madera en carros tirados por caballos. Aunque de a poco en su mente, comenzaría a despertarse el deseo y la nostalgia de volver a su San Juan de la Cuesta, recordando las montañas, bosques y la belleza inigualable de Sanabria.

Domingo se casó con otra sanabresa, Marta Méndez, de Cobreros, y tuvieron nueve hijos, entre ellos Ángel que es mi padre, siendo yo el menor de 16 nietos. Su mujer, mi abuela Marta, murió joven y no llegué a conocerla; pero mi abuelo llegó a vivir ochenta años, muriendo en junio de 1968. Por mi diferencia de edad y por vivir en localidades distintas tuve pocas oportunidades de estar con él: aunque en mi memoria siempre estará la última vez que lo vi. Yo tenía seis años, lo habíamos ido a visitar con mi papá, vivía en una casa pequeña y humilde, recuerdo que estábamos los tres sentados en una mesa con una frutera con manzanas en el centro. Nunca olvidaré que él me invitaba a comer de esas manzanas y yo, que fruta no comía para ese entonces, no le aceptaba. ¡Cuánto me arrepiento ahora de no habérselas aceptado!

Pude entender el deseo de mi abuelo. En mí desbordaba una enorme emoción, porque pude ver a través de mis ojos el porqué de su añoranza de volver a encontrarse con este lugar donde nació

El caso es que después de más de cincuenta años de este acontecimiento, viajo a Sanabria en este verano de 2022, como cumpliendo el deseo último de mi abuelo Domingo. En el trayecto en automóvil, pasando por Salamanca, me costaba comprender el paisaje faltando tan poco para llegar a San Juan: mi abuelo recordaba a Sanabria como un lugar de una belleza incomparable, frondoso y lleno de agua, pero faltando unos 15 km, el terreno ondulado y verde comenzó a cambiar, y ahí es donde pude entender el deseo de mi abuelo. En mí desbordaba una enorme emoción, porque pude ver a través de mis ojos el porqué de su añoranza de volver a encontrarse con este lugar donde nació.

A las dos de una tarde del mes de septiembre del 2022 llegamos con Alicia, mi mujer, a San Juan; era una tarde apacible de temperatura agradable, parecía que todos dormían la siesta y decidimos hacer una picada debajo de un nogal añejo. De imprevisto, veo una mujer en una huerta, a la cual me le acerco para hablar y comentarle el motivo de mi visita. Durante la charla, me cuenta que su tía Manola con 86 años me puede ayudar a conocer un poco más del pueblo y su gente, porque tiene una memoria prodigiosa. Luego, vuelvo al nogal para continuar y de ahí comenzamos a caminar por el pueblo. Durante el recorrido, nos encontramos con tres encantadoras mujeres de también apellido Fernández, que no resultaron ser familia nuestra, pero que realmente nos atendieron como si lo fuéramos. Nos ayudaron a conocer el río Tera, el lago, caminamos por las calles de San Juan apreciando sus añejos castaños, nogales, robles, y sobre todo los manzanos repletos de manzanas que caían a la calle. Era inevitable que en mi imaginación no recordara a mi abuelo Domingo invitándome a comer nuevamente una manzana, aunque a diferencia de aquella vez, ahora sí se la aceptaba gustosamente.

Tomás en San Juan

Tomás en San Juan / T. F.

Al día siguiente dejamos San Juan y, a las pocas horas de emprender el viaje, nos llaman por teléfono para comentarnos que Manola, la mujer de la mente prodigiosa, había dado con nuestros familiares de España, donde había tres primas nietas. Eran hijas de un hermano de Domingo llamado Antonio que había quedado en España. Esto fue algo sorprendente para mí, porque yo no sabía que había quedado un hermano de mi abuelo en España, fue algo que nunca se hizo mención en las reuniones familiares, por lo menos en mi presencia.

Poder encontrarme con Angelines, una prima segunda, antes de volver a Argentina fue una alegría enorme. Lo increíble, es que aquella primera mujer que había visto en San Juan, en la huerta, era Encar, una de las hijas de Angelines. Ambas viven en León, pero en ese momento, como lo hacen cada poco tiempo, estaba de visita por San Juan de la Cuesta. Parecía providencia divina, pero darle un abrazo a mi prima, tantos años después de que mi abuelo saliera de Sanabria, fue una experiencia maravillosa. Abierto el corazón, y conocidos más familiares que siguen vinculados a esta bella comarca zamorana, prometimos seguir en contacto y sé que volveré por Sanabria en cuanto pueda. Volveré a la tierra de mi abuelo Domingo.

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