Buena jera

La herencia de Don Tancredo

Mientras en España baja el paro, en Castilla y León llevamos cuatro meses de aumento

Cabecera de la manifestación celebrada en Valladolid.

Cabecera de la manifestación celebrada en Valladolid. / Ical| LETICIA PEREZ

Luis Miguel de Dios

Luis Miguel de Dios

Don Tancredo fue un personaje muy conocido y famoso hace décadas. Ahora casi nadie, especialmente los jóvenes, se acuerdan de él. Se ganaba la vida jugándose la ídem en las plazas de toros (muchas de ellas de carros y talanqueras) frente a los novillos y vaquillas que saltaban al ruedo en las charlotadas. Se subía a un pequeño pedestal y permanecía callado e inmóvil, inalterable, casi ni respiraba, mientras las reses correteaban por el coso y embestían a los mozos o derrotaban contra ruedas y tablas. Don Tancredo era un espectáculo en sí mismo. Los animales parecían respetarle. Le rodeaban, le olisqueaban, pero rara vez le tiraban cornadas o gañafones.

Como tantas otras cosas de años duros de hambres y miserias, la figura de Don Tancredo desapareció para no volver a resucitar (salvo en algún paripé televisivo), pero nos dejó una herencia que, en España, se extiende por todos los ámbitos de la vida: el dontancredismo. Consiste en la pasividad, total o parcial; en no hacer nada, en dejar que los problemas se vayan pudriendo; en no tomar medidas, sobre todo si entrañan alguna complicación o peligro para los intereses de quien tendría que decidir; en mirar para otro lado… Y, claro, permanecer inmóvil, inalterable y, si puede ser, sonriente, ufano, feliz. Que el toro de las vicisitudes no te cause ningún revés, ni siquiera una amenaza.

El dontancredismo abunda en la política española. No en vano se inventó aquí, aunque fuera tan solo para ganarse unas habichuelas a riesgo de recibir cornadas. El gerifalte que lo practica ahora suele tener las espaldas cubiertas por mayorías parlamentarias y cosas así. Una vez conseguidas esas mayorías, piensa que han bajado las exigencias y, por tanto, puede hacer de Don Tancredo las veces que quiera hasta que lleguen las próximas elecciones. Y, entonces, ya veremos si vamos a pecho descubierto o hacemos trampas y trucos de magia demoscópica.

Como el citado dontancredismo se ha instalado en nuestras vidas diarias es fácil entender por qué el presidente de la Junta no ha reaccionado aun a las manifestaciones del domingo pasado en Castilla y León en las que los sindicatos mayoritarios y numerosas asociaciones de todo tipo pedían, nada más y nada menos, que “defender la democracia”. Defenderla ¿de quién?, podrían preguntarse alguien que ignorase lo que está sucediendo en esta tierra. Pues, hombre, parece claro: de las maniobras y exigencias de Vox consentidas por Fernández Mañueco en un silencio inquietante. Salvadas las distancias, las pancartas y los eslóganes del día 27 de noviembre del 2022 me recordaron las manifestaciones de finales de febrero de 1981 tras el intento de golpe de estado de Tejero. Desde aquella fecha, ¡y fíjense si ha llovido!, no se habían producido aquí marchas en defensa de la democracia, de la libertad, de los derechos adquiridos, del trabajo digno… Ha habido muchas sobre temas muy concretos, pero así, en genérico, en “Defendamos la democracia”, no se habían convocado hasta ahora y eso que llevamos casi 40 años de autonomía.

Somos la tercera comunidad en huida de empresas. Los sindicatos lo achacan a la incertidumbre derivada de la destrucción del diálogo social. Veganzones no ha dicho nada. Mañueco, tampoco. Y eso que los datos son malos y el clima anda muy enrarecido

En uno de sus peculiares y tópicos análisis, el portavoz Fernández Carriedo atribuyó la convocatoria al carácter izquierdista de los sindicatos y se preguntó por qué no se manifestaban contra el gobierno de Pedro Sánchez. No ha faltado quien le ha recordado que esos mismos sindicatos jamás convocaron una protesta similar ni contra Aznar, ni contra Posada, ni contra Lucas, ni contra Herrera, ni contra el Mañueco que pactó con Ciudadanos. La han convocado ahora, solo siete meses después del acuerdo PP-Vox, porque la ultraderecha se está cargando el diálogo social y otros derechos laborales y sociales que parecían asentados. Y lo está haciendo, sobre todo, desde la Consejería de Industria, Comercio y Empleo, en la que no pasa semana sin dimisiones y exabruptos de su titular, el otrora moderado (o eso se creía) Mariano Veganzones. Y mientras se dedica a soltar por esa boquita y a perseguir virus comunistas, nos encontramos con que Castilla y León es una de las pocas regiones donde el paro lleva cuatro meses subiendo. En España, en cambio, baja. ¿Qué está pasando aquí?, ¿qué hace la Consejería de Empleo? Además, según datos recientes, somos la tercera comunidad en huida de empresas. Los sindicatos lo achacan a la sensación de incertidumbre derivada de la destrucción del diálogo social. Veganzones no ha dicho nada. Mañueco, tampoco. Y eso que los datos son malos y el clima anda muy enrarecido.

¡Ay la herencia de Don Tancredo!

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