El timo del “nuevo” tren Ruta de la Plata: Viaje a ninguna parte

Antiguos restos de las vías del tren Ruta de la Plata

Antiguos restos de las vías del tren Ruta de la Plata / EMILIO FRAILE

Editorial

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Cuesta encuadrar ciertas medidas como actuaciones de calado contra un problema como la despoblación. La reunión de los ministros de Transportes de la Unión Europea, hace dos semanas, plasmó lo que se consideraba un compromiso por parte del Gobierno: la incorporación a la Red Transeuropea de Transportes de la recuperación del tren entre Plasencia-Astorga, el llamado también tren de la Ruta de la Plata.

Desde su cierre, en 1985, han sido innumerables los intentos, por parte de colectivos, en ningún caso desde órganos gubernamentales de ninguna Administración, de reabrir el eje norte-sur que conectara por ferrocarril el oeste español. Parece de lógica su recuperación en un recorrido que, tanto para viajeros como para mercancías, solo dispone de la carretera para comunicar casi mil kilómetros si extendemos la conexión, posible, entre dos de los principales puertos marítimos de España: Gijón y Algeciras, lo que entraña la posibilidad de agilizar el transporte, a través del eje Atlántico que se reclama insistentemente desde el Noroeste español, hacia el resto de Europa. Una vía que atraviesa, además, la zona oeste de la península, la más deprimida económicamente y con mayores problemas de despoblación en la que cualquier actuación vertebradora del territorio siempre redundará en beneficio.

En un contexto en el que se aboga por el transporte colectivo con menor impacto ambiental, la recuperación del tren, tanto para viajeros como para mercancías, el Ruta de la Plata se antoja como una estructura básica. Habría, entonces, motivo para celebración de esa inclusión en la Red Transeeuropea, hasta que se lee la letra pequeña. Es entonces cuando llega la desilusión o, como directamente lo ha calificado el colectivo civil que lleva años luchando por la reapertura, cuando se descubre el timo.

Resulta vital una alianza de todos los actores de la sociedad zamorana, de la Junta de Castilla y León y de todas las provincias que atraviesa el histórico eje, para conseguir revertir el trazado y adelantar la fecha de 2050

El Gobierno no ha incluido la línea en la Red Básica, con lo cual no existe prioridad alguna para el servicio. El propio mapa que dibuja las futuras conexiones, construidas o a construir, con ayudas procedentes de los fondos Feder de la Unión Europea y que puede consultarse en la web del Ministerio de Transportes ya advierte de que dicho documento carece de “validez legal”. Por si había dudas, el horizonte dibujado se encarga de despejarlas: 2050.

En esos 28 años, todos calvos, es decir, el oeste deshabitado, salvo un cambio de tendencia radical del que, hoy por hoy, no hay evidencias. Las proyecciones demográficas calculan que Zamora haya perdido para entonces otros 45.000 habitantes hasta situarse en poco más de 121.000 empadronados. El envejecimiento se habrá acentuado hasta perder al 40% de los que tienen entre 15 y 29 años. Los pueblos de menos de cien habitantes, mayoría, se habrán borrado del mapa.

El Gobierno conoce de primera mano esas estadísticas que manejan el INE y Eurostat. Figura en un informe de más de 700 páginas que se llama, precisamente, Plan 2050. A la vista de ciertas acciones es legítimo dudar de la existencia de cualquier planificación.

Sorprende, además, el itinerario propuesto como “de nueva construcción”, no por el hecho de que tenga que partirse de cero. Es sabido que el recorrido de la línea está desmantelado en algunos tramos reconvertidos en “ruta verde”, y en casos como el del paso por Zamora capital, los terrenos desafectados. Es decir, que los trámites tendrían que iniciarse como se hizo a finales del siglo XIX, cuando se inauguró una línea que si dejó de ser rentable lo fue también por la clamorosa ausencia de inversiones y modernización durante décadas, además de una apuesta descarada y en exclusiva por la carretera que, para colmo, fue una de las últimas autovías en completarse.

Ese “itinerario de nuevo trazado”, que según los ferroviarios tiene poco de nuevo porque ya estaba previsto en anteriores documentos, retoma la comunicación entre Extremadura y Castilla y León, por Salamanca, Zamora, para pasar hacia León saltándose Benavente, que era punto fundamental del camino. La sorpresa es mayor aún si se tiene en cuenta que entre Benavente y los pueblos cercanos de Villabrázaro y San Cristóbal de Entreviñas se desarrollan actualmente los mayores proyectos de industrialización de la provincia. Parece despreciarse la capacidad logística de Benavente que sí tienen en cuenta las grandes empresas, de ahí la buena marcha del Centro de Transportes y de otros puntos de distribución hacia el norte y noroeste. Completar el nudo de autovías con la posibilidad del tránsito de mercancías y de viajeros por ferrocarril cerraría un círculo logístico de primer orden que beneficiaría a toda la provincia zamorana.

Pero la apuesta va hacia la zona de regadío de Los Valles y llega a Astoga saltándose otro nodo como La Bañeza. Un despropósito que ya se ha traducido en acciones en forma de moción del Ayuntamiento benaventano hacia el Gobierno central y por parte de las plataformas y colectivos en busca de apoyos en la Eurocámara para que la Comisión Europea reconsidere el despropósito tejido la semana pasada un tanto “por lo bajinis”, dada la escasa trascendencia que se le ha dado al acuerdo sobre el ferrocarril y, de paso, la nula referencia al eje Atlántico frente a la defensa del Mediterráneo, el único mencionado expresamente por la ministra de Transportes Raquel Sánchez.

En realidad, la triste historia del tren Ruta de la Plata resume a la perfección la decadencia de todo el oeste español, abandonado en beneficio de la centralización de las grandes urbes del interior y del ultradesarrollado Mediterráneo. No es ese el discurso al que el Gobierno se ha comprometido. Por eso resulta vital una alianza de todos los actores de la sociedad zamorana, de la Junta de Castilla y León y de todas las provincias que atraviesa el histórico eje, para conseguir revertir el trazado y adelantar la fecha de 2050. Ese itinerario y ese horizonte es un imposible y si el Gobierno lo mantiene, habrá que concluir que tienen razón los que hablan de timo porque el viaje no nos llevará a ninguna parte.

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