El vuelo de la celebración

Seminario Claudio Rodríguez: un canto a la palabra y al pensamiento

Claudio Rodríguez y Clara Miranda en Oxford.

Claudio Rodríguez y Clara Miranda en Oxford. / Fondo documental del Seminario Permanente en la Biblioteca Pública.

María Jesús Otero

María Jesús Otero

Vuela tú , vuela,

pequeña arena mía,

canta en mi cuerpo, en cada poro, entra

en mi vida, por favor, ahora que necesito

tu cadencia…

“Vosotros… vosotros sois los últimos bienaventurados de la tierra”, fue el último verso de un poema de Juan Carlos Mestre, que él nos recitó, mirándonos fijamente. Ahora que la palabra pierde con tanta frecuencia su significado, que se desnuda de contenido para vestirse de mentira y posverdad, que se abusa de ella sin ningún pudor en círculos y foros donde se le debe el máximo respeto, que sustituye a veces la nada, recobran mucho valor actos como las Jornadas de Claudio Rodríguez, celebradas recientemente en Zamora , entre los días 24 y 26 de noviembre, que es el mes que más quiero / porque sé su secreto, porque me da más vida…., dice nuestro poeta.

Fue buen presagio ver en la inauguración a los representantes de las instituciones culturales de la ciudad, de la provincia, y de la autonomía unidos ante esta hermosa propuesta de un grupo de personas que cual guardián celoso, crearon el Seminario Permanente Claudio Rodríguez, para preservar, impulsar el conocimiento y divulgar su obra. Ellos laboran en silencio con la humildad de los sabios pero nosotros, siguiendo el mandato de nuestro poeta, queremos compartir con todos la voz y la palabra verdadera que nos dan:

Como si nunca hubiera sido mía/ dad al mundo mi voz y que en el aire/ sea de todos y la sepan todos / igual que una mañana o una tarde.

Fueron unos días de celebración, por la inmersión en el mundo del arte, en la relación de la poesía, a veces inspirada y otras inspiradora, con todas las demás manifestaciones artísticas, especialmente con la obra de Claudio Rodríguez. Fueron días de vuelo, porque “Para ver hay que elevar el cuerpo / la vida entera entrando en la mirada / hacia esta luz, tan misteriosa y tan sencilla, / hacia esta palabra verdadera.

Un plantel de profesores, poetas y artistas de diferentes universidades y lugares de España o que llegaron de América e Italia nos regalaron sus poemas, sus inquietudes e investigaciones, su arte y su visión del mundo a través de él, en el salón de la Biblioteca, un marco perfecto para el disfrute espiritual, la reflexión y el aprendizaje. Todos exhibieron junto a sus saberes el don de la pedagogía y la didáctica, de la palabra y de la comunicación que enseñan y deleitan.

Fueron unos días de celebración, por la inmersión en el mundo del arte, en la relación de la poesía, a veces inspirada y otras inspiradora, con todas las demás manifestaciones artísticas, especialmente con la obra de Claudio Rodríguez. Fueron días de vuelo

La poesía de Antonio Colinas abrió las sesiones y su serenidad y belleza predispuso para el vuelo.

La escultora Ana Prada, de raíces sanabresas, nos abrió un mundo artístico cuya materia son los objetos pequeños, casi insignificantes, de la vida cotidiana: peluches, globos, bolsitas de té, cuchillos, pinzas, sacapuntas, medias o fregonas, que bien seleccionados y observados previamente, conforman sus obras de arte, a veces efímeras como una hermosa flor, que nos produjeron asombro y admiración profunda. Como Claudio Rodríguez eleva los pequeñas cosas a la categoría del más alto valor artístico en creaciones expuestas y admiradas en el mundo.

Nos sentimos ignorantes, ante la propuesta del poeta y físico Agustín Fernández, su indagación en la complejidad, la pospoesía y la relación de esta con la física, fue un revulsivo que nos dejó muy despiertos, pensativos, deslumbrados, la visión nueva que descoloca y obliga a buscar conexiones porque si todo fuera nuevo, si no hubiera repetición, el cerebro no lo soportaría. Todo vuelve, todo retorna pero nada es igual. Claudio Rodríguez andaba siempre por los mismos caminos pero los poemas eran distintos, lo que hace que todo se renueve y avance.

Los juegos con la poesía posvirtual de nuestra paisana Tina Escaja nos condujo por caminos nuevos, divertidos, admirables por su capacidad de investigar para unir de tal modo la poesía, la vida y la más avanzada tecnología. Atravesada toda su obra por su condición de emigrante, por la nostalgia y desarraigo, que impulsan su creación. Su reminiscencia de Zamora a la que dejó atrás muy pequeña, la llevó a escribir Negro en ovinas performance en que el soporte de sus versos son las ovejas de una granja de Sayago, evocando la relación trashumancia-emigración , o a elaborar múltiples versos con las sílabas de la palabra Zamora.

Gustavo Martín Garzo nos emocionó y nos llevó por los campos de la poesía y la vida en una lección magistral que él tituló La amistad con las cosas nos recordó que la poesía es buscar lo oculto para dejarlo otra vez oculto, indagar en los misterios para que sigan siendo misterios, la necesidad de la hospitalidad, la humildad y la inocencia, la ilusión de niño. Vivir en la pregunta es el sentido de la poesía. Qué privilegio oír de sus labios la palabra justa, bella y verdadera!

Las comunicaciones de los profesores Álvaro, Rosa, Alejandro, Davide y Stefano sobre la poesía ecfrástica, la retórica de la écfrasis, la aproximación al mundo y obra de los poetas Javier Moreno, José Miguel Ullán, Ángel Valente, Aníbal Núñez, Gamoneda y Bernardo Sanjurjo, en relación con la poesía de Claudio Rodríguez... Fueron otras tantas lecciones de poesía desde diferentes miradas. La presentación y coordinación de la mesa por Natalia Carbajosa y Tomás Sánchez, resaltaron y destacaron sus luminosas conclusiones.

Cerraron las jornadas cuatro artistas, zamoranos de cuatro generaciones diferentes que nos permitieron entrar un poco más en su obra pictórica: Pedrero, Barreiro, Guerra y Carlos Piñel, cuya obra en diálogo con la poesía de Antonio Gamoneda y otros artistas aún está expuesta en esa sala de la Biblioteca para el disfrute de todos.

Efectivamente, nos sentimos muy afortunados, bienaventurados, como el poeta y grabador Juan Carlos Mestre nos señaló entre poesía y música. Los poemas, La tumba de Santiago, Los mismos, Los bienaventurados, fueron un baldón, una sacudida a nuestro sentimiento social.

Las jornadas fueron, son, una fiesta, una celebración un vuelo sobre el suelo de la vida materialista, e incierta que nos acosa y nos desasosiega, un canto a la palabra y al pensamiento, al espíritu inquieto. Por ello agradecemos tanto a los organizadores, ponentes y comunicantes, presentadores y colaboradores, a Zamora callada y acogedora siempre, estas exquisiteces, como lo fue Pórtico, como lo son tantos acontecimientos culturales que quizá no trascienden lo suficiente.

Bienaventurados quienes los hacen posibles.

Suscríbete para seguir leyendo