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Castores o ingenieros

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En estas semanas en que la COP27 ha mediatizado todas las noticias ambientales, considero que una de ellas debe considerarse especialmente singular. Se trata de una iniciativa del Gobierno de Estados Unidos que da pie ni más ni menos que a utilizar los beneficios que producen los castores en los ríos favoreciendo a estos animales y sus famosas represas para contrarrestar la incidencia negativa de los megaincendios y para reducir sustancialmente las emisiones de CO2. Salvados gracias a estos grandes roedores, que hasta no hace mucho también campaban por los ríos ibéricos.

Lo más llamativo de esta noticia se puede perfilar en dos hilos de análisis inéditos en España. Por un lado, que la administración haga caso de los datos y de los estudios que los técnicos y científicos proponen para dar soluciones a los problemas. Aquí acaban siempre en un cajón. O peor, en una papelera. Pero, además es por otro lado igual de inédito que se confíe en una actuación natural y gratuita basada en ideas que copian las leyes ecológicas fundamentales de la naturaleza. Y en este caso en un roedor, de poca simpatía para gran parte de los ciudadanos, y que por supuesto no genera facturas por su trabajo. ¡ Realmente inédito ¡

El análisis científico ha demostrado que estos pequeños humedales retienen agua y recargan los acuíferos, sirven para crear fondos de valle muy húmedos y verdes que sirven como cortafuegos, filtran la contaminación, almacenan carbono y atenúan las inundaciones en el invierno, y además también crean nuevas dinámicas en la corriente y mosaicos de hábitat que multiplican la biodiversidad al servir de refugio y de zona de cría para multitud de especies, y finalmente la más importante: aumenta la recarga de las aguas subterráneas y regula los caudales durante la estación seca. Por esta capacidad de modelar el lugar donde viven se les conoce como “ingenieros de ecosistemas”.

“Las pequeñas represas favorecen la ecología del río, aumentan la recarga de los niveles freáticos (manantiales) y conservan unos caudales mínimos en el verano que permiten la supervivencia de muchas especies y la conservación de la aliseda”.

Todo este análisis nos viene al pelo en Zamora al hilo del catastrófico verano de sequía sufrido en 2022; y que ha dado continuación a los anteriores que ya fueron de récord. Y que posiblemente sea además la antesala de lo que está por venir. Sin embargo, este mismo verano los técnicos del agua han puesto en funcionamiento en la Reserva Natural Fluvial del río Negro algunas actuaciones basadas en la eliminación de pequeñas represas. A base de sustanciales presupuestos de obra adjudicados a la omnipresente Tragsa. Se pretende eliminar los pequeños obstáculos que suponen los restos de antiguas presas ya semiderruidas, y que apenas suponen unos centímetros de elevación y además están tan rotas que son permeables al agua por muchos sitios. Bajo ningún concepto suponen un obstáculo o reducen el tránsito de la fauna por el cauce. Pero esta es la “excusa” utilizada por la ingeniería clásica para hacer actuaciones intrusivas y artificiales, basadas en el uso de maquinaria pesada que arrasan por donde pasan y la masiva utilización de recursos de piedra y hormigón. Cabe concluir que poco han aprendido nuestros técnicos de los castores.

Al igual que hacen las represas de los castores estos pequeños azudes, trufados de etnografía y casi desaparecidos por el abandono de los molinos, van frenando el discurrir del agua río abajo, algo muy importante en el estiaje. Además, mantienen el fondo del valle fresco con una magnífica aliseda y recargan de agua los fondos que alimentan a los manantiales, que es todavía más importante. Ahora ya no son un problema ni una presión para las condiciones naturales, son algo beneficioso. Simplemente si las dejas en su propia evolución integrada en la dinámica fluvial, transporte en caudales de riada y sedimentación en caudales bajos, los beneficios son enormes.

Es un error mayúsculo proponer estas actuaciones en un programa que se identifica como de restauración ecológica, y cuyo paradigma, presuntamente, es mejorar la conectividad longitudinal y transversal de un río de condiciones muy naturales. Sin embargo, muy próximas a estas actuaciones absurdas sobre minúsculos azudes rotos (como en Donadillo o Lanseros) se mantienen otras presas mayores, y estas sí que son realmente impermeables al paso de la fauna bajo. La justificación para no intervenir y adaptarlas a las necesidades ecológicas e hidrológicas del río es el uso público. Para baño en pueblos como Doney, Rosinos, Cerezal, Otero de Centenos o Manzanal de los Infantes, y para abastecimiento de agua a otros como Lanseros, Dornillas o Sejas. Necesidades de agua que no paran de crecer bajo un patrón de abuso y despilfarro permanente en el momento más delicado del año y que ha agravado el efecto del estiaje salvaje natural. En 2022 se han secado completamente más de xx km del río principal y todos su tributarios por ambas márgenes; y se esperan peores estiajes en el futuro.

No cabe más que concluir que los castores son “geocientíficos medioambientales” altamente cualificados. En Zamora no tenemos estos roedores, y por lo que se ve tampoco se quiere aprender a hacer proyectos inspirados en soluciones basadas en la naturaleza.

Javier Morales

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