La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Luis Miguel de Dios

Buena jera

Luis Miguel de Dios

En clave de folk

Músicos que nos hacen sentir el orgullo de volver a nuestras raíces más vivas

LUIS ANTONIO PEDRAZA Y PAULO MEIRINHOS MARIA JESUS CACHAZO

Hace tiempo que tenía ganas de escuchar en directo a Luis Antonio Pedraza, pero, por unas u otras razones, no lo había conseguido. Hasta el pasado miércoles, día en el que actuó en la iglesia de El Pego en un concierto organizado por el ayuntamiento con motivo de la festividad de San Clemente, patrono del pueblo. Con el templo abarrotado, Pedraza se metió al público en el bolsillo tanto por su música (lo esencial) como por las explicaciones que dio de los instrumentos usados, los orígenes de las melodías, el arraigo popular. Y la gente se lo agradeció hasta el extremo de corear muchos estribillos rompiendo así ese tópico (verdadero, por cierto) de nuestra frialdad y vergüenza a la hora de lanzarnos a seguir las indicaciones de un artista en un recital. Somos más de quedarnos callados y mirar a los lados como si nos diera miedo que nos vieran cantar o, simplemente, tararear.

Y ese fue uno de los logros de Luis Antonio el día de San Clemente. ¿Cómo lo consiguió? No solo a base de simpatía y buen rollo y de excelentes interpretaciones, sino también, y creo que es importantísimo, por tocar esa fibra sensible que los de aquí llevamos dentro pero que, las más de las veces, permanece dormida. Y permanece así porque alguien, hace mucho tiempo, nos dijo que lo que cantábamos y bailábamos era de paletos, de atrasados, que ya no se llevaba. Y nos lo creímos (no todos, eso sí). Estaba en nuestra sangre, en nuestro subconsciente colectivo, en nuestras entrañas, pero, ¡ay! no era moderno, había que olvidarlo. Jotas, fandangos (sí, sí, también y no flamencos), boleros, habaneras, romances, (aun recuerdo a mi abuela Luisa cantar “El Romance de El Pernales” cuando se lo oyó en la radio al Nuevo Mester), tonadas, picaos, gaitas, panderetas, flautas pastoriles… Todo un variado repertorio que se pierde en la noche de los tiempos, pero que había que olvidar para quedarnos solo con la copla (y me encanta, que conste), los pasodobles (como si no fueran de aquí), y, desde hace un tiempo, rock, funky, regee y hasta bachata y regetón. Lo nuestro, lo nacido cientos de generaciones atrás era de tercera o cuarta división.

Les debemos un reconocimiento impagable por insuflarnos una bocanada de autoestima, una ración infinita de orgullo, por hacer que podamos sacar pecho gritando : "Esa canción es de mi pueblo; la llevo dentro”

decoration

En todo esto meditaba yo mientras Pedraza atacaba una tras otra piezas que, por su vinculación con nuestra cultura y nuestra existencia, iban calando en la gente y te devolvían el orgullo de ser de esta tierra, de sentirla. Y te aproximaban a quienes nos precedieron y que no hincaron la rodilla ante modernidades que querían entoñar las sensaciones y querencias que siempre habían tenido. ¿Iban esos ritmos superprogres a matar siglos y siglos de cantar unas melodías nacidas en el anonimato, pero frutos del genio creador de todo un pueblo? Al menos en mi caso, no. Y tampoco, por lo que vi y noté en la iglesia de El Pego. Al personal le llegaban al alma las tonadas de Pedraza; sentía que eran suyas, que habían vivido siempre en su interior y ahora, al compás de voz e instrumentos, resucitaban y parecían decirles: “Ahí estáis vosotros y ahí están vuestros padres y abuelos y ahí tendrían que estar ya vuestros hijos y nietos aunque vivan, por desgracia, fuera”.

Y, recordando, meditaba yo también sobre los resistentes, no muchos, que han mantenido viva esa llama. Es posible que se me olviden nombres, pero por mi mente pasaron, entre otros, Agapito Marazuela, Joaquín Díaz, Miguel Manzano, Ángel Carril, Eliseo Parra, Candeal, la Bazanca, la Musgaña, el Nuevo Mester de Juglaría, María Salgado, Mayalde, Alberto Jambrina y Adolfo Madrid, Alquitara… Cantantes y grupos que creyeron firmemente en esta tierra y que, por tanto, pensaron que la mejor forma de creer en ella era apostar por su folklore, por sus costumbres, por sus tradiciones, en definitiva, por sus habitantes. A toda esta gente le debemos un reconocimiento impagable. Y no solo por lo que hacen, cantan y tocan, sino por insuflarnos una bocanada de autoestima, una ración infinita de orgullo, por hacer que podamos sacar pecho gritando “: Esa canción es de mi pueblo; la llevo dentro”.

Y ahí, a mi juicio, entra en juego ahora Luis Antonio Pedraza. Me parece que está dando un gran paso adelante en la difusión de melodías de aquí, incluso en los pueblos pequeños. Los demás que he citado también lo han hecho, naturalmente. Y pueden, y deben, seguir haciéndolo, especialmente ahora que las redes sociales, bien usadas, difunden lo que haga falta. Y nosotros, tendríamos que dejar de ser meros espectadores para convertirnos, acudiendo a sus recitales, apoyando, también en protagonistas.

Nos jugamos mucho en ello. Quizás el futuro de nuestra cultura. Y nuestro porvenir como pueblo.

Compartir el artículo

stats