La Opinión de Zamora

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Editorial azul

Zamora ni se calla ni se rinde

ZAMORA. MANIFESTACION POR FISCALIDAD DIFERENCIADA JOSE LUIS FERNANDEZ

Más de dos mil personas en las calles de la capital reclamando un mejor trato para la provincia son muchas personas, casi tantas como las que la abandonan cada año por falta de oportunidades. Zamora no se calla. El victimismo ha pasado a la historia desde el momento en el que los zamoranos han empezado a alzar la voz, cambiando el inactivo hastío por el combate.

Es una fácil y tentadora interpretación la de atribuir el éxito de la movilización del viernes a una respuesta ingenua de la ciudadanía ante una oportuna convocatoria con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina. Pero sería un error juzgar el todo por la parte: la preocupación ciudadana en la búsqueda de soluciones para atajar el declive poblacional es una realidad palmaria. Puede percibirse en todos los foros, frente a la incapacidad de los políticos para transmitir que existen soluciones, pero que es cuestión de tiempo su aplicación y efecto. Porque el tiempo se acaba, mientras la provincia se sigue vaciando.

Lejos de querer establecer un “dumping fiscal de pobres”, que Zamora quede apartada de las medidas más visibles de discriminación positiva como las bonificaciones a la Seguridad Social, aún a expensas de comprobar sus efectos a corto plazo en las señaladas Soria, Cuenca y Teruel, tiene una consecuencia inmediata y perniciosa. Sobre todo, cuando, además, se comprueba, según los datos hechos públicos también este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que la provincia zamorana sigue perdiendo población mientras las tres citadas la han ganado en el último semestre. La reacción más lógica y mayoritaria es la de sentirse ninguneado.

Los propios técnicos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) reconocen que los criterios de actuación deben basarse en una serie de parámetros distintos a un único dato, el de la densidad de habitantes por kilómetro cuadrado, para establecer lo que se ha dado en llamar “fiscalidad diferenciada”.

Pero conviene aclarar, desde el principio, que este concepto no puede reducirse únicamente a la aplicación de un raquítico porcentaje de descuento en las bonificaciones en las cuotas sociales que, probablemente, tampoco sean suficientes como para decidir a las empresas a instalarse al día siguiente en los territorios afectados. La verdadera fiscalidad diferenciada tiene que reunir medidas consensuadas, transversales, de todas y cada una de las administraciones que intervienen en las políticas de cohesión territorial que las instituciones están obligadas a equilibrar por mandato de la Constitución Española y de la Unión Europea.

La verdadera fiscalidad diferenciada tiene que reunir medidas consensuadas, transversales, de todas y cada una de las administraciones que intervienen en las políticas de cohesión territorial

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La diversidad y la dispersión de territorios afectados por la despoblación es tan grande que las políticas generalistas no sirven. Ciertamente, no existen varitas mágicas. Pero, a día de hoy, los zamoranos no se sienten en el corazón de la acción política para evitar un “país a dos velocidades”, sobre todo si las medidas de reequilibrio se empiezan a aplicar con criterios desfasados que pueden conducir a una España ya no de dos, sino de tres o más velocidades.

Claro que el desafío es enorme, de un tamaño abismal, generado por un modelo de gentrificación en torno a las grandes metrópolis que absorben población y recursos como los agujeros negros de una galaxia, agravado por el fenómeno de la globalización que deja fuera del mercado competitivo a los recursos generados en las zonas más desfavorecidas.

Enhorabuena a la conferencia sectorial que reúne a Gobiernos centrales, autonómicos y locales donde se debaten esas medidas contra la despoblación por mantener el necesario espíritu de consenso, según explicaba el propio secretario general para el Reto Demográfico Francesc Boya esta semana en Zamora, pero lo que demandan esos miles de zamoranos, concentrados en una fría noche de noviembre, es acción sin más dilaciones.

Y en el ámbito de la acción se incluye la necesidad de contar con mayor inversión pública para estimular la iniciativa privada, igual que a un atleta en baja forma se le adapta una dieta y un entrenamiento específicos para que vuelva a rendir. Los atletas rurales están famélicos y desentrenados. La estampa del campo no es tan idílica como se quiere pintar y no puede hablarse de calidad de vida donde fallan servicios fundamentales que limitan la movilidad de sus habitantes, cuando no condicionan directamente el acceso a otros imprescindibles como la sanidad.

El mensaje es claro y rotundo: si el mundo rural se acaba, se acaba también el de la ciudad. Los jóvenes siguen sin identificar el campo y el entorno rural como un lugar donde desarrollar un perfil profesional acorde con el siglo XXI

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El mensaje es claro y rotundo: si el mundo rural se acaba, se acaba también el de la ciudad. En los próximos años, según datos de COAG, van a jubilarse unos 200.000 agricultores y ganaderos para los que no hay relevo generacional. Porque los jóvenes siguen sin identificar el campo y el entorno rural como un lugar donde investigar y desarrollar un perfil profesional acordes con el siglo XXI. Que el programa Erasmus rural funcione con el entusiasmo de medio millar de estudiantes es un buen dato, pero queda labor por delante para derrumbar los tópicos del sector agropecuario. El relato de la España rural realizado desde las ciudades como mecas de la modernidad ha calado hondo. Nadie había reparado que debajo de esa “boina”, cada vez más ficticia, reside el pilar de la alimentación, del agua, de la energía, que llegan a las grandes urbes donde suelen residir quienes legislan sin pisar por el territorio para el que dictan normas inasumibles o surrealistas frente a la realidad del día a día.

Ideas no faltan: el Gobierno tiene su propio paquete de 130 medidas; desde la Junta de Castilla y León se anuncian actuaciones de calado. Colectivos civiles como la Coordinadora Rural o Jóvenes por Castilla y León han elevado sus propias iniciativas en documentos a las instituciones. El diagnóstico está más que claro: aplíquese el tratamiento ya. Porque Zamora no se calla y tampoco se rinde.

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